Mientras los asentamientos de colonos israelíes yacen en ruinas y los habitantes de la franja de Gaza reclaman su derecho a cruzar a Egipto y vender allí las primeras frutas y verduras de la cosecha de otoño, los artistas palestinos recuerdan que aún no es tiempo de andar descorchando el champaña.
Literatura, filmes y teatro de artistas palestinos y de otras nacionalidades ofrecen una interpretación matizada y personal de la vida bajo la ocupación israelí.
Se trata de Suad Amiry, autora de "Sharon and My Mother-in-Law" (Sharon y mi suegra), Mohammad Bakri, estrella del filme "Private" (Domicilio privado, dirigida por el italiano Saverio Costanzo) y de su propia adaptación teatral de "The Secret Life of Saeed, the Pessoptimist" (La vida secreta de Saeed, el pesi-optimista), y Hany Abu-Assad, director de la película "Paradise Now" (El paraíso ya).
Aunque estas obras se centran en distintos aspectos de la experiencia palestina, los tres artistas escogen explorar los trastornos familiares y personales, aportando de esta forma una dimensión humana a una tragedia que suele no tener rostro.
El público de la representación teatral de "El pesi-optimista" en Nueva York, en su mayoría árabe-estadounidense, gozó de un relato intimista en el que Bakri, protagonista de su propio unipersonal, vestido con un arrugado traje gris, y asistido por una escoba, una jarra de arcilla, una tina de latón, y un baúl con cosas viejas, da vida a una historia de pérdidas y traiciones a causa del ejército israelí.
"The Secret Life of Saeed, the Pessoptimist", de Emile Habibi, fue publicada en 1974 y es un clásico de la literatura palestina.
Habibi es un renombrado escritor y político palestino, y su novela era una de las favoritas del prominente intelectual palestino residente en Nueva York y profesor de la Universidad de Columbia, Edward Said, fallecido en 2003.
Saeed, el protagonista de la obra, es hijo de un colaboracionista de los israelíes, uno de los personajes más despreciables para la sociedad palestina, y finalmente él mismo se convierte en uno.
Bakri, cuyo tratamiento humorístico e interpretación de Saeed como un personaje vulnerable nos hace recordar al Roberto Begnini de "La vida es bella", hace de Saeed termine siendo un personaje con el que el público puede simpatizar y hasta identificarse en algunos aspectos.
En una de sus escenas, Bakri mueve a los espectadores a la risa recurriendo a un exagerado falsete con el que parodia a su esposa y a su hijo suplicantes.
Unos pocos segundos después, los hace llorar cuando resulta claro que su único hijo ha resuelto suicidarse antes que rendirse a los israelíes, mientras Saeed lo mira sin saber qué hacer.
Mientras el guión del monólogo sigue bastante fielmente la trama de la novela, Bakri escogió intercalar conocidas canciones populares palestinas a lo largo de toda la obra, que el actor canta y hace cantar al público.
En la medida en que la gente participa entonando en voz baja textos que hablan de cómo fueron arrasadas las aldeas de sus ancestros, el dolor de la pérdida hace carne en la audiencia y deviene más palpable.
En la película "Private", dirigida por Costanzo y estrenada este mes en Nueva York, Bakri interpreta a otra de las víctimas de la ocupación israelí en los territorios palestinos, excepto que en este caso el protagonista es una persona de principios.
Cuando el ejército israelí viene a desalojar a Mohammed de su hogar, donde vive con su esposa y cinco hijos, el personaje se rehúsa a dejar la casa y escoge convivir con los soldados rasos, forzando a su familia a sufrir la humillación vivir con los movimientos restringidos, de no poder entrar a sus propios dormitorios, y de dormir los siete juntos en una pequeña habitación.
Costanzo se inspiró en una historia real de un director de escuela cuya casa estuvo ocupada desde 1992.
En una escena de la película, Mohammed tiene una disputa con su hija Miriam, porque ella quiere "combatir el fuego con el fuego".
Pero Mohammed es partidario de la resistencia pacífica e insiste en que la forma de combatir es quedándose en la casa.
Mohammed también debe persuadir a su deprimida e inquieta esposa, que no soporta compartir su vida cotidiana con los soldados ni el ruido incesante de los helicópteros que sobrevuelan su casa.
Una de sus hijas pequeñas se despierta por la noche y pide ir al baño, pero no es autorizada. Los baños ya fueron cerrados con candado hasta la mañana siguiente.
"La idea subyacente del filme era que los espectadores en Occidente se identificaran con la historia palestina", dijo Costanzo.
Y añadió: "Ponemos el énfasis en las emociones porque éstas no tienen nacionalidad y su hogar es el mundo".
"Paradise Now", dirigida por Hany Abu-Assad (quien también es uno de los autores del guión) explora asimismo el modo en que algunos sentimientos universales como la culpa, la vergüenza, la rabia y el amor pueden motivar a los terroristas suicidas.
Por lo general, las noticias suelen tratar los atentados suicidas como actos aislados llevados a cabo por fanáticos religiosos, locos fundamentalistas o jóvenes voluntariosos y desalmados enceguecidos por la retórica nacionalista.
Abu-Assad buscó echar por tierra todos estos estereotipos para proveer en cambio una serie de contextos que permitan quizás hacer de esas acciones, si no justificables, al menos entendibles para los espectadores.
"Los terroristas que ponen bombas podrían llegar a ser cualquiera de nosotros, porque cuando uno vive en una ocupación uno se siente débil y acobardado", dijo Abu-Assad a IPS.
"Es el sentimiento más horrible, esa impotencia, y uno quiere transformar toda esa impotencia en coraje. Uno piensa, quizás al menos puedo hacerles un gran daño, y quizás ese daño pueda hacer una diferencia y contribuir en algo", añadió.
"Yo quería recrear el sentido de la claustrofobia en (la septentrional ciudad cisjordana de) Naplusa. La filmamos ahí, y se trata de una ciudad cercada. Cuando no puedes salir de una ciudad te vuelves paranoico, bajo presión, y comienzas a enfermarte. Mientras filmábamos, hasta acusé a un miembro del equipo de traición", contó Abu Assad.
El poder del filme reside no tanto en sus momentos dramáticos, sino en detalles que siempre mantienen a los personajes dentro del mundo de lo creíble.
Cuando Khaled, el terrorista suicida, está grabando su vídeo de despedida antes del martirio, se ve obligado a interrumpir su monólogo heroico cuando su madre le pregunta dónde conseguir filtros de agua más baratos.
Khaled se sube a un taxi y escucha al conductor repitiendo rumores de un intento de Israel de envenenar aguas palestinas con un químico que mata el esperma humano, y el posterior alardeo de su virilidad.
Estos hechos menores en el contexto fatalista de la película proveen un muy apreciado alivio humorístico, pero representan asuntos complicados de la vida diaria en los territorios ocupados, como el acceso al agua potable y la llamada "guerra demográfica" que los israelíes están claramente perdiendo frente a los palestinos.
La escritora Suad Amiry, en su libro en inglés "Sharon and My Mother-in-Law", que ha sido traducido a 15 idiomas (entre ellos el hebreo, pero no el árabe) se refiere al problema demográfico con su característico sentido del humor.
"Durante los días del toque de queda, las casas se transforman en nada más que cocinas y dormitorios. Comer en forma excesiva, gritarse uno al otro y procrear son las únicas tres posibles actividades. No se pregunten por qué entonces los israelíes están obsesionados con la demografía", escribió.
Amiry cuenta en su libro con mucho humor cómo una visita a unos amigos durante un breve levantamiento del toque de queda se transformó en una carrera contra el tiempo para comer todo lo que les ofrecían insistentemente.
"Engullimos rápidamente el pastel, nos bebimos de un trago el té, y con las lenguas quemadas y la boca llena les dijimos adiós", antes de que el toque de queda fuera reinstalado, escribió.
En un contacto telefónico desde Washington, donde promociona su nuevo libro, la escritora explicó a IPS por qué creía que la obra tuvo éxito.
"A la gente le gusta porque la lleva al interior de mi hogar. Lo escribí en un comienzo como mensajes de correo electrónico a mis amigos. El lector es bienvenido en mi vida, en mi barrio", señaló.
"El conocimiento de la injusticia es importante, pero no se traduce automáticamente en que el mundo sea más justo", dijo. Ella recuerda cálidamente el mensaje que le envió un adolescente israelí de 13 años, Adam. Tras leer el libro, el joven decidió no unirse nunca al ejército.
Eso significa un soldado israelí menos patrullando los territorios, pero, ¿qué representa para el futuro de Palestina?
"El retiro israelí de Gaza es bueno para la población que vive allí. Pero hay un precio muy elevado que debe pagar la población de Cisjordania", añadió.
Aunque el proceso de paz parece haber ganado intensidad, el "pesi-optimismo" aún reina en la conflictiva región.