Seis años después de la devolución a China, el ex enclave portugués de Macao es considerado estable y seguro, al haber logrado mantener la armonía entre sus 450.000 habitantes apretujados en un escuálido territorio de 25,4 kilómetros cuadrados repartidos entre la península y las islas de Taipa y Coloane.
Sin embargo, pese al optimismo de los analistas ante los indicadores económicos, la ahora Región Administrativa Especial China de Macao sigue prosperando a pasos agigantados sólo gracias a la "monocultura" del juego, desde donde fluyen ríos de dinero.
Este bienestar económico basado en la ruleta y el bacará, según apuntó a IPS Augusto Vilela, el último jefe de prensa de la administración portuguesa, explica ese "ejemplo de estabilidad" de una democracia mitigada.
En Lisboa se coincide en que Edmund Ho, el jefe del ejecutivo de Macao designado por Beijing el 20 de diciembre de 1999 para ocupar el palacio del último gobernador portugués, general Vasco de Rocha Vieira, ha sabido compatibilizar la política oficial china con los intereses económicos lusos en el territorio que, según el acuerdo bilateral "un país, dos sistemas", serán preservados hasta 2050.
La información sobre uso de lenguas en el territorio es un indicador de la minoría absoluta en que se encuentran los portugueses a seis años de haber entregado el territorio. Sólo 1,04 por ciento de la población es lusófona, frente a 87,9 por ciento de usuarios del cantonés, 4,4 de hokkien, 1,6 por ciento del mandarín y el resto de otros dialectos de la zona.
Vilela recuerda a IPS que "cuando se habla de relaciones bilaterales Portugal-China, inevitablemente se entiende Macao y economía, una vertiente que los dos países desean privilegiar" y que fue precisamente uno de los objetivos principales de la visita el 9 y 10 de este mes a Lisboa del primer ministro chino Wen Jiabao.
En todas las ocasiones en que los dos países se han reunido al más alto nivel se ha enfatizado que Macao jamás fue una colonia, sino que desde 1557 a 1999, un "territorio chino bajo administración portuguesa", enclave consentido por el emperador en reconocimiento por la limpieza de piratas malasios que los portugueses realizaron en el mar de China y que le impedía el comercio en la región.
Casi 300 años más tarde y a poca distancia de Macao, los ingleses establecieron una colonia clásica en la costa próxima, procediendo a la fuerza y de modo unilateral a construir y fortificar Hong Kong en 1841 y que China se vio obligada a reconocer como británico un año más tarde.
Este es tal vez el origen secular de la diferencia que se hace sentir hasta hoy, de como los dirigentes chinos de todas las épocas han llevado sus relaciones con Portugal, pese al reducido tamaño de su economía y al minúsculo Macao en comparación con el potente Hong Kong, la plaza financiera más fuerte de Asia, habitada por unos siete millones de personas.
Así lo hizo sentir Wen al elevar las relaciones con Portugal al nivel superior de "asociación estratégica global", un estatuto hasta ahora concedido solo a Alemania, España, Francia y el Gran Bretaña y que constituyó uno de los principales propósitos de su visita.
El programa de la visita, que contempló reuniones con el presidente de Portugal, Jorge Sampaio, y con su primer ministro, José Sócrates, incluyó también la participación de Wen en un seminario sobre "Cooperación y Enseñanza de Lenguas China y Portuguesa y Diversidad Cultural", en cuyo desarrollo futuro, Macao jugará un rol relevante.
Asimismo, Beijing y Lisboa firmaron 12 acuerdos sobre cooperación en asuntos jurídicos y judiciales, salud, protección recíproca de inversiones y de enseñanza de sus idiomas nacionales, así como convenios empresariales, con especial énfasis en el área de las comunicaciones y de la tecnología.
Al intervenir el martes en el acto conmemorativo del sexto aniversario de Macao como parte integrante de China, Edmund Ho subrayó que la estabilidad vivida por la región "proporcionaron al gobierno (local) mayor espacio para la aplicación de las estrategias de recuperación y progreso de la economía, promoviendo el desarrollo integrado de la sociedad".
En efecto, Macao se puede vanagloriar de cifras envidiables. Su producto interno bruto por habitante alcanzó en 2004 a 19.400 dólares, más de tres veces el promedio de China, que es de 5.600 dólares, una cifra astronómica comparada con los escasos 400 dólares de Timor Oriental y más cercana a los 23.200 dólares de Nueva Zelanda, uno de los países más ricos de esa zona del Pacífico.
El crecimiento anual de 2002 fue de 9,5 por ciento, de 15, 6 al año siguiente, de 28 por ciento en 2004 y la proyección de los datos de 2005, que incluyen los tres primeros trimestres, indican que la economía se volvió a acelerar hasta alrededor de 20 por ciento.
El número de desocupados, 4,7 por ciento de la población económicamente activa en 2004, coloca a Macao en una situación privilegiada en comparación con países de economía liberal de mercado de esa zona del mundo, al igual que la inflación anual de sólo dos por ciento.
Indicadores importantes, tales como mortalidad infantil y esperanza de vida, también son claramente favorables respecto a los índices de China en general.
Mientras en Macao la mortalidad infantil registra 4,39 por mil nacidos vivos, en el total de China es de 24,18 por cada mil niños que nacen. La esperanza de vida en el ex enclave lusitano es de 83 años, al tiempo que en el resto del país llega a poco más de los 72 años.
Entre los éxitos de Macao, apuntados por el gobierno de la región, se destacan en lo cultural la designación de su centro histórico como Patrimonio Mundial de la Humanidad, según lo declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, y en el ámbito deportivo haber sido escogido como sede de los Juegos de Asia Central.
Las cifras de la fértil economía de Macao se dividen entre ese contundente 92,7 por ciento que representan los servicios, de los cuales 74 por ciento es el juego y el resto turismo y comercio, un modesto 7,2 por ciento de industria de ropas, juguetes, textiles y electrodomésticos, y un casi inexistente uno por ciento que representa la incipiente agricultura.
El espejo es el rebelde Hong Kong, palco frecuente de las más variadas manifestaciones por los derechos humanos. A diferencia de su poderoso vecino, en 1999, Lisboa se limitó a obtener de China las garantías necesarias para que en Macao se mantuviese vigente el código penal portugués, que impide la pena de muerte y cuya condena máxima es de 24 años de prisión.
En un artículo publicado el día 14 en Jornal de Negócios, de Lisboa, el analista sobre asuntos chinos João Carlos Barradas sostuvo que las exigencias de la ex colonia británica son intratables para China, "porque ceder en Hong Kong, del punto de vista de los comunistas de Beijing, sería alimentar aspiraciones de autonomía en Shangai o en provincias como Zhejiang y atizar tentaciones independentistas en Taiwán".
Del análisis de Barradas se concluye que ante esta situación, con una poderosa China poco abierta al cambio, tanto en Hong Kong como en Macao, "la democracia puede esperar". (