Asia, que se ha convertido en uno de los grandes motores de la economía mundial, es hoy también un centro mundial de desarrollo de armas nucleares.
Desde Irán e Israel en Medio Oriente, pasando por India y Pakistán en Asia meridional, hasta Corea del Norte y Japón en Asia oriental, el continente exhibió en 2005 una actividad sin precedentes en el campo nuclear, y sólo cabe esperar una intensificación en los próximos años.
Estados Unidos tiene una gran influencia en todos esos países, sea aliado o adversario de sus gobiernos. Su política de favorecer u oponerse selectivamente a sus actividades nucleares alterará el equilibrio estratégico en algunas de las regiones más volátiles del mundo.
"El mercado cambió desde la guerra fría. El centro de gravedad del armamentismo nuclear era entonces el enfrentamiento entre los bloques oriental y occidental, más intenso en Europa", dijo Achin Vanaik, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Delhi.
"Por desgracia, el desarrollo nuclear asiático está dominado por una superpotencia que se ha manifestado firmemente contra el desarme", consideró Vanaik, integrante de la Coalición para el Desarme Nuclear y la Paz.
En 2005 se registraron dos acontecimientos clave: el intento de Estados Unidos y sus aliados de censurar a Irán para impedirle enriquecer uranio, tanto con fines civiles como militares, y la "normalización" del estatus de potencia nuclear de India, mediante un acuerdo por el que Washington permitirá a Nueva Delhi la compra de tecnología nuclear.
También continuaron las negociaciones entre Corea y otras naciones encabezadas por Estados Unidos —China, Corea del Sur, Japón, Rusia y la Unión Europea— para disuadir a Pyongyang de mantener su programa de armas nucleares. Pero no hubo un acuerdo definitivo.
Mientras, Japón avanzó en la revisión de sus compromisos de la segunda guerra mundial de no fabricar ni adquirir armas nucleares y de no consolidar un ejército de gran escala. El crecimiento de su arsenal fue calificado de "nueva guerra fría" entre Japón y China.
En septiembre, Estados Unidos propuso en la junta de gobernadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) declarar a Irán "incumplidor" de las obligaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).
La resolución se aprobó, abriendo paso a la posibilidad de sanciones del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), porque India rompió filas con el Movimiento de Países No Alineados (Noal) y accedió a votarla.
Teherán rechazó la resolución y volvió a reivindicar su derecho, en el mismo marco del TNP, a enriquecer uranio con fines pacíficos.
Moscú propuso luego un acuerdo de concesiones recíprocas, según el cual Irán podría convertir óxido de uranio concentrado (yellow cake) en gas hexafluorido con miras a su enriquecimiento en Rusia.
De acuerdo con la iniciativa, Irán podría quemar el uranio enriquecido en un reactor nuclear, a ser construido con ayuda rusa, pero debería enviar el combustible usado de regreso a Rusia.
De ese modo, Teherán se evitaría el reprocesamiento para la extracción de plutonio, que, como el uranio enriquecido, puede emplearse para fabricar bombas.
Irán no rechazó la propuesta formalmente, pero sus conversaciones en ese mismo sentido con el grupo de los tres países más poderosos de la Unión Europea (Alemania, Francia y Gran Bretaña) fueron infructuosas.
La postura del régimen islámico iraní provocaron la respuesta hostil de Israel, al tiempo que el presidente estadounidense George W. Bush volvió a utilizar en sus discursos la figura del "eje del mal". Según diversos informes, Washington ya diseñó planes de ataque contra Irán.
La guerra de palabras ya estalló entre Irán e Israel. En octubre, el flamante presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad llamó a "borrar del mapa" al estado judío.
Mientras, el gobierno israelí se comprometió a impedir que Irán adquiera armas nucleares. Ya en 1981, aviones israelíes bombardearon el reactor nuclear iraquí Osirak, entonces en construcción.
El primer ministro Ariel Sharon dijo el 1 de diciembre que "Israel, y no sólo Israel, no pueden aceptar" que el régimen islámico consolide su arsenal. Pero Irán advirtió el 16 de diciembre que su respuesta a un ataque israelí sería "firme, rápida y destructiva".
"Todo esto refleja el potencial para un conflicto peligroso en Medio Oriente", dijo Vanaik. "La región ya es volátil a causa de la ocupación de Iraq y la crisis palestina. Si Estados Unidos e Israel persisten con su enfoque de mano dura hacia Iraq, desatarán el caos."
Para el experto indio, "el doble discurso de Estados Unidos —hostilidad hacia Irán y apoyo al programa nuclear israelí— es una fuente de gran descontento popular en Medio Oriente".
Este doble discurso es evidente, también, en Asia meridional. Estados Unidos acordó una excepción en el régimen internacional de no proliferación para India —país que durante medio siglo se pronunció por el desarme nuclear— al declararlo "estado responsable" poseedor de armas atómicas.
El gobierno de Bush se comprometió a persuadir al Congreso legislativo estadounidense de enmendar las leyes de no proliferación y a establecer ante el Grupo de Proveedores Nucleares, que reúne a los 44 países proveedores de esa tecnología, del carácter excepcional de India.
India y Estados Unidos desarrollan una "alianza estratégica" que incluye una amplia cooperación militar.
Pakistán, rival y vecino de India desde la independencia de ambos países en 1947 con el fin del imperio británico, percibe en la nueva alianza como un contrapeso que desequilibra Asia meridional.
Al parecer, Islamabad se dispone a reclamar igual tratamiento en materia de tecnología nuclear, y ya diseña nuevas centrales nucleares.
India y Pakistán detonaron sus primeras bombas atómicas en 1998, con lo que se convirtieron en los primeros países que reconocían poseerlas sin contar los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia).
Estados Unidos hace poco por diluir la rivalidad indo-pakistaní. Al mismo tiempo, Pakistán es un socio clave en su guerra contra el terrorismo.
La línea dura de Washington con Teherán contrasta con su enfoque hacia Corea del Norte, otro integrante del "eje del mal" que ya ha asegurado poseer una bomba tómica.
Estados Unidos ha ofrecido en el diálogo asistencia económica y aval para el funcionamiento de un reactor nuclear civil, a condición de que Corea del Norte desmantele antes su programa armamentista.
"Los criterios de no proliferación de Washington son selectivos, discriminatorios e inconsistentes", advirtió Vanaik. "Usa la no proliferación como arma cuando sirve a sus intereses de corto plazo. Cuando no es así, permite proliferar las tecnologías armamentistas."
El próximo ejemplo de doble discurso podría ser Japón. La Constitución japonesa, dictada por Estados Unidos tras derrotar al país asiático en la segunda guerra mundial (1939-1945), prohíbe la adquisición o fabricación de armas nucleares.
Pero, mientras Tokio continúa almacenando enormes cantidades de plutonio reprocesado en Europa oriental, políticos conservadores afines al gobierno de Junichiro Koizumi impulsan la enmienda de la Constitución.
Si Japón continúa consolidando su poderío militar y adquiere armas nucleares, China reaccionará. Beijing ya se siente amenazada por el programa de defensa misilística de Washington y por la creciente colaboración indo-estadounidense.
Si la tendencia persiste, China se verá inmersa en dos nuevas carreras armamentistas: una con Japón y otra con India.
Estas rivalidades no estarán alimentadas solo por factores regionales, sino influidas por Estados Unidos. (