PERÚ: Racismo entre incas y mandingas

La tradición popular dice que todo peruano tiene algo de «inga» o de mandinga, de indígena o de africano. Pero los descendientes de los esclavos negros que desembarcaron por millares en este pueblo costero al sur de Lima entre los siglos XVI y XVII, cuestionan la validez de ese dicho muy enraizado.

"Si es cierto que tenemos algo de inga (por inca) o de mandinga, ¿por qué un afrodescendiente no ha sido presidente de Perú en 184 años de vida republicana? ¿Por qué alguien de nuestro color no ha sido jefe de la marina? ¿Por qué no hay un programa de televisión conducido por descendientes de los mandingas y dirigido solo a éstos?", se preguntó el director del Centro de Desarrollo Étnico, el peruano Osvaldo Bilbao.

Bilbao es participante del Taller Regional para las Américas sobre Estrategias para la Inclusión de Personas de Ascendencia Africana en los Programas para Reducir la Pobreza, que eligió como sede la pintoresca localidad de Chincha, emporio de los esclavos en el Pacífico Sur durante el periodo del colonialismo español.

La reunión, celebrada desde el miércoles y este viernes con representantes de diversas organizaciones de naciones latinoamericanas de afrodescendientes, fue convocada por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Bilbao expuso la experiencia peruana y tropezó con la evidencia de que en este país había un atraso respecto de lo avanzado en otros.

Bilbao cree que el problema de fondo es que los peruanos son muy racistas.

Es una ironía, porque el más popular equipo de fútbol, Alianza Lima, es por tradición de afrodescendientes, la expresión religiosa que más fieles atrae, la procesión del Señor de los Milagros, fue iniciada por afroperuanos, la música está poderosamente influida por ritmos africanos y, sin embargo, un negro podría ser impedido de ingresar a una discoteca de un barrio elegante, a menos que tenga un acompañante blanco y adinerado.

"La discriminación racial es estructural y no anecdótica ni aislada", dijo Bilbao a IPS, entrevistado en Chincha, adonde llegaron sus ancestros como esclavos para reemplazar a la mano de obra indígena.

"Y lo que digo se evidencia no sólo en la falta de participación real y de representación de las comunidades afroperuanas, sino en su invisibilidad. Aquí, en Perú, el negro es amigo hasta cierto límite", sostuvo.

Para abordar estos problemas, el presidente Alejandro Toledo delegó en su esposa, la antropóloga belga Eliane Karp, la conducción de la Comisión Nacional de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos (Conapa).

En menos de tres años, el organismo, financiado por el Banco Mundial, fracasó y fue desactivado en medio de denuncias de dilapidación de los fondos. Y Karp es objeto de investigación. En reemplazo de la Conapa, se fundó el Instituto Nacional de Desarrollo de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos (Indepa). Pero no hay confianza en que surta efecto.

La presidenta de la Asociación Negra Margarita, Silvia Villa, expresó sus dudas sobre el éxito del Indepa.

"Somos casi 40 por ciento del total de la población del Perú, y la mayoría se encuentra en la línea o bajo la línea de pobreza, y sin embargo en el Indepa los afrodescendientes tenemos sólo dos representantes", dijo a IPS.

"En el caso de Brasil, el gobierno trabaja con las comunidades afrodescendientes, hay ministros que son 'afros'. En Ecuador, las comunidades afrodescendientes tienen una ley, pero en el Perú todavía tenemos que pelear por ser visibles", explicó Silvia Villa.

En los programas humorísticos de la televisión, los chistes más clásicos y recurrentes son de dos tipos: los que aluden a comportamientos homosexuales o al color de la piel de los negros.

La percepción de discriminación de los peruanos descendientes de africanos no es solitaria.

"Por las experiencias que hemos escuchado, en el Perú aún falta mucho por hacer. El Estado no es consciente de la situación. Es una población muy pobre que se esfuerza por tratar de ser visible, mientras que en otros países, como en el mío, existen políticas concretas para los afrodescendientes", señaló Deise Benedito, de la organización no gubernamental de Brasil Fala Preta (Habla Negra).

Los primeros africanos llegaron a Perú para reemplazar la mano de obra indígena en las minas, pero debido a que morían por las inclementes condiciones de trabajo en los Andes, fueron enviados a las haciendas de algodón y caña de azúcar a lo largo de la costa.

En Chincha, donde se reunieron los expertos en la situación de los afrodescendientes, hubo una hacienda tan grande que llegó a concentrar 30.000 esclavos. El sitio es por eso un centro de alta densidad de población negra y uno de los focos culturales más importantes en el país.

Todavía quedan vestigios de la hacienda, como las catacumbas donde eran confinados los africanos, o las celdas de castigo, grilletes y cadenas. Los visitantes de otros países se emocionaron al recorrer los restos de un periodo de humillación.

En este país, la mujer negra sólo tiene oportunidades en el mundo del espectáculo o de los deportes. Las grandes cadenas extranjeras de venta de ropa o de comida rápida, no las prefieren.

"Aquí en Chincha, hay dos pueblos con alta presencia de afrodescendientes, El Guayabo y El Carmen. En ninguno existe un teléfono público. Pero viene gente de todas partes para ver a los músicos que viven aquí", dijo a IPS Cecilia Ramírez, del Centro de Desarrollo de la Mujer Negra Peruana.

"Hay mucho racismo. No existimos en la agenda política. Si nos comparamos con otros países de la región, incluso con aquellas naciones donde existe menos presencia de afrodescendientes, aquí no se ha hecho prácticamente nada. Si al menos se reconociera que existimos, entonces daremos un gran paso", afirmó Ramírez.

"Lo peor es que los peruanos no admiten que son racistas", explicó Osvaldo Bilbao. "Hay la política del racismo solapado".

La reunión en Chincha es un seguimiento de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en Sudáfrica en 2001, que concluyó con una serie de recomendaciones a los gobiernos, como incluir a las comunidades afrodescendientes en las políticas de salud, educación y lucha contra la pobreza.

"Es triste y desalentador decirlo, pero en nuestro país no se ha hecho", afirmó Bilbao.

El experto del Grupo de Trabajo de las Personas de Ascendencia Africana, Joe Frans, dijo que en su país, Suecia, el gobierno incluyó en el Programa Nacional de Trabajo un compromiso contra la discriminación y el racismo, y acordó destinar el uno por ciento del producto interno bruto a programas de desarrollo.

"El racismo tiene dos elementos ligados, el poder y las diferencias. Es la mentalidad la que nos hace ver distintos a los demás, y eso se convierte en un motivo para utilizar el poder y tratar a los otros de la peor manera posible", graficó Frans.

El relator de las Naciones Unidas sobre las Formas Contemporáneas del Racismo, el senegalés Doudou Diène, dijo a IPS que había comprobado que en América Latina las naciones se han construido sobre estructuras discriminatorias de las comunidades indígenas y afrodescendientes.

"Las naciones latinoamericanas no han conseguido expresar la multiculturalidad en el poder y en el gobierno", dijo Diène. "El caso de Perú es particularmente llamativo en comparación con otros países. Aquí no hay una estrategia legal ni política contra el racismo. Hay muchísimo por hacer", añadió.

La discriminación pega igual al que tiene algo de inga o de mandinga.

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