En una decisión que le costó la vida, una mujer turca de 34 años apareció en un programa de la televisión nacional denunciando abiertamente que había sido objeto de abuso infantil y forzada a participar de un matrimonio arreglado por su familia.
Por temor a sufrir represalias, la joven prefirió ocultar su identidad y usó peluca y lentes de sol. Sin embargo, su padre la reconoció, y tres días después la asesinó a balazos. El hombre dijo a la policía que su hija era una vergüenza para la familia.
La mujer fue baleada durante una conferencia internacional para terminar con la violencia doméstica que se celebró a inicios de este mes en Estambul. Este no fue, sin embargo, el primer crimen de esta naturaleza
Anteriormente, una mujer de 30 años y madre de cinco hijos salió de su hogar y apareció en otro programa de televisión para decir públicamente que su esposo le pegaba repetidamente.
También ella fue asesinada, por uno de sus hijos, en la estación de tren de su ciudad cuando regresaba del canal de televisión.
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Otra de las víctimas de esta ola de violencia fue el "talk-show" (programa televisivo protagonizado por personas corrientes que cuentan sus experiencias) "No estás sola", que dejó de transmitirse poco después que otro con similares características corrió la misma suerte.
El canal justificó la decisión aduciendo que estos programas estaban generando "problemas sociales".
Las muertes han devuelto al debate la situación de la mujer en un país que está en tratativas para sumarse a la Unión Europea (UE).
En su informe respecto a la evolución de Turquía, la UE se refirió a la escasa aplicación de los derechos de las mujeres establecidos en las leyes.
La UE también solicitó mayor protección a la población femenina por medio de una acción de gobierno concertada, y la creación de refugios para mujeres maltratadas, tal como lo prevén nuevas leyes.
Según la ley, en Turquía, las mujeres tienen iguales derechos que los hombres.
El sufragio universal fue instaurado hace más de 70 años, bastante antes que en muchos países de Europa occidental.
Desde entonces, una mujer, Tansu Ciller, llegó incluso a ocupar el cargo de primera ministra entre 1993 y 1995. Otra mujer, Tulay Tucgu, preside en la actualidad la Corte Constitucional.
Un vasto complejo industrial con ganancias de más de 10.000 millones de dólares al año es dirigido por otra mujer y, en general, muchísimas mujeres se desempeñan como profesoras, abogadas, juezas, doctoras y ejecutivas en el mundo de los negocios.
En los distritos más opulentos de Estambul, Ankara e Izmir, lo mismo que en los balnearios y las soleadas playas del mar Mediterráneo, de minifalda o pantalones ajustados, las mujeres pasean sin cuidado por las calles, beben alcohol en elegantes cafés y bailan en las discotecas hasta la madrugada.
Pero también un número cada vez mayor de mujeres se cubre la cabeza y el cuello con un velo a la usanza de la tradición musulmana, avivando el debate acerca de si Turquía pertenece al Oriente, a Occidente, o simplemente, a ambos mundos a la vez.
Bajo presión de la UE, Turquía adoptó una nueva legislación familiar según la cual las mujeres gozan de los mismos derechos que los hombres, incluso en relación con la herencia.
Sin embargo, en la práctica, la historia es muy distinta.
Cada año hay más de 30 asesinatos "para limpiar el honor" y algunos de ellos son decididos en "concejos de familia" donde se llega a escoger, incluso, a la persona encargada de ejecutar el crimen.
Algunas víctimas de estos asesinatos fueron jóvenes y niñas violadas por personas ajenas a la familia, y que pasaron a representar "una mancha" para la familia.
Alrededor de 60 por ciento de las mujeres turcas son objeto de la violencia, 95 por ciento de ellas, según una nueva investigación, dentro de sus hogares.
Cuarenta por ciento de las mujeres, no obstante, consideran que estas golpizas (o "dayak", como ellas las llaman) son aceptables, dice Vuslat Dogan Sabanci, un alto ejecutivo de Hurriyet, el periódico más importante del país y patrocinador de la conferencia de Estambul sobre la violencia contra las mujeres en el ámbito familiar.
Sabanci encabeza una campaña con autobuses que recorren los barrios alentando a las mujeres a hablar y denunciar públicamente el maltrato. Equipos de especialistas aconsejan a las víctimas y a los maridos, así como a policías o fiscales encargados de estos casos que se les acercan.
"La violencia contra las mujeres está muy extendida porque vivimos en sociedades patriarcales", explica Ayse Ayata, profesor de ciencias políticas y género de la Universidad Técnica de Medio Oriente, entrevistado por IPS.
"Algunas mujeres se quejan, pero no obtienen protección. Al final, tienen que volver a sus hogares y enfrentan consecuencias todavía peores", agrega.
"Lo más práctico es que la violencia doméstica se resuelva dentro del ámbito familiar y con la ayuda de los parientes", sostiene Ayata.
De acuerdo a un testimonio presentado en la conferencia contra la violencia doméstica, cuando las mujeres juntan coraje y finalmente hacen la denuncia, los policías, es decir, los encargados de hacer cumplir las leyes, usualmente responden: "¿Y qué tiene de raro? Pasa en todos los hogares."
Para las mujeres la discriminación comienza a temprana edad.
A muchas niñas en edad de asistir a la escuela primaria se las mantiene en la casa. Este fenómeno llevó a que el periódico Milliyet, otro medio de prensa importante, lanzara una campaña a escala nacional con el eslogan "Papá, llévame a la escuela".
El Fondo para la Niñez de la Organización de las Naciones Unidas está llevando a cabo un proyecto similar titulado "Niñas, vamos a la escuela".
En una población de 70 millones, alrededor de 600.000 niñas en edad escolar se quedan en casa porque sus padres se resisten a exponerlas a la vida fuera del ámbito familiar, explica Ayata.
El objetivo de esta práctica es preparar a las niñas y adolescentes para la maternidad.
Esto se agrava una vez que las niñas cumplen 11 años, edad que ellos consideran el comienzo de la pubertad.
A algunas niñas de familias adineradas se las mantiene lejos de las escuelas públicas supuestamente debido a la prohibición que rige en ellas de vestir el tradicional velo.
El primer ministro Recep Tayyip Erdogan envió a su hija a estudiar a Estados Unidos, y la hija del ministro de Educación y Cultura sólo recibe educación privada.
Erdogan, cuya esposa viste el velo, al igual que las esposas de casi todos los ministros del gabinete, considera que la prohibición de esa prensa en las escuelas públicas es una restricción a la libertad.
En cambio, los defensores de la laicidad, como el presidente Ahmet Nejdet Sezer, se oponen a los intentos del partido de gobierno, de raíz islámica, de reintroducir los valores y las costumbres religiosas.
Las esposas de los ministros que se sabe que usan velo no son invitadas a las recepciones que brinda el mandatario.
El fallo del órgano europeo de derechos humanos a inicios de noviembre, confirmando que la prohibición de llevar el velo en las escuelas no violaba las leyes de Turquía, representó un fuerte espaldarazo para quienes se oponen al reingreso de la religión en los institutos del Estado.
Esta decisión puede que desaliente a otras jóvenes musulmanas que quieran objetar la prohibición en otros países de Europa.
"La educación es el principal problema que enfrentan las mujeres turcas", dijo a IPS la conocida escritora y artista plástica Nermin Bezmen.
"La falta de educación está muy vinculada a la violencia puesto que las madres sin educación son incapaces de criar a sus hijas e hijos para hacer frente a la vida. Eso afecta a la siguiente generación".
Para muchos, las campañas para conseguir que aumente el número de niñas en las escuelas y para terminar con la violencia doméstica todavía se encuentran en su fase embrionaria.