Los actos de violencia desatados por jóvenes en áreas de Alemania y Bélgica con gran población de inmigrantes alertan a políticos y expertos europeos que temen una propagación de los disturbios de las últimos semanas en Francia por toda Europa.
La preocupación aumentó luego de que pandillas de jóvenes incendiaran vehículos en Berlín, en la septentrional ciudad alemana de Bremen y en Bruselas.
El edificio de una escuela y un comercio fueron también incendiados en la localidad alemana de Huchting, cerca de Bremen.
Las áreas donde ocurrieron esos disturbios, al igual que los de París, tienen una gran población de origen extranjero, en especial árabe, turca y africana.
Un portavoz de la policía alemana desacreditó las semejanzas entre esos disturbios y los iniciados en París, pero un adolescente que participó de las protestas en Huchting admitió que él y sus amigos se inspiraron en sus pares franceses.
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El ministro del Interior del sudoriental estado alemán de Baviera, Gunter Beckstein, advirtió, entrevistado por una radio, que hechos de violencia semejantes a los registrados en ciudades francesas podían ocurrir en Alemania.
"No estamos protegidos contra ese tipo de inestabilidad. La integración de los inmigrantes en nuestra sociedad no ha sido completamente exitosa", señaló en una entrevista radial.
Mientras, el jefe de gobierno del occidental estado de Renania-Palatinado, Kurt Beck, coincidió en que los jóvenes inmigrantes alemanes podían sentirse tentados a seguir el ejemplo de los manifestantes franceses.
"Debemos prestar mucha atención a esta gran concentración de población joven que no parece tener ningún tipo de oportunidades", dijo a periodistas.
Por su parte, Margot Kaessmann, obispa de la central ciudad alemana de Hanover, advirtió que la segregación de los inmigrantes promueve el surgimiento de sociedades paralelas.
Una persona muerta, otras 200 heridas, más de 6.000 vehículos incendiados y unos 1.300 manifestantes detenidos es el saldo de las violentas protestas en los últimos 13 días por parte de jóvenes inmigrantes e hijos de inmigrantes en varias ciudades francesas.
Los disturbios comenzaron el 27 de octubre, luego de que dos adolescentes inmigrantes murieron accidentalmente en una central eléctrica de alto voltaje de Clichy-sous-Bois, un distrito pobre ubicado 30 kilómetros al noreste de París.
Al propagarse el rumor de que los adolescentes se habían escondido allí porque huían de la policía —versión negada por las autoridades—, estalló la furia de los inmigrantes.
La situación se agravó con las declaraciones del ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, quien llamó "escoria" a los jóvenes.
Bülent Arslan, líder del Foro Turco-Germano, del noroccidental estado alemán de Renania del Norte-Westfalia, considera imposible que en Alemania ocurran hechos de violencia similares a los de Francia.
Los inmigrantes y sus hijos suman en Alemania unos ocho millones, esto es, 10 por ciento de la población del país. La comunidad turca es la mayoritaria.
Peter Stech, trabajador social de Huchting, sostuvo que los últimos incidentes en varias ciudades francesas no fueron una expresión de inestabilidad social y descartó incidentes similares en Alemania.
"Muchos jóvenes dicen: '¡Oh, qué bien, Hutching también sale en las noticias!', pero no hay intencionalidad política detrás de esas acciones aisladas", afirmó.
En Alemania "no veo pandillas con 100 miembros, como en Francia", añadió.
"El modelo de integración francés no ha tenido éxito con las generaciones de inmigrantes más jóvenes, como sí ocurrió en el pasado", dijo el lunes el primer ministro francés Dominique de Villepin, en una entrevista televisiva.
"He hablado con muchos jóvenes inmigrantes, y ellos me expresaron su sufrimiento por lo que consideran discriminación", añadió.
De Villepin sostuvo que la sociedad debe responder a esos sentimientos proveyendo oportunidades de educación y trabajo a los inmigrantes.
El líder de la Confederación Francesa de Trabajadores Democráticos, Francois Chérèque, se reunió el lunes con el primer ministro y dijo en una conferencia de prensa que las manifestaciones de jóvenes eran el precio que Francia tenía que pagar por "más de 20 años de negligencia en los distritos más pobres del país"