La andiroba (ébano brasileño), el cupuaçú, la palma de açaí y la de murmurú son algunas especies vegetales cuyos frutos, semillas y aceites pueden ayudar a salvar los bosques amazónicos, si conquistan un mercado más amplio y son producidas de forma sustentable.
Ese es el objetivo del Mercado Forestal promovido esta semana por cuatro organizaciones ambientalistas en la sureña ciudad de Sao Paulo, que buscó conectar a productores, no solo amazónicos, y a posibles compradores de Brasil y del exterior, además de proponer debates sobre alternativas económicas para preservar los bosques y la biodiversidad.
El resultado de esa primera feria de productos forestales en el país "superó las expectativas en negocios", aunque los visitantes fueron menos de los 10.000 esperados, dijo a IPS el gerente de Servicios para Negocios Sustentables de Amigos de la Tierra-Amazonia Brasileña, Luiz Villares, principal promotora de la feria que se desarrolló entre el sábado y el martes.
El precio de la entrada, 20 reales (nueve dólares), redujo la participación a "un público calificado" de interesados en negocios o en informaciones concretas sobre el mercado específico, justificó.
Cerca de 200 expositores, entre empresas, cooperativas y asociaciones comunitarias, mostraron sus productos y servicios en sectores como alimentación, artesanía, cosméticos, medicamentos, muebles y ecoturismo.
Un jabón hidratante hecho del fruto de una palma llamada murmurú en el estado amazónico de Acre, "biojoyas" de semillas típicas de la Amazonia, "cuero vegetal" y tejidos constituidos del látex de la seringueira, materia prima del caucho natural, hicieron parte de la muestra.
"La diversidad de productos y experiencias de economía comunitaria de los varios biomas (grandes ecosistemas) brasileños" fue el aspecto sobresaliente de la feria, con gran interés por la artesanía y alimentos raros, como frutas amazónicas y carne de yacaré (cocodrilo), destacó Villares.
La importancia del Mercado Forestal es el impulso a un comercio "aún poco estructurado, con oferta incipiente y mercado consumidor no informado", sostuvo.
Pero es la madera, que tiene sus propias ferias, el producto de mayor peso económico e impacto ambiental sobre los bosques. En esa área, "la demanda por productos certificados supera la oferta", advirtió en una charla la directora ejecutiva del Consejo de Manejo Forestal (FSC) de Brasil, Ana Yang.
Esa escasez de oferta, además de frustrar a los consumidores, tiene otro efecto negativo, el de desanimar y reducir la demanda en lugar de promover "la indignación y las presiones para aumento de la producción", reconoció Villares.
En Brasil se agravó el problema, ante la dificultad para aprobar planes de manejo forestal. Una fuerte represión a la extracción y el transporte ilegales de madera amazónica, que incluyó el apresamiento de las autoridades ambientales implicadas, intensificó las restricciones y el temor de los funcionarios del Instituto Brasileño de Medio Ambiente a conceder autorizaciones.
La ampliación de un mercado forestal sustentable exige promover una producción de calidad y cantidad, mejorando la productividad, la gestión y el mercadeo de los productores que poco conocen el mercado, además de "dar conciencia a los consumidores, en un proceso lento", resumió Villares.
Por eso, la organización no gubernamental Amigos de la Tierra creó el Grupo Compradores para actuar junto a empresas de construcción, los mayores consumidores de madera, para que prefieran productos certificados de áreas sometidas a manejo forestal.
El uso de madera certificada en la construcción es aún "limitado, insignificante", admitió Karina Aharonián, activista del Grupo. Aún hay poco contacto entre los grandes mercados consumidores, como Sao Paulo que responde por 15 por ciento de toda la madera utilizada en Brasil, y los proveedores lejanos del norte, explicó a IPS.
Además, es difícil aprobar planes de manejo en la Amazonia debido a los problemas para regularizar la propiedad de las tierras, observó.
La organización ambientalista internacional Greenpeace también actúa en Brasil en el mercado consumidor como una vía para reducir la deforestación amazónica, que hasta el año pasado avanzaba cerca de 25.000 kilómetros cuadrados cada año.
En el caso de Greenpeace, su blanco son las alcaldías. El programa Ciudad Amiga de la Amazonia busca comprometer a los gobiernos municipales en el uso "exclusivo de madera de origen legal" en sus obras y licitaciones, explicó a IPS la activista de la campaña, Rebeca Lerer. "Más tarde intentaremos que compren madera de áreas de manejo", acotó.
Los municipios ya comprometidos adoptan decretos o leyes que obligan a la compra de maderas de origen legal para cualquier proyecto municipal.
Diecisiete municipios ya adhirieron al programa, incluyendo a Sao Paulo, la mayor metrópoli brasileña. Algunas grandes capitales estaduales, como Río de Janeiro y Porto Alegre, están en proceso de negociación. El ritmo de adhesiones se aceleró este año, señaló Lerer.
El escaso conocimiento de las alcaldías sobre la realidad amazónica y su participación en la cadena de producción y consumo, que conduce a la destrucción de los bosques es una de las dificultades para este proceso. Otra se vincula al precio de la madera certificada, 20 a 30 por ciento más cara que el producto ilegal, según la activista.
Esa diferencia de precio es un grave obstáculo en la lucha contra la extracción ilegal, origen de 80 por ciento de la madera consumida en Brasil, admitió. Elevar la participación del producto legal es indispensable para invertir la tendencia a favor del uso de maderas cortadas legalmente, lo cual explica el esfuerzo para convencer a las alcaldías.
Las entidades públicas no pueden estimular la clandestinidad, adquirir madera ilegal tiene un costo en imagen y puede tener consecuencias judiciales por la ley de delitos ambientales, arguyó Lerer.