AMBIENTE: No todo es culpa del cambio climático

La intensa temporada de huracanes este año en el océano Atlántico Norte, con las furiosas y excepcionales tormentas Katrina, Rita y Wilma, no se puede atribuir directamente al calentamiento global, según científicos consultados por Tierramérica.

El huracán Wilma, que devastó la Península de Yucatán y se ensañó con Cuba y Florida, fue la tormenta más potente en los registros históricos de la cuenca del Atlántico, con una presión barométrica récord de 882 milibares y vientos de hasta 270 kilómetros por hora.

Wilma destrozó cientos de hoteles y comunidades en el balneario mexicano de Cancún, anegó céntricas avenidas en La Habana y dejó a millones sin luz en Miami. Miles de personas soportarán por meses sus devastadores efectos.

Pero, ¿son estas escalofriantes escenas de destrucción producto directo del calentamiento global inducido por el hombre, tal como sugieren algunos observadores y grupos ambientalistas?

No, según Judith Curry, una de las científicas de mayor notoriedad en Estados Unidos en los últimos meses, precisamente por sus esfuerzos para relacionar los huracanes con el calentamiento de la Tierra.

"No podemos atribuir directamente al calentamiento global la intensidad de una tormenta en particular o de varias tormentas en una época en particular", dijo a Tierramérica Curry, quien dirige la Escuela de Ciencias de la Tierra y la Atmósfera, del Instituto Tecnológico de Georgia, en Atlanta, Estados Unidos.

El calentamiento global es producido por los gases de efecto invernadero, derivados del uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). A este fenómeno, inducido por las actividades industriales del hombre, se atribuyen variabilidades climáticas, conocidas como cambio climático.

"Este año, en el Atlántico Norte y el Caribe, los huracanes han sido especialmente intensos debido a que la temperatura superficial del océano ha sido más alta que lo usual, y a que los patrones de circulación atmosférica han sido favorables", dijo Curry.

Los huracanes obtienen su violenta potencia del aire caliente y húmedo en la superficie del mar, y empiezan a formarse en aguas con al menos 26,6 grados centígrados.

La temporada 2005, que termina a fines de noviembre, batió el récord en número de tormentas tropicales en la zona, con Beta, la número 23. En 1933 se habían registrado 21 tormentas.

Las causas son múltiples, según Curry. "Este año excepcional puede ser probablemente atribuido a una combinación de calentamiento global, El Niño y la Oscilación del Atlántico Norte", resumió.

Esta oscilación es un modo natural de variabilidad climática, con periodicidad de décadas.

Otro multicitado científico, Kerry Emanuel, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT son sus siglas en inglés), concuerda con Curry.

En el Atlántico, que sólo registra once por ciento del número mundial de tormentas, la intensidad de los huracanes se debe a ciclos naturales. "Es difícil ver un signo de calentamiento global ahí", opinó Emanuel.

"El daño terrible de estas tormentas (Katrina, Rita, Wilma) dependía de que toquen tierra, dónde y cuándo, y eso es mayormente una cuestión de suerte", señaló el experto a Tierramérica.

Judith Curry y Kerry Emanuel atrajeron los reflectores en los últimos meses por sendos estudios que prueban, por primera vez y cada uno con su propia metodología, que la intensidad (no el número) de los huracanes en los mares del mundo ha aumentado desde 1970, a causa del aumento de la temperatura en la superficie del mar.

Curry publicó el suyo en la revista Science en septiembre, en co-autoría con el científico Peter Webster. Emanuel lo hizo en julio en la revista Nature.

Para ambos, parte del aumento global de la temperatura superficial del mar en las últimas décadas se debe al calentamiento del planeta. "Pero en qué porcentaje, no lo sabemos", dice Curry. Y ambos son cautos a la hora de culpar a este fenómeno por la furia de un huracán específico.

Emanuel aclara además que no hay ninguna base para afirmar que ha aumentado el número global de huracanes. "Hay alrededor de 90 ciclones tropicales cada año en el mundo, y esta cifra se ha mantenido firme como una roca", aseguró.

Los estudios de Curry y Emanuel reavivaron el politizado debate sobre clima en Estados Unidos que, pese a ser el mayor emisor mundial de gases invernadero, declinó firmar el Protocolo de Kyoto que los controla y que entró en vigencia en febrero.

Tras el paso de Katrina que tocó tierra el 29 de agosto en Estados Unidos, destruyó Nueva Orleans, produjo daños por 30 mil millones de dólares, y golpeó políticamente a la administración del presidente George W. Bush, el estridente debate sobre el clima volvió a dividir a la comunidad científica.

Varios especialistas rechazan incluso la tesis del aumento de la intensidad de los huracanes en los últimos 35 años. Reprochan a Emanuel y Curry referirse sólo a datos satelitales a partir de 1970, cuando la cuenca del Atlántico cuenta con registros tomados por aviones al menos desde 1945.

Esos datos comprueban que el Atlántico tuvo periodos ciclónicos tan activos como el actual, aseguran.

El periodo entre los años 40 y 60 registró mucha actividad ciclónica, el que comprende los años 70 y 90 fue bastante quieto, y en 1995 inició el actual ciclo intenso, según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, (NOAA son sus siglas en inglés).

Jorge Sánchez-Sesma, del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, coincide: "La frecuencia de los huracanes en los años 50 y 60 fue intensa y ahora estamos regresando a esas condiciones. El calentamiento global tiene una contribución no antropogénica (no generada por el hombre) significativa que no ha sido tomada en cuenta", señaló.

Además "la población y sus ciudades han aumentado notablemente en las zonas costeras del sureste de Estados Unidos y en las costas de Quintana Roo en México, eso nos expone más que en el pasado", indicó.

Para Patrick Michaels, profesor de la estadounidense Universidad de Virginia e investigador del liberal Instituto Cato, con sede en Washington, no hay ninguna influencia del calentamiento global en Wilma, como no lo hubo en Katrina.

Michaels es uno de los más fervientes críticos de lo que llama la "histeria mediática" sobre el calentamiento global, las intenciones políticas detrás de su investigación y los millonarios fondos de los contribuyentes que ésta absorbe en Estados Unidos.

"El presupuesto para estudiar el cambio climático es casi el mismo que el del Instituto Nacional del Cáncer. Cuando eso pasa, usted sabe, la gente va a testificar que su tema es excesivamente importante", dijo a Tierramérica.

"Si los huracanes hubiesen duplicado su fuerza, las compañías de seguros estarían hechas añicos. Y no es así", argumentó.

* La autora es directora editorial de Tierramérica. Con aporte de Diego Cevallos (México). Publicado originalmente el 30 de octubre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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