El aval del Consejo de Seguridad de la ONU al inicio de las conversaciones sobre el futuro político de la provincia autónoma serbia de Kosovo incomoda a Belgrado, que pronostica una nueva desestabilización en los Balcanes.
"Tenemos por delante duras y difíciles conversaciones", afirmó el presidente de Serbia, Boris Tadic, en una conferencia de prensa en Belgrado, y subrayó que su gobierno defendería siempre los intereses nacionales serbios.
El Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) aprobó el lunes el comienzo de las conversaciones para definir el estatuto de Kosovo, provincia serbia del sur del país, cuya población es mayoritariamente albanesa, bajo administración internacional desde el fin de la guerra en 1999.
"Ha llegado el momento de dar un nuevo paso en el proceso político" en Kosovo, señaló ese órgano del foro mundial en un comunicado.
Las negociaciones para definir si el territorio se independizará u obtendrá un estatuto autonómico dentro de Serbia comenzarían el mes próximo y durarían por lo menos un año.
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No importa cuál sea el resultado, las fuerzas de paz internacionales tendrán un papel clave para impedir cualquier brote de violencia en la provincia, donde viven casi dos millones de albano-kosovares.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, confirmó el lunes a periodistas en Nueva York que designó al ex presidente finlandés Martti Ahtisaari (1994-2000) como su representante para esas conversaciones.
Mientras, el primer ministro serbio Vojislav Kostunica, en su discurso ante el Consejo de Seguridad, subrayó que "cualquier solución deberá respetar la soberanía y la integridad territorial de Serbia y Montenegro como país reconocido internacionalmente".
Serbia y Montenegro es una república confederada constituida por dos estados, que tienen previsto decidir mediante referéndum el año próximo si permanecerán unidos.
El asesor en política exterior de Kostunica, Vladeta Jankovic, alertó en una reciente entrevista que una eventual división del territorio serbio para crear un nuevo país independiente "sentaría un peligroso precedente".
"Amenazará el futuro de la región. Ningún estado puede aceptar que simplemente se lleven una parte de su territorio", señaló.
En 1999, el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 1244, por la cual permitió el ingreso a Kosovo de las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), después de 11 semanas de bombardeos sobre Serbia en respuesta a la represión de kosovares ordenada por el entonces presidente Slobodan Milosevic, ahora enjuiciado por crímenes de guerra por un tribunal internacional.
Las fuerzas de seguridad serbias desplazaron en Kosovo a más de 800.000 personas, y asesinaron a otras 10.000 en operaciones que duraron más de un año antes de los bombardeos de la OTAN. Milosevic estaba decidido a ahogar todo intento independentista de los albano-kosovares, a los que acusó de "terroristas".
A partir de 1999, con la asistencia de la ONU, los kosovares establecieron sus propias instituciones públicas básicas, realizaron elecciones y crearon una policía local.
Sin embargo, aún no existe una verdadera sociedad multiétnica en la provincia.
La población serbia de Kosovo cayó de 300.000 a menos de 100.000, sobre todo debido a que muchos huyeron por represalias de la mayoría de origen albanés. Los que todavía viven en la provincia se concentran en el norte, cerca de los límites con las demás provincias serbias.
"Las relaciones entre las etnias son muy preocupantes", señaló ante el Consejo de Seguridad el enviado de la ONU a la provincia, Kai Aide, quien además aconsejó observar a la policía y al sistema judicial kosovares "por un largo tiempo".
Todavía muchos serbios son víctimas de asesinatos, secuestros e intimidaciones. La mayoría no confían en que las fuerzas de la OTAN o de la ONU puedan garantizarles seguridad.
El Consejo de Seguridad llamó el lunes a proteger a las minorías, respetar el imperio de la ley y crear las condiciones necesarias para permitir el regreso de los serbios que huyeron de Kosovo.
En los últimos meses, incluso las tropas de la OTAN fueron objeto de ataques que la prensa local atribuye a un recién creado Ejército por la Independencia de Kosovo.
La OTAN admitió que "grupos armados" en el occidente de la provincia detenían e inspeccionaban vehículos por la noche, aunque negó la existencia de un nuevo grupo separatista.
Estas prácticas eran características del Ejército de Liberación de Kosovo, que lanzó en 1998 una guerra de guerrillas contra las fuerzas de Milosevic.
Funcionarios de la OTAN y de la ONU admiten en privado que la situación en Kosovo cambió mucho en los últimos seis años, coincidentemente con la llega de las tropas multinacionales.
La corrupción, el tráfico de personas y el contrabando de armas son comunes en la provincia, señalan, pero no explican por qué la presencia de las fuerzas internacionales no logró evitar estos males.