Las elecciones del próximo domingo en Argentina no sólo revelarán el verdadero nivel de apoyo al gobierno de Néstor Kirchner sino que también pondrán en escena una inédita implosión en el sistema de partidos, que plantea muchos interrogantes.
"Los partidos políticos en Argentina viven una crisis terminal y, en este marco, los únicos candidatos que avanzan son los que logran reordenar el caos que se precipitó luego del estallido", explicó el analista Roberto Bacman, director del Centro de Estudios de Opinión Pública.
El estallido al que se refiere Bacman fue el resultado de un proceso que comenzó a gestarse en los años 90, pues hasta ese momento, aún con deficiencias, el bipartidismo funcionaba en Argentina. Pero a fines de 2001, con el colapso económico, social y político que derivó en la caída del gobierno de Fernando de la Rúa a mitad de su mandato de cuatro años, el sistema se desintegró.
Hace apenas una década era imposible imaginar una contienda electoral que no tuviera como actores principales a los dos grandes partidos políticos que se alternaron en el gobierno, salvo en los reiterados periodos de dictadura militar, como fueron la Unión Cívica Radical (UCR), nacida con el siglo XX, y el Partido Justicialista (peronista), creado a mediado de los años 40.
Las ruinas de aquel esquema quedaron al desnudo ya en los comicios presidenciales de 2003, cuando el radicalismo obtuvo apenas tres por ciento de apoyos y el peronismo se presentó con tres candidatos. Esos resultados, que a la postre le dieron el gobierno a Kirchner, no fueron coyunturales, tal como se confirmó en las propuestas para los comicios parlamentarios del domingo.
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Los ciudadanos argentinos están convocados a las urnas para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y 33 por ciento del Senado.
Pero en estos comicios, los primeros que afronta el gobierno centroizquierdista del peronista Kirchner y en los que además se elegirán también en parte las legislaturas provinciales, se verá un nuevo capítulo del deterioro de las viejas y nuevas estructuras partidarias.
Las encuestas proyectan que la UCR recogerá apenas 10 por ciento de los votos. Es que el partido centenario, que logró en el pasado atraer a las clases medias, "se desarticuló como alternativa de poder", comentó a IPS el analista político Rosendo Fraga, que ubica el inicio de ese declive en 1993.
De hecho, entre los candidatos de centroizquierda y centroderecha que se postulan a la cabeza de partidos nuevos o de menor convocatoria hay dirigentes que provienen del radicalismo como el economista Ricardo López Murphy o la abogada Elisa Carrió. Otros saltaron directamente a las filas del peronismo, en su versión más renovadora que lidera Kirchner.
En cambio, al Partido Justicialista, las consultas le otorgan un mucho mayor caudal de votos que a su viejo competidor, pero el problema es que otra vez se presenta dividido, en particular en dos sectores muy distanciados que se acercan a una ruptura.
Por un lado, el ya denominado kirchnerismo, que busca renovar el peronismo y concitar apoyos necesarios para defender al gobierno desde el Congreso legislativo, y por otro el justicialismo tradicional liderado por el ex presidente interino Eduardo Duhalde (2002-2003).
Los kirchneristas llevan el lema "Frente para la Victoria" y tienen como figura protagónica a la senadora Cristina Fernández, la esposa del presidente que lidera la intención de votos en la oriental provincia de Buenos Aires, el distrito que representa casi 40 por ciento del electorado nacional.
Los duhaldistas compiten con el sello del Partido Justicialista y llevan como candidata al Senado por la misma provincia bonaerense a la diputada Hilda González, esposa del antecesor de Kirchner.
Sin embargo, no por ostentar la simbología histórica y el nombre del peronismo, los seguidores de Duhalde tienen más chances. En el mejor de los casos, su sector podría emerger como segunda fuerza electoral a nivel nacional.
Los analistas políticos sostienen que el kirchnerismo logra captar la mayoría de las voluntades peronistas en la provincia de Buenos Aires, "la más peronista del país", pero también la de otros votantes de sectores medios y altos que nunca han votado el peronismo pero que ahora se identifican con la candidata y con el presidente.
"La mitad de los nuevos votantes de la provincia de Buenos Aires, es decir los jóvenes, votarán por Fernández", anticipó Bacman. El resto de la oferta está muy atomizada en todos los distritos.
A pesar de este aparente predominio del peronismo, la encuestadora Graciela Romer coincide en que el partido no está ajeno a la crisis.
"Los dos grandes partidos están en crisis, sólo que en el caso del radicalismo se nota más que en el justicialismo que, más que una institución, es una cultura y por eso su declive es menos abrupto", definió la experta.
Frente a este panorama, las perspectivas de que se reponga en la escena política un esquema bipartidista o de dos coaliciones principales ¡centroderecha y centroizquierda— está más viva en la mente de los teóricos que en la de los dirigentes políticos.
Al comenzar su mandato en mayo de 2003, Kirchner había previsto formar una coalición de centroizquierda con eje en un peronismo renovado. Empero, cuando enfrentó la necesidad de sumar apoyos se alejó de ese modelo, sostuvo Romer. "Una cosa es Kirchner cuando teoriza y otra cuando actúa", advirtió.
De esta manera, la oferta electoral plantea muchas dudas a los observadores. El peronismo ¡-en sus distintas corrientes internas— podría alzarse con la gran mayoría de los votos frente a una oferta fuertemente dividida y, por lo tanto, incapaz de articularse en una opción alternativa y de control democrático efectivo.
"La calidad del sistema de partidos es una variable esencial para el buen funcionamiento de las instituciones", sostuvo Fraga. Citó el ejemplo de países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia o España, donde el bipartidismo es la clave de la salud del sistema.
Para el observador, Argentina carece hoy de partidos políticos de peso y por lo tanto la calidad institucional seguirá siendo una asignatura pendiente luego de los comicios.
"El justicialismo es un conjunto de jefes territoriales, pero ya no funciona como partido", aseguró Fraga. Tampoco ve posibilidades de desarrollo en el resto de las propuestas actuales de centroderecha y centroizquierda.
Bacman coincide en que hay una gran implosión en los partidos que tendrá efectos en los comicios del domingo. "Los votantes ya no se mueven por lealtades partidarias, por eso creemos que el candidato con más posibilidades es aquel que logre ir reordenando las lealtades dentro de ese caos", interpretó.
¿Qué pasará entonces con el sistema de partido luego de las elecciones? ¿Hacia donde derivará la nave?
Para Bacman, el justicialismo es un partido "en transformación". Si el Frente para la Victoria gana por una amplia brecha, es posible que el partido se reordene en torno a un nuevo liderazgo, de centroizquierda, encabezado por Kirchner. En tanto, el "duhaldismo" podría buscar alianzas con sectores de derecha, dijo.
Pero también está la posibilidad de que el justicialismo "se doble pero no se rompa", como remarcó Romer en diálogo con la prensa extranjera. La encuestadora y socióloga alertó sobre el fantasma de un partido que, luego de las elecciones, vuelva a urdir alianzas entre sus líneas internas de espaldas al electorado.
Sin embargo, la alternativa de una reunificación parece cada vez más lejana, según coinciden todos los observadores.