La falta de coordinación y la competencia entre los extranjeros que realizaron tareas humanitarias tras el tsunami que asoló las costas de Asia en diciembre derivó en el caos y en una ola de recriminaciones.
Indonesia fue el país más golpeado por el maremoto, con 168.000 víctimas fatales, la mayoría en la occidental provincia de Aceh, donde hubo 163.795 muertos. Según cifras oficiales, un tercio de ellos eran niños.
Se estima que, tras el tsunami —palabra japonesa que alude a las grandes olas que invaden las costas a causa de terremotos o erupciones volcánicas submarinas—, acudieron a las costas de esa provincia miembros de unas 300 organizaciones no gubernamentales y religiosas.
Por ejemplo, entre los activistas humanitarios participó un numeroso contingente de voluntarios australianos de la Iglesia de la Cientología, rápidamente identificables por sus remeras de color amarillo brillante e insignias con la leyenda "cuidado del trauma".
Esta Iglesia, fundada en los años 50 en Estados Unidos, es considerada por Alemania una empresa comercial y por el Vaticano, una secta. Francia le niega reconocimiento legal como religión, pero en su país de origen y en Gran Bretaña goza de exenciones impositivas propias de un culto.
Entre otras tareas, los cientologistas se dedicaron a la "sanación" a través del tacto dactilar en las zonas del cuerpo de los damnificados que sufrían dolor, con el fin de erradicarlo y enseñar al propio afectado a curarse a sí mismo. También brindaron asistencia espiritual a los sobrevivientes.
Otras organizaciones humanitarias "desconocidas" intervinieron de un modo bastante más intrusivo y comenzaron a vacunar contra el sarampión a los niños y niños de Aceh que habían sobrevivido al desastre natural, sin molestarse en llevar el registro de los que eran inmunizados.
Estos son sólo dos de los varios casos que causaron preocupación a la agencia humanitaria global que trabajó en Aceh inmediatamente después del tsunami: la Federación Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
La experiencia de algunas organizaciones de asistencia en Aceh llevó a la Cruz Roja y la Media Luna Roja a describir la ayuda humanitaria como "la industria menos regulada del mundo".
La situación es desafortundada, según Bekele Geleta, jefe de la delegación en Asia oriental de la organización con sede en Ginebra. Esas instituciones humanitarias "permanecen en actividad porque no hay una regulación apropiada y porque no hay criterios mínimos", afirmó.
Geleta formuló estos comentarios el miércoles, al presentar el Informe de Desastres Mundiales que anualmente publica la Cruz Roja y la Media Luna Roja. En esta ocasión, el estudio de 250 páginas se concentró en la respuesta internacional al tsunami y a otros desastres naturales en 2004.
Que el tsunami tenga una ubicación prominente en la decimotercera edición del informe se debe a su escala sin precedentes. El fenómeno arrasó costas de 11 países a través del océano Índico, matando a 224.495 personas y desplazando a millones.
Según el informe, luego de Indonesia, la lista de países más afectados por el tsunami tiene en el segundo lugar a Sri Lanka, con 35.399 muertos, seguido de India, con 16.389, y Tailandia, con 8.345.
Numerosas organizaciones humanitarias no siguieron procedimientos homogéneos ni elevaron informes sobre sus actividades, indica el documento.
"En Aceh hubo tanta competencia entre las organizaciones benéficas que incluso se ocultaron información entre ellas", señala el informe. "Para mediados de enero, el espacio humanitario se había vuelto demasiado pequeño para todos estos actores."
Oxfam Internacional, institución de raíz católica que actúa desde su fundación en 1995 en el campo humanitario, mostró exasperación ante la presencia de organizaciones no gubernamentales nuevas y desconocidas hasta ahora, que aparecieron de la noche a la mañana en las áreas más afectadas.
Oxfam llamó a los gobiernos de las áreas más golpeadas por el tsunami a "trabajar con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para establecer inmediatamente un sistema de acreditación, con el fin de que las agencias internacionales se aseguren de que el trabajo que están haciendo está de acuerdo con su experiencia", según el informe.
Detrás del pensamiento de Oxfam está las normas que cumplen en la asistencia de desastres, al igual que otras organizaciones humanitarias de larga data, como la Cruz Roja y la Media Luna Roja, Save The Children Fund y Médicos Sin Fronteras.
"Hay criterios mínimos de los que todas las agencias seriamente comprometidas con la asistencia humanitaria deben ser conscientes ", dijo a IPS Ashvin Dayal, director de la oficina de Oxfam para Asia oriental.
Actualmente, tres documentos constituyen la regla de oro de las agencias humanitarias en operaciones de alivio de desastres: el Código de Conducta de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, y el Estatuto Humanitario y Criterios Mínimos del Proyecto Esfera y los Siete principios de responsabilidad, ambos de Humanitarian Partnership Accountability International (HAP-I).
El Código de Conducta, el más antiguo de los tres estatutos, fue elaborado hace 11 años por ocho de las principales organizaciones mundiales dedicadas al trabajo en los desastres.
Este código marcó "un enorme salto adelante al establecer estándares para la respuesta al desastre", declaró la agencia con sede en Ginebra.
Estos códigos, que son voluntarios, incluyen 10 principios de compromiso, entre ellos ubicar primero los imperativos humanitarios, brindar asistencia sin distinción de raza, credo o nacionalidad, no usar la asistencia para promover puntos de vista políticos o religiosos particulares, y responsabilizarse "tanto ante aquellos a los que buscamos para asistir como ante aquellos de quienes aceptamos recursos".
Por su parte, HAP-I, que inició sus actividades en 2003, reúne a organizaciones humanitarias que se comprometen con la autorregulación y el trabajo "escuchando a los beneficiarios previstos de la acción humanitaria, para que la calidad y la efectividad de su trabajo humanitario sea mejorada".
Pero ese lenguaje por sí solo no se traducirá en una reforma de la actividad humanitaria a menos que los gobiernos vean sus méritos y los adopten, dijo Rajan Gengaje, consejero en materia de respuesta a desastres regionales para Asia y el Pacífico en la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCAH) de la ONU.
"Para mejores estándares durante los esfuerzos de alivio, los gobiernos nacionales deben liderar la creación del tipo de mecanismo correcto para que las organizaciones trabajen", explicó durante una entrevista.
Un país que mantiene un estricto control sobre la actividad de las organizaciones no gubernamentales y que ha desalentado la asistencia no solicitada luego del tsunami fue India.
Para suscitar este nuevo clima, los principales miembros de OCAH y otras agencias humanitarias han comenzado a alegar que los gobiernos donantes "deben dejar de financiar a las organizaciones no gubernamentales que se niegan a trabajar dentro de la estructura de coordinación acordada", según el informe.
Un trabajador humanitario que vio a los cientologistas en acción comentó ácidamente: "¿Se dan cuenta de que esta gente está brindando apoyo psicológico a niños traumatizados? ¡Nadie los puede parar!".