CUBA: Limpieza orgánica de derrames de crudo

Un producto basado en bacterias marinas se aplica con éxito desde 1992 en Cuba para limpiar derrames de petróleo y sus derivados en mar, agua dulce y suelos contaminados.

El Bioil-FC se ha mostrado eficaz para modificar compuestos tóxicos de hidrocarburos en sustancias biodegradables, hasta su conversión completa en dióxido de carbono y agua.

Este bioproducto tiene bajo costo y sus aplicaciones en esta isla del Caribe arrojan altos índices de eficacia en plazos breves, en comparación con experiencias internacionales para el tratamiento de derrames de hidrocarburos.

"Hemos logrado más de 90 por ciento de remediación (limpieza) en un máximo de 30 días de aplicación", dijo a Tierramérica el ingeniero químico Roberto Núñez, director del Centro de Biopreparados Marinos (Cebimar).

En derrames de petróleo y derivados, fuentes especializadas de diferentes países estiman satisfactoria una remediación biológica de 55 por ciento, en un período de tres a cuatro meses.

La remediación biológica o biorremediación es un método de saneamiento ambiental mediante microorganismos que degradan desechos orgánicos peligrosos y los transforman en compuestos menos dañinos.

Esta técnica, conocida desde hace unos 25 años, explota la capacidad de algunas bacterias, levaduras y hongos para incorporar parte de los compuestos peligrosos en su metabolismo, con fines de crecimiento o de obtención de energía.

El Instituto de Oceanología de Cuba inició hace más de diez años la recolección de bacterias marinas de más de 400 cepas. Del total, "70 por ciento es capaz de degradar el petróleo y cinco de ellas son muy eficaces", dijo Núñez.

El Bioil-FC, formado por estas cinco cepas, se probó en el tratamiento de un derrame de 500 toneladas de crudo cubano, provocado en 1998 por la colisión de dos buques en la bahía de Matanzas, a 98 kilómetros de La Habana.

Según Cebimar, "el ecosistema se recuperó totalmente" unos 30 días después de la aplicación de 100 mil litros de Bioil-FC. La bahía fue saneada y también la playa Los Pinos, área de baño de la población.

"Cuba está rodeada de mar y siempre está en riesgo de contaminación por (derrames marinos) de petróleo", comentó Núñez.

Unos cinco millones de barriles de combustible se mueven cada día por el mar Caribe en barcos cisternas. En la región caribeña se registra uno de los tráficos marítimos más intensos del mundo, con un promedio de 50.000 embarcaciones anuales.

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), la contaminación por vertidos de barcos petroleros y cruceros se encuentra entre las amenazas más graves para los países pobres del Caribe.

La biorremediación suele aplicarse como tratamiento secundario tras la recolección mecánica del derrame con diferentes equipos. Esa primera fase puede garantizar la recuperación de hasta 60 por ciento del hidrocarburo.

Una prueba de fuego para Cebimar fue el tratamiento en 2002 de un derrame de 200 toneladas de petróleo en una playa y un estero de manglar de la Ensenada de Arroyo Blanco, en la provincia oriental de Holguín.

Los especialistas llegaron a la zona dos meses después del accidente. El petróleo se había impregnado en el mangle y mostraba un índice de sedimentación de 70 por ciento, afectando seis hectáreas de manglar y cuatro kilómetros de playa.

"Nunca antes habíamos usado microorganismos sin realizar antes una recogida con equipos del grueso del derrame. Esta fue la primera vez en Cuba, y los resultados empezaron a observarse 48 horas después de iniciado el trabajo", relató Núñez.

Un estudio científico sobre el caso de la Ensenada de Arroyo Blanco asegura que los resultados permitieron "poner a punto una novedosa tecnología aplicable a cualquier tipo de derrames de hidrocarburos en estas latitudes tropicales".

De acuerdo con el informe, "las características geomorfológicas de la zona tratada generalizan el resultado a cualquier tipo de ecosistema costero" en condiciones climatológicas similares a las de Cuba.

"La única limitante del Bioil-FC es que actúa sólo a una temperatura superior a cinco grados. La máxima eficiencia se logra entre 25 y 35 grados. A temperaturas más bajas también actúa, pero de forma más lenta", precisó Núñez.

La biorremediación en climas fríos extremos, como el de la austral Antártida, fue desarrollada desde inicios de esta década por científicos argentinos con flora bacteriana autóctona.

* La autora es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 27 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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