Hace casi 20 años, cuando Lizette Vila empezó a trabajar en Cuba con personas discapacitadas, travestis, enfermas de sida y alcohólicas evitó hablar de minorías, porque la palabra en sí era como una forma de discriminación.
Ahora, la única cubana incluida en la lista de 999 mujeres que aspiran en conjunto este año al Premio Nobel de la Paz, afirma que mientras la diversidad se siga viendo como algo ajeno no habrá armonía y seguirá existiendo la exclusión.
Todas y todos somos parte de la diversidad. Como mujer heterosexual soy exactamente igual a una mujer lesbiana, ambas formamos parte de la diversidad, dijo a IPS Vila, también cineasta y promotora cultural.
La campaña 1.000 Mujeres y un Premio Nobel de la Paz 2005 se lanzó en 2003 por iniciativa de un grupo de ciudadanas y ciudadanos suizos que lograron el apoyo de una red mundial de organizaciones, incluidas varias agencias del sistema de la Organización de las Naciones Unidas.
La postulada que completa el millar no tiene nombre, edad, ni nacionalidad, pues en su lugar están representadas todas las que trabajan cotidianamente por la paz y la dignidad humanas.
Apenas 12 mujeres recibieron el premio Nobel de la Paz desde su creación en 1901. Por ello, la nominación colectiva pretende hacer justicia con millones de mujeres comprometidas con un futuro sin violencia en el mundo.
La paz no necesita de palomas, necesita de nosotras, es la consigna del proyecto cultural que Vila dirige desde 2002.
La realizadora del documental Y hembra es el alma mía, la primera obra que mostró la vida de las personas transexuales y travestis en Cuba, se niega a vincular la intolerancia hacia la diversidad sexual en este país sólo a condiciones histórico culturales.
La Revolución Cubana, desde su triunfo en 1959, impulsó importantes transformaciones sociales a partir de la inclusión de todos los sectores de la sociedad, incluidas las mujeres y la población negra y mestiza.
Pero la incomprensión de la homosexualidad y otras formas de expresión de la sexualidad que no se ciñan a lo heterosexual siguió latente como una forma más de ejercicio del poder desde la cultura machista hegemónica, según diversos especialistas.
Con lo único que se puede impulsar la capacidad de aceptar y desdibujar la intolerancia es con acciones fuertes de concientización y Cuba tiene la experiencia necesaria para estructurar un programa de cambio, opinó.
A su juicio, el concepto de que todas las personas están incluidas en la diversidad no ha entrado con fuerza ni en las esferas de pensamiento ni de acción en esta isla caribeña y, por ende, no ha encontrado un espacio en las políticas públicas.
El filme Y hembra es el alma mía no llegó a los circuitos cinematográficos cubanos. Lo importante es que contribuyó a que se abriera una línea de trabajo para que algunas de estas personas pudieran cambiarse la identidad, dijo su directora.
Vila nació el 17 de diciembre de 1949 en una familia pobre del barrio habanero del Vedado. Estudió música, fue musicalizadora de televisión y en 1989 se estrenó como cineasta con El orfebre, el primero de una lista más de 30 documentales.
Sus personajes son víctimas de la violencia, jóvenes que abandonan los estudios, religiosas que realizan una labor humanista poco reconocida en Cuba o una mujer que es portadora desde hace 11 años del virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Acumula dos premios Coral y dos premios de la crítica en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
La candidata cubana de las 1.000 mujeres por el Premio Nobel de la Paz ha sido profesora en universidades de su país, Colombia, Estados Unidos y Venezuela y representó a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en la Comisión Especial de Derechos Jurídicos y Sociales de la Mujer de las Naciones Unidas, entre 1996 y 2002. Por encima de cualquier otra cosa, Vila se ve a sí misma como una promotora cultural. En la sede del proyecto Palomas están las fotos de las actividades realizadas con personas con síndrome de Down o pacientes de cáncer.
Palomas, adscrito al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas (ICAIC), organiza talleres, exposiciones, conciertos y otras acciones de paz que promuevan cambios de estilos de vida y respeto a la diversidad.
El proyecto promueve Danza Voluminosa, un grupo de personas obesas que han logrado abrirse un espacio en el panorama cultural cubano, y organizó una exposición de fotos de desnudos en la tercera edad de la fotógrafa estadounidense Jacqueline Hayden.
No tenemos financiamiento alguno. Lo que tenemos es este local, equipamiento, cabeza, alma y nuestro trabajo, dijo Vila, quien, junto a su equipo, trabaja ahora en un documental sobre la construcción de la masculinidad.