HAITÍ: El hambre fuera de foco

La provincia Sur de Haití ha sufrido una severa sequía que impidió incluso sembrar, pero no llega asistencia financiera internacional para afrontar la situación, se queja Cécile Banatte, la gobernante local designada por la administración interina central para la región de mayor producción agrícola del país.

La preocupación de Banatte adquiere visos de tragedia si se tiene en cuenta que esa vasta zona del sudoeste haitiano, donde opera el batallón uruguayo como parte de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah), es responsable de buena parte de los menguados alimentos para la población del país, que se calcula en unos 8,5 millones de habitantes sin que haya datos oficiales fidedignos.

La falta de agua y el atraso del comienzo de la temporada de lluvias, que va normalmente de fines de abril a junio con precipitaciones copiosas que lavan la tierra, es claramente apreciable desde el avión que trasladó desde Les Cayes hasta Jeremie, las dos principales ciudades de la provincia, al grupo de periodistas uruguayos del que forma parte IPS.

Desde la montaña que atraviesa la zona de este a oeste bajan cauces fluviales en lo que sólo hay ahora barro y un hilo de agua, apenas suficiente para que los lugareños se bañen y laven sus ropas, como lo hacen desde tiempos ancestrales por falta de infraestructura y saneamiento. También aparecen cada tanto escalones áridos donde en algún momento hubo cultivos.

A pesar de ello, el sur de Haití sigue mostrando un verdor que ha desaparecido hace años en la mayor parte del país, en especial en el norte y en el valle central de Artobonite, hasta hace 20 años cubierto de arrozales que llegaron a abastecer el consumo nacional. Hoy esa producción quedó en el nivel mínimo para la subsistencia de los campesinos que se resisten a emigrar.
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Por eso y por la desatención histórica del gobierno central hacia el sur es que afloran allí, cada tanto, deseos separatistas, señala Banatte.

Los árboles todavía se suceden a corta distancia y la agricultura familiar es una constante en cada casa ubicada al costado de las rutas de balasto y piedras sueltas, que se vuelven intransitables en muchos tramos cuando llegan las lluvias e inundan todo. En Haití, lo único parecido al término medio es la asociación de muchos males con el número 50.

Sólo se produce 50 por ciento de los alimentos que se consumen, la expectativa de vida ronda los 50 años, la mitad de la población es analfabeta, igual proporción de los habitantes tienen menos de 21 años, muy poco más de la mitad acceden a agua potable y saneamiento, y la desnutrición tiene similar incidencia.

En Haití muere un niño de hambre por hora por malnutrición y en regiones del norte, de escasa o nula producción agrícola, se llega a las 29 muertes cada día, en una población total de poco más de un millón. La mortalidad infantil por esta causa y por la falta de saneamiento ya se sitúa en 69 por mil, comentó la danesa Anne Poulsen, de la delegación en el país del Programa Mundial de Alimentación (PMA).

Indicadores explicables si se tiene en cuenta que tres de cada cuatro haitianos dependen de un modo u otro de la agricultura, en gran parte de supervivencia y en la que aún prevalece la tracción a sangre, animal y humana. Transitar por zonas rurales de Haití es como regresar al siglo XIX. En una semana de recorridas por el sur, los periodistas uruguayos sólo alcanzaron a ver un tractor de labranza.

El ministro de Agricultura, Recursos Naturales y Desarrollo Rural, Philippe Mathieu, señaló en rueda de prensa con el contingente uruguayo que unas 700.000 familias viven de la tierra, erosionada hasta el agotamiento por la deforestación histórica que ha dejado apenas dos por ciento de los árboles encontrados por los colonizadores.

Con un entusiasmo que se parece más a un discurso "for export", Mathieu comentó que de todos modos su país aún conserva muchas riquezas naturales, entre ellas el mango, del que es el quinto exportador mundial.

La agricultura también produce arroz, calabazas, cacao y pimiento, y se crían aves, caprinos y cerdos, muchos de los cuales pueden verse en pleno centro de Puerto Príncipe, buscando sustento en las pilas callejeras de basura.

"El sur es un ejemplo del esfuerzo para superar la violencia que ha expulsado a mucha gente del campo", sostuvo Mathieu.

"Allí la situación está controlada", añadió en alabanza al trabajo que lleva adelante el Batallón Conjunto Uruguay 1, destinado a ese lugar por el comando de la Minustah. "Lo que esperamos también es que las fuerzas de paz trabajen con nuestros campesinos", apuntó.

Pero advirtió que "la solidaridad internacional es fundamental para que podamos lograr la institucionalidad", en obvia referencia al atraso en el ingreso de la cooperación financiera prometida por los países ricos.

Un estudio realizado el año pasado por expertos internacionales y el gobierno interino de Boniface Alexandre (designado tras el derrocamiento el 29 de febrero de ese año del presidente Jean-Bertrand Aristide), estableció que era necesario el aporte externo de por lo menos 1.300 millones de dólares en dos años para la reconstrucción e institucionalización del país.

Luego esa previsión se aumentó con el agregado de otros 1.000 millones de dólares, pero hasta ahora los donantes sólo han desembolsado 250 millones de dólares, y arguyen que los eventuales beneficiarios no están bien identificados o no son confiables.

Más allá de la queja de Mathieu por los recursos que no aparecen, cuando se lo consulta por datos sobre el área que maneja, duda o directamente admite que no cuenta con un panorama claro. Respuestas igualmente nebulosas obtuvo IPS al consultar a su colaborador inmediato, el director de Pesca, Roberto Badieu.

Entre sus planes está revitalizar la producción de arroz, "un producto estratégico" según Badieu y otrora bandera de las exportaciones haitianas, hasta que el país abrió bajo presión externa sus fronteras comerciales a mediados de los años 80, cuando se profundizaba en el mundo la aplicación del modelo llamado neoliberal.

Esa eliminación de las barreras comerciales permitió el ingreso de arroz estadounidense subsidiado, un huracán devastador para los cultivos nacionales pese a que éstos daban un grano de alta calidad, muy apreciado por el paladar local y extranjero.

La caída de 50 por ciento (otra vez el funesto número) de las ventas locales y al exterior del arroz haitiano empujó hacia Puerto Príncipe a una multitud de campesinos casi famélico, y se duplicó en poco más de dos décadas la población capitalina, que según se piensa es hoy de unos cuatro millones de personas.

La asistencia alimentaria internacional resulta fundamental con ese panorama agrícola, en un país en que la renta por persona apenas supera los 400 dólares al año y la ingesta de agua en malas condiciones provoca frecuentemente diarrea, disentería o tifus, entre otras enfermedades.

"Por suerte no hay muchos niños con malnutrición muy aguda, pero sí muchos desnutridos, y eso ya es muy grave", explicó Poulsen a los periodistas uruguayos.

Eso causa problemas físicos y mentales, indicó, para luego detenerse en que hay regiones de Haití donde 47 por ciento de los niños tienen problemas de nutrición.

Aproximadamente 1,5 millones de haitianos dependen de la ayuda humanitaria del PMA, pese a que el país dispone de una gran variedad de ecosistemas que ofrecen amplias posibilidades de producción diversificada, tanto para el consumo local como para la exportación, comentó la experta danesa.

Poulsen informó que el PMA ha asistido este año a 550.000 familias, con un costo de 20 millones de dólares aportados en especial por países y donantes privados, en especial de Estados Unidos, la Unión Europea, Suiza, Canadá y Japón.

En los próximos dos años se necesitarán más de 40 millones de dólares para llegar a las 850.000 familias previstas, que son asistidas también por otros programas, entre ellos los del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y organizaciones no gubernamentales.

Pero "los donantes son difíciles de obtener", porque "en el mundo hay muchos problemas" y esta pequeña nación sin valor estratégico no llama la atención en los países del Norte industrializado, se queja Poulsen.

"En Dinamarca, mi país, la sociedad ni siquiera conoce la situación política y económica de Haití, porque no están en los primeros planos de la información mundial, aunque aun así hay grupos de la sociedad civil e iglesias que cooperan", apuntó.

"Haití esta fuera de foco", remató con énfasis Poulsen.

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