El ala más conservadora del gobierno de Estados Unidos lanzó una campaña preventiva contra las elecciones de Irán pues, no importa quién gane, lo que se requiere allí es un cambio de régimen.
Cuando millones de iraníes se preparaban para elegir el viernes en las urnas al sucesor del presidente reformista Mohamed Jatami, los halcones, ayudados por duras declaraciones de George W. Bush, se esforzaron por poner en duda en los medios de prensa la credibilidad de los comicios.
Irán es hoy gobernado por hombres que suprimen las libertades dentro del país y promueven el terrorismo en el resto del mundo. El poder están en manos de unos pocos que no fueron elegidos y que mantienen el control gracias a un proceso electoral que ignora los requisitos básicos de la democracia, afirmó el mandatario el jueves por la noche.
Las declaraciones de Bush, repetidas luego por el asesor de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, y, en parte, por la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice, alentaron a los halcones, sobre todo a los neoconservadores fuera de la administración que presionan desde hace años por un cambio de régimen.
Las autoridades electorales iraníes dispusieron este lunes un recuento parcial de los votos emitidos el viernes, tras una serie de acusaciones de fraude por parte de los candidatos reformistas.
En la primera vuelta, el ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani (1989-1997) obtuvo 21,1 por ciento de los sufragios, contra 19,2 por ciento del ultraconservador alcalde de Teherán, Hahmoud Ahmadinedjad.
Los esfuerzos de los halcones para desacreditar las elecciones a último minuto revelan su creciente preocupación de que el nuevo presidente iraní sea un hombre hábil que sepa negociar y amistarse con Occidente, echando así por tierra sus planes de promover un cambio de régimen en Irán.
Esta preocupación aumentó el mes pasado cuando funcionarios del Departamento de Estado instaron a congresistas del gobernante Partido Republicano a que congelaran la Ley de Apoyo a la Libertad de Irán, que impondría nuevas sanciones a ese país, y quedaran a la espera de los resultados de las negociaciones de la Unión Europea con Teherán sobre su programa nuclear
Estos tipos quieren un cambio de régimen, y están muy preocupados por cualquier cosa que pueda impedirlo. Quieren garantizar que la Casa Blanca no se convenza de la idea de que puede negociar con un nuevo gobierno iraní, dijo una fuente del gobierno que no quiso ser identificada.
Por eso, los halcones se empeñaron en afirmar en los últimos días que las elecciones iraníes no harían ninguna diferencia, pues los extremistas islámicos, encabezados por el líder religioso supremo, el ayatolá Alí Jamenei, y por el Consejo de los Guardianes de la Constitución Islámica, seguirán controlando los destinos del país.
El Consejo de Guardianes es un órgano del Estado integrado por seis clérigos y seis abogados conservadores a cargo de refrendar todas las leyes.
Cualquier persona familiarizada con esa república islámica sabe que estas no son elecciones de verdad, escribió la semana pasada el analista Michael Ledeen en la revista derechista National Review. Ledeen fue funcionario del gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) y ahora trabaja para el conservador American Enterprise Institute (AEI).
Se trata sólo de una pantalla, de entretenimiento, de una ópera cómica montada para nosotros. El propósito de esta pura y simple farsa es disuadirnos de apoyar a las fuerzas de la revolución democrática en Irán, sostuvo.
Esta misma opinión se vio reflejada en una serie de columnas publicadas el jueves, incluyendo una del periodista Kenneth Timmerman en la National Review, y luego reproducida por el periódico The Washington Times, titulada Elecciones falsas, amenazas reales.
Otro artículo similar fue publicado en el mismo diario por Nir Boms, vicepresidente del conservador Centro para la Libertad de Medio Oriente y ex vicepresidente de la Fundación para la Defensa de las Democracias, y otro en The New York Times por la vicepresidenta del AEI, Danielle Pletka.
Mientras, el senador republicano Sam Brownback, líder de la derecha cristiana y vinculado con la comunidad iraní-estadounidense, fiel a Reza Pahlevi, hijo del sha derrocado por la Revolución Islámica en 1979, señaló que las elecciones eran falsas.
Analistas especializados en Irán reconocen que Jamenei y el Consejo de los Guardianes limitarán los movimientos de quien sea electo presidente, pero sostienen que afirmar que los comicios son apenas un espectáculo es una declaración simplista o una estrategia para distorsionar los hechos.
El analista Gary Sick, de la Universidad de Columbia, refutó la afirmación de Pletka de que Rafsanjani es el candidato de los mulá (intérpretes de la ley islámica).
Aquellos que están cerca del actual proceso electoral saben que la candidatura de Rafsanjani dividió a los mulá y fue resistida por Jamenei, señaló.
Con él coincidieron Abbas Milani y Michael McFaul, directores del Proyecto sobre Democracia Iraní del conservador Instituto Hoover, del occidental estado de California.
Rafsanjani y Jamenei discuten todo el tiempo, lo que muestra una clara división en la elite gobernante iraní, que podría presagiar el comienzo de una liberalización política, afirmaron.
Una lectura detenida de las opiniones de los halcones revela graves inconsistencias. Mientras algunos insisten, por ejemplo, en que millones de votos fueron preparados hace semanas para garantizar que gane el hombre correcto, Ledeen señaló que era imposible saber quién resultará electo.
Michael Ledeen nunca estuvo en Irán ni habla persa. Tiene una credibilidad mínima para analizar las elecciones y evaluar la situación política allí, dijo el analista William Beeman, autor del libro The Great Satan vs. the Mad Mullahs: How the United States and Iran Demonize Each Other (El gran Satán contra los mulá locos: cómo Estados Unidos e Irán se demonizan mutuamente), que será publicado próximamente.
Está claro que los neoconservadores están desesperados por negar toda credibilidad del pueblo iraní en esta elección y siguen propagando la imagen de que son personas desesperadas bajo un gobierno tirano, pues esto sirve para justificar un cambio de régimen, dijo Beeman.