Para los periodistas de Sri Lanka, la conmemoración este martes del Día Mundial de la Libertad de Prensa tiene un valor especial luego del asesinato de Dharmeratnam Sivaram, columnista especializado en asuntos de la comunidad tamil.
En la noche del 28 de abril, Sivaram, de 46 años, fue secuestrado por cuatro hombres armados cuando se dirigía a un bar céntrico de Colombo.
A la mañana siguiente fue hallado su cadáver con disparos en la cabeza en un pantano cercano al edificio del parlamento. La policía también encontró un cartucho de una pistola nueve milímetros y un pañuelo, que habría sido usado como mordaza.
El crimen sacudió al ambiente político de Sri Lanka. El gobierno de la presidenta Chandrika Kumaratunga ahora es presionado para que encuentre a los asesinos de Sivaram como muestra de su compromiso con la libertad de prensa.
Pero las autoridades nunca tuvieron celo en aclarar crímenes como éste. En los últimos cinco años fueron asesinados seis periodistas, y jamás se detuvo a ningún sospechoso.
El homicidio ocurrió en momentos en que Sri Lanka registra un número sin precedentes de ataques a la prensa, según la organización internacional Reporteros Sin Fronteras.
Sivaram, de hecho, ya había sido víctima de acciones hostiles. En mayo del año pasado, la policía había inspeccionado su casa en un suburbio de Colombo sin previa orden de allanamiento, y lo mismo ocurrió en julio. Las autoridades investigaban su presunta vinculación con terroristas.
Sin embargo, estos actos intimidatorios no lograron disuadirlo para que dejara de publicar sus agudos análisis de la situación política de Sri Lanka. Tampoco lo hicieron las amenazas de muerte lanzadas por parte de una facción disidente del grupo rebelde Tigres para la Liberación de la Patria Tamil-Eelam.
Siempre fue claro el apoyo de Sivaram a la causa de los rebeldes, que luchan por la separación de la zona tamil en el norte y este del país, de donde provenía. La profundidad de sus artículos en los periódicos The Daily Mirror y Virakesari, bajo el seudónimo de Taraki, lo hicieron célebre.
Sus conocimientos del trasfondo en la política tamil también se vieron reflejados en el sitio en Internet TamilNet, que él ayudó a crear a mediados de los años 90.
Su ausencia será sin duda sentida por los lectores, en especial los tamiles en el exterior, que gracias a sus artículos publicados en Internet seguían de cerca las novedades del conflicto en Sri Lanka, en el que han muerto más de 63.000 personas.
Sivaram era el mejor intérprete de la realidad tamil porque estuvo cerca del movimiento rebelde desde sus inicios. En los años 80 integró la Organización para la Liberación del Pueblo Tamil, uno de los muchos grupos que pelearon por la causa separatista. Luego se volcó al periodismo, e incluso escribió algunos artículos para IPS.
Pero, como recuerda su amigo y colega Rajpal Abeynayake, fueron sus columnas semanales las que lo destacaron como el periodista con más fuentes y conocimiento del movimiento separatista.
Su gran curiosidad era lo que movía a ese hombre, que tuvo tanto conocimiento de la militancia en el movimiento tamil. Todos se preguntaban quién demonios era Taraki, escribió Abeynayake, columnista del periódico The Sunday Times de Colombo, en tributo a Sivaram.
Sus columnas eran muy seguidas por los interesados en la estrategia militar, en la filosofía y en la cultura de los tamiles, así como en la historia de Batticaloa, la localidad en el este de Sri Lanka donde nació el periodista.
Pero también sus artículos le granjearon enemigos entre la mayoría cingalesa que habita en el sur de Sri Lanka. Para ellos, él era solamente un terrorista. Esta acusación lo siguió desde mediados de los 90, cuando fue varias veces interrogado por las autoridades.
Mientras otros periodistas hubieran optado por huir de Sri Lanka y ocultarse en algún otro país debido a las difíciles condiciones de trabajo, Sivaram decidió permanecer en Colombo. Estaba casado con Herly Yogaranjini, con quien tuvo tres hijos.