CHINA-JAPÓN: Entre desaires y competencia estratégica

En el 60 aniversario del fin de la segunda guerra mundial, la actitud hacia la historia y los gestos políticos intercambiados entre Japón y China deterioran los vínculos siempre tensos entre esos dos antiguos rivales.

Ambos gobiernos planifican actos conmemorativos para el próximo 15 de agosto, fecha en que el emperador japonés Hirohito anunció por radio su rendición ante las fuerzas aliadas, en 1945.

La aprobación este mes en Japón de un proyecto de ley que creó un feriado nacional en honor a Hirohito provocó la indignación de China, que padeció la ocupación japonesa en la septentrional región de Manchuria entre los años 1931 y 1945.

El feriado se celebrará por primera vez el 26 de abril de 2006, pero la decisión ya fue condenada por críticos que la consideran una medida más para glorificar el pasado militarista de Japón.

China, por su parte, considera declarar santuario nacional el monumento recordatorio de la masacre de Nanjing, en 1937, y realizar un rito de duelo el 15 de agosto, del que participarían los máximos líderes nacionales. Historiadores chinos estiman que las tropas japonesas mataron a más de 300.000 civiles en esa masacre.

El plan chino es visto como una represalia por las visitas anuales del primer ministro japonés Junichiro Koizumi al santuario Yasukuni, donde se honra a los militares japoneses caídos en la conflagración mundial, entre ellos criminales de guerra.

La decisión de Koizumi de visitar o no este año el sitio de Yasukuni podría marcar el incierto rumbo de las relaciones con China.

Según Beijing, las reiteradas visitas del mandatario japonés a ese sitio demuestran que no está realmente arrepentido por su pasado militarista. El gobierno chino se niega a celebrar cumbres bilaterales hasta tanto Koizumi deje de hacer esa ceremonia anual.

La indignación de Beijing se puso en evidencia este mes cuando la viceprimera ministra china Wu Yi desairó en público a Koizumi al cancelar una reunión con él horas antes de la fecha prevista. La cancillería china dejó claro que el desaire respondió a la negativa del mandatario japonés de dejar de visitar el santuario de Yasukuni.

El gobierno japonés ”debe saber que existe un límite a nuestra paciencia en cuestiones de principios, como lo es Yasukuni”, advirtió un editorial en el oficialista China Daily.

”Ya no debe haber más ambigüedad sobre esto, estratégica o no”, concluyó el periódico.

Japón ha pedido perdón por sus agresiones durante la guerra, que incluyeron sangrientas invasiones a varios de sus vecinos asiáticos y el uso de mujeres de esos países como esclavas sexuales.

El mes pasado, Koizumi ofreció una disculpa pública durante la cumbre de Asia-África, en Indonesia. Sin embargo, no ha renunciado a las visitas a Yasukuni.

Mientras Wu Yi se encontraba de visita en Japón, a mediados de este mes, Koizumi dijo que tomaría una ”decisión apropiada” sobre futuras visitas a Yasukuni, y agregó que ”ningún otro país debe interferir”.

Pero desde el punto de vista de China, ”el santuario de Yasukuni amalgama religión con política”, y ”al visitarlo, el gobierno de Japón hace una declaración política”, señaló Jiang Wenran, experto en relaciones chino-japonesas de la Universidad de Alberta, Canadá.

El desaire de Wu Yi a Koizumi fue quizá la manifestación de antipatía de más alto perfil hacia Japón, pero el resentimiento chino está muy extendido a todo nivel.

La semana pasada, autoridades chinas prohibieron el ”body sushi”, una práctica popular japonesa de comer sushi, una comida tradicional a base de pescado crudo, utilizando como fuente los cuerpos de mujeres desnudas.

El diario The Beijing Times justificó la prohibición arguyendo que la práctica ”es un insulto a la dignidad humana”, pero la medida también fue interpretada como una señal más de la hostilidad hacia Japón.

Los últimos dos meses han sido nefastos para las relaciones bilaterales, desde el nivel popular hasta el gubernamental.

La causa de la última disputa fue la aprobación por Tokio de nuevos textos escolares de historia que, según China y Corea del Sur, restan importancia a las atrocidades cometidas por Japón durante la guerra.

En Beijing y otras ciudades chinas estallaron violentas protestas antijaponesas, seguidas por protestas diplomáticas de Tokio y la advertencia del primer ministro chino, Wen Jiabao, de que Japón debe cambiar su actitud hacia el pasado si quiere ser un nuevo miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

El canciller chino Wu Dawei, afirmó el 18 de abril que las relaciones bilaterales atraviesan su peor momento en los 33 años transcurridos desde el establecimiento de relaciones diplomáticas.

Pero la historia es sólo parte del problema. Ambos países mantienen una feroz competencia por la influencia estratégica regional y recursos naturales.

Contratos petroleros en Asia central, Siberia y África, la propuesta reforma del Consejo de Seguridad, disputas territoriales y la influencia sobre Taiwan son algunos de los asuntos que podría disparar las tensiones bilaterales.

”El problema de comunicación entre los máximos líderes de ambos países es intencional y se debe a la política del poder”, afirmó Jiang Wenran, de la Universidad de Alberta.

”Ambos tratan de manipular la actual situación para beneficiar sus objetivos estratégicos a largo plazo”, concluyó. (

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