La Cumbre América del Sur-Países Árabes tomó un carácter netamente político, contrariando lo que parecía pretender el gobierno brasileño, que tuvo la iniciativa de promover ese reencuentro de civilizaciones para ampliar las relaciones económicas entre las dos regiones.
El terrorismo, Palestina, Iraq, la reforma de la ONU y otras controversias internacionales se impusieron como temas destacados en los discursos y en la Declaración de Brasilia, adoptada este miércoles.
Se politizó así la reunión que contó con la presencia de 16 jefes de Estado y de gobierno y ministros al frente de delegaciones de otros 18 países, además de los líderes de cinco bloques subregionales, entre ellos la Comunidad Andina de Naciones, el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Liga de Estados Árabes y el Consejo de Cooperación del Golfo.
Era inevitable en una reunión con 22 países árabes, protagonistas de las principales crisis que afectan al mundo, que las cuestiones políticas tuviesen una repercusión más evidente que el intento de incrementar el comercio y las inversiones entre dos regiones que prácticamente se ignoraban hasta ahora.
Tomaron parte del encuentro Arabia Saudita, Argelia, Bahrein, Comoras, Djibouti, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Iraq, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Mauritania, Marruecos, Omán, Palestina, Qatar, Siria, Somalia, Sudán, Túnez y Yemen, por el mundo árabe.
Los sudamericanos representados fueron Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
Un encuentro como éste debe profundizar el debate político sobre las cuestiones internacionales que afectan a toda la humanidad, como la necesidad de fortalecer el multilateralismo, evitando soluciones que se impongan por la fuerza de un solo país, dijo el presidente de Chile, Ricardo Lagos.
El mundo cambió mucho en los últimos 60 años y no se refleja en el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y en otros organismos internacionales. En 1945, la preocupación central era la recuperación de Europa destruida por la segunda guerra mundial, ahora se trata de infundir más equidad a la globalización, acotó.
La idea de que la naciente Comunidad Sudamericana de Naciones y la Liga Árabe, que inauguran en esta Cumbre una inédita cooperación interregional, están recreando el Movimiento de Países No Alineados fue rechazada por Abdelaziz Bouteflika, presidente de Argelia, y por el secretario general de la Liga, el egipcio Amr Moussa.
Para cada período, su política, dijo Bouteflika, recordando que el movimiento de no alineación del Tercer Mundo, nacido en plena guerra fría, luchó con éxito contra el colonialismo que aún sometía principalmente a África.
Las circunstancias ahora son distintas. En el inicio del movimiento, hace 50 años, el mundo era bipolar, ahora es unipolar y se globalizó, destacó Moussa.
Esta Cumbre tiene un nuevo espíritu, basado en la amistad, en beneficios e intereses recíprocos, y no en la confrontación de los años 60, arguyó.
La Declaración final asumió un color antiestadounidense, no tanto por uno o algunos puntos específicos, sino por el conjunto de los mismos. Condena todo tipo de terrorismo, pero rechaza su combate unilateral, condicionándolo al multilateralismo.
Reconoce al nuevo gobierno elegido en Iraq, pero lo considera de transición para una posible implantación de instituciones democráticas en el país, por voluntad de su pueblo.
Y afirma la necesidad de soberanía e independencia de Iraq, así como la no injerencia en sus asuntos internos, expresiones que pueden ser interpretadas como crítica a la ocupación del país por tropas extranjeras, encabezadas por las estadounidenses.
El reconocimiento al derecho de los pueblos a resistir a la ocupación extranjera tampoco es neutral en relación con las acciones internacionales del gobierno de George W. Bush.
El reclamo de un orden mundial más equilibrado, sea en el área de la seguridad, del comercio o de las finanzas, estuvo presente también en varias manifestaciones durante la Cumbre árabe-sudamericana, en la que proliferaron los ataques al unilateralismo y las prácticas hegemónicas, mencionando o no a Estados Unidos.
Ese carácter de la Declaración de Brasilia y de la Cumbre habría justificado una oposición de Washington, aunque la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice, elogió la iniciativa cuando visitó Brasil el mes pasado, por considerar que abría nuevos horizontes democráticos al mundo árabe.
Tanto Bouteflika como Moussa negaron que hubiera existido alguna presión estadounidense para aligerar el contenido de la Declaración de Brasilia. Pero fue sintomática la escasa cobertura del encuentro en la los medios de comunicación de Estados Unidos.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, clausurando el encuentro como anfitrión, tuvo palabras más conciliatorias, afirmando que no se puede buscar culpables y condenar a otros, sin antes mirar adentro, sin evaluar los propios errores del pasado. Pero opinó que el terrorismo existe por la mala distribución de las riquezas.
Lula calificó la Cumbre como inicio de una nueva era en las relaciones entre las dos regiones, asegurando que la iniciativa tendrá seguimiento porque se trata de una política de Estados y no de gobiernos pasajeros, e instó a los gobernantes a una efectiva cooperación, pues no hay soluciones individuales para cualquier país del mundo.
Los participantes saludaron en general el encuentro como un éxito, por haber acercado a países tan diversos y haber abierto nuevos puentes de cooperación y comercio.
En el seminario empresarial y la Feria de Inversiones, en los que se reunieron 1.250 empresarios, 250 de ellos árabes, se identificó un gran potencial de incremento de los negocios entre las dos regiones, ante la complementariedad de sus economías, dijo el ministro de Desarrollo, Industria y Comercio de Brasil, Luiz Fernando Furlán.
El comercio bilateral es creciente, pero aún equivale a poco más de uno por ciento del comercio total de ambos bloques. La principal lección del encuentro es que sin conocimiento mutuo no avanza la cooperación, dijo el ministro.
Los conflictos que traban el desarrollo son más numerosos y graves en el mundo árabe. Además de la guerra en Iraq y la permanente tensión entre palestinos e israelíes, hay guerras civiles como las que afectan a Somalia y a Sudán, y el terrorismo es presencia permanente en muchos países de la Liga Árabe.
Pero América del Sur también enfrenta problemas. Las disputas comerciales entre Argentina y Brasil siguen preocupando al Mercosur, que comprende además a Paraguay y Uruguay.
El presidente de Perú, Alejandro Toledo, declaró a la prensa que exigía un pedido formal de disculpas de Chile, por haber entregado armas a Ecuador en 1995, durante el conflicto fronterizo entre los dos socios de la Comunidad Andina. Fueron más de una entrega de armas, dijo.
Chile estaba moralmente impedido de vender armas a uno de los contendores, por ser garante de un acuerdo de límites alcanzado por Ecuador y Perú.
Toledo se dijo satisfecho con la Cumbre, pues permitió ampliar las relaciones de su país. Ejemplos son la visita que recibirá de Bouteflika y la que el mandatario hará a Palestina, Jordania y Líbano, en las próximas semanas.
Además, la reunión permitió a Perú sumar 110 votos para que ser elegido miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en el próximo año. Faltan sólo diez votos, informó el presidente.
La Cumbre fue, por otra parte, un encuentro netamente masculino. En la sesión inaugural, el martes, cuando 39 dirigentes ocuparon la mesa, sólo había una mujer, la canciller de Surinam, Maria Levens, casualmente del único país sudamericano miembro de la Conferencia Islâmica.
Afuera del encuentro, algunas activistas protestaban contra la opresión de las mujeres en los países árabes y quemaban burkas, la prenda tradicional que deben vestir las afganas y que las cubre por entero, inclusive sus rostros.