El plan de Francia, Alemania y otros gobiernos europeos de reanudar la exportación de armas a China divide a la Unión Europea (UE) y separa a este bloque de Estados Unidos, como lo hizo la invasión de Iraq hace dos años.
Según analistas independientes, la cuestión es una prueba de fuego para la capacidad de la UE de concebir y llevar adelante una política exterior soberana, independiente de las restricciones de Washington e impuesta a través de aliados estadounidenses en Europa.
Quienes se oponen al levantamiento del embargo militar contra China intentan restringir la capacidad de Europa de actuar de acuerdo con sus intereses, dijo a IPS Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estrategia (IRIS), con sede en París.
La UE tenía previsto levantar antes de julio de este año el embargo militar que aplica a China desde la masacre de manifestantes por la democracia en la plaza de Tiananmén, en 1989, para venderle equipos militares al gigante asiático, a lo que Estados Unidos se oponía.
Pero algunos legisladores europeos, sobre todo británicos, piensan que no es el momento oportuno para cancelar el embargo. El argumento lo dio Beijing el mes pasado cuando la Asamblea Nacional del Pueblo de China aprobó una ley anti-secesión que permite el uso de la fuerza para aplastar todo intento independentista de Taiwan.
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Esto agravó la tensión en Asia oriental y llevó a Washington a insistir en la necesidad de que la UE mantenga la sanción.
La intención del gobierno de George W. Bush es contener el crecimiento militar de China, que viene acompañado de una expansión económica sin precedentes y de una mayor influencia en la política internacional.
Pero en las últimas semanas, tanto el presidente francés Jacques Chirac como el canciller (jefe de gobierno) alemán Gerhard Schroeder han insistido en que la UE debe levantar el embargo militar a China.
El embargo es superfluo, dijo Schroeder el pasado jueves en una sesión plenaria del parlamento. El régimen actual de China no se parece al que reprimió brutalmente las manifestaciones estudiantiles en 1989, arguyó.
El canciller alemán elogió el impresionante crecimiento económico chino y recordó que la economía de Alemania depende en gran parte de las exportaciones, por lo que una buena relación con China beneficiaría a su país.
Chirac realizó consideraciones similares, tanto en París como en el exterior. En una reunión a fines de marzo con el primer ministro japonés Junichiro Koizumi, el presidente francés calificó de legítimo el reclamo chino del fin al embargo.
Industrias civiles de Francia y Alemania han obtenido en los últimos meses contratos multimillonarios de China.
Los esfuerzos de ambos países por levantar el embargo tienen el apoyo de España, y en menor grado, de Gran Bretaña y Bélgica.
Sin embargo, la iniciativa provocó airadas reacciones de varios políticos europeos de todos los sectores ideológicos. La oposición se fortaleció después que el subsecretario de Estado (vicecanciller) de Estados Unidos, Robert Zoellick, llamara al eventual levantamiento del embargo un error que inhibiría las oportunidades de integración entre Estados Unidos y Europa.
Después de esas declaraciones, el Parlamento Europeo votó el día 14 por abrumadora mayoría una resolución no obligatoria exhortando a la UE a mantener el embargo de armas.
En opinión de Boniface, del IRIS, la oposición al fin del embargo parece ignorar que éste no ha contribuido a mejorar los derechos humanos en China, ni ha impedido a aliados de Estados Unidos, como Israel, entregar material miiltar a Beijing.
Según la Contaduría General de Estados Unidos, entre 1990 y 1996, años siguientes a la imposición del embargo, la Unión Soviética y luego Rusia e Israel entregaron armas a China por 5.300 millones de dólares, señaló Boniface.
El embargo tampoco impidió la transferencia de tecnología militar de gobiernos europeos a China. Las exportaciones de armas europeas a ese país se duplicaron entre 2002 y 2003 hasta llegar a 520 millones de dólares, según cifras oficiales.
El fin del embargo no cambiaría el equilibrio de poder en Asia, opinó Boniface. El presupuesto militar chino representa apenas un décimo del de Japón y Estados Unidos, recordó.