En los años 80, Estados Unidos prefería a Saddam Hussein a Dawa, el principal partido político de los musulmanes chiitas de Iraq. En 2005, Dawa aprovechó las elecciones organizadas por Washington y se convirtió en la fuerza dominante del futuro gobierno iraquí.
En los primeros días de la ocupación estadounidense de Iraq, la prensa internacional documentaba, al registrar las tumbas colectivas descubiertas en todo el país, el alcance de la brutalidad del régimen de Saddam Hussein (1979-2003).
Las fuerzas ocupantes entregaron al Comité de Presos Políticos Liberados un viejo edificio del partido secular de Saddam Hussein, Baath, y la custodia de muchos de los registros de las cárceles del régimen.
La mayoría de los ex presos y desaparecidos eran miembros de Dawa (Llamado Islámico), partido al que pertenece el próximo primer ministro, Ibrahim Jaffari.
El ascenso de este partido integrado por creyentes de la rama chiita del Islam, mayoritaria en Iraq aunque muy minoritaria en el mundo árabe, es la conclusión más lógica de estos dos años de ocupación y resistencia.
Los chiitas constituyen más de 60 por ciento de los 26 millones de habitantes de Iraq. Pero los partidos de esta comunidad fueron reprimidos con brutalidad por el régimen secular de Saddam Hussein, originario del Islam sunita, al igual que 35 por ciento de los iraquíes y que la inmensa mayoría de los musulmanes árabes.
En los primeros días de la ocupación, un hombre de 35 años, Ali Mohammed, lloraba en la entrada del Comité de Presos Políticos Liberados. Cuatro de sus hermanos habían desaparecido hacía más de 20 años, cuando Saddam Hussein destruyó al partido Dawa.
Sólo encontré a dos, decía, mientras trataba de detener las lágrimas y señalaba un papel en el muro. Mi hermano Karem Mohammed fue ejecutado el 12 de marzo de 1983. Adel fue muerto el 2 de enero de 1982. La última vez que los vi fue en marzo de 1981, hace 22 años.
Yo tenía 13 años. Ellos eran mayores que yo. Estaban estudiando para rendir exámenes. Los otros dos aún están desaparecidos, agregó.
Ali Mohammed se muestra orgulloso de sus hermanos asesinados, a los que considera mártires. Sabía que todos estaban muertos. Son héroes. El régimen intentó todo para que se afiliaran a Baath, pero no lo hicieron. Sostuvieron sus principios y fueron ejecutados por eso.
Fundado como movimiento para convertir Iraq en una república islámica, Dawa recibió un impulso cuando la rebelión encabezada por el ayatolá Ruholá Jomeini derrocó al shah Rezah Pahlevi, el monarca de Irán, e impuso la ley islámica en 1979.
El líder de Dawa, el gran ayatolá Sayyed Mohammed Baqir al-Sadr, emitió ese mismo año una fatwa (decreto religioso) que prohibía a los musulmanes unirse a Baath o a las organizaciones vinculadas con ese partido.
Al-Sadr (tío del actual líder religioso y de la insurgencia chiita Muqtada al-Sadr) convocó entonces una serie de manifestaciones masivas contra Saddam Hussein en todo Iraq.
El todopoderoso presidente arrestó a Mohammed Baqir al-Sadr, lo condujo a Bagdad y lo confinó en detención domiciliaria. La hermana del clérigo, Bint al-Huda, se dirigió al santuario del imán Alí y urgió a los chiitas, en un encendido discurso, a manifestarse contra el régimen.
La insurgencia se desató en Bagdad, Basora, Diyala, Samawa, Kuwt, Diwaniyya, Karbala y otras ciudades iraquíes. El bazar de Najaf fue clausurado y una multitud enardecida chocó con la policía. Saddam Hussein envió un gran contingente militar y toda la ciudad quedó bajo estado de sitio.
Al día siguiente, el régimen se vio obligado a liberar a Al-Sadr.
Pero fue una victoria fugaz. La tensión entre Baath y Dawa continuó aumentando.
Activistas islámicos arrojaron una bomba contra Tarik Aziz, dirigente de Baath, en la Universidad Mustansuriye. Quien luego fue canciller y viceprimer ministro —hoy prisionero de las fuerzas estadounidenses— resultó herido, y sus guardaespaldas murieron.
Combatientes de Dawa arrojaron otra bomba en la procesión funeraria de los custodias de Tarik Aziz. Varias personas murieron.
Saddam Hussein llamó entonces a la venganza. El 31 de marzo de 1980, el Comando del Consejo Revolucionario del régimen aprobó una ley sentenciando a muerte a todos los miembros de Dawa, sus organizaciones afiliadas y quienes lucharan por sus metas.
Pero Al-Sadr no se dio por vencido. Poco antes de ser ejecutado, ordenó a sus seguidores voltear al régimen y establecer un gobierno islámico.
Es obligación de todo musulmán en Iraq y de todo iraquí fuera del país hacer todo a su alcance, aun a costa de su vida, para mantener la jihad (guerra santa) y luchar para remover esta pesadilla de la patria amada, liberarse de esta pandilla inhumana y establecer un régimen recto, único y honorable basado sobre el Islam, dijo.
Las fuerzas del régimen de Saddam Hussein prendieron a Al-Sadr y a su hermana el 5 de abril de 1980 y los confinaron en la Agencia de Seguridad Nacional en Bagdad. Dos semanas después, el ayatolá Jomeini anunció en Teherán que habían sido ejecutados.
Cuando se produjo la prevista revuelta chiita, el entonces presidente estadounidense Jimmy Carter se mantuvo al margen de los acontecimientos. Mientras, las fuerzas de Saddam Hussein mataban a cientos de miles de personas. Lo último que Washington quería era un nuevo Jomeini en Iraq. Al parecer, Carter prefería a Saddam Hussein.
Pero mientras Carter miraba para otro lado, el hoy futuro primer ministro Ibrahim Jaffari combatía contra el régimen. Un médico militante de Dawa desde 1968, cuando era estudiante, se convirtió en dirigente del partido y debió huir a Irán.
Desde allí, pasó una década organizando la resistencia armada al régimen de Saddam Hussein, en tiempos que el gobierno de Estados Unidos, entonces presidido por Ronald Reagan, apoyaba a Iraq en su guerra contra Irán.
Con el paso del tiempo, Jaffari moderó su apoyo al modelo iraní. En 1989, se trasladó a Gran Bretaña. Dawa se había dividido en una fración proiraní y otra que se oponía a la influencia de Teherán.
Hoy, Jaffari se rehúsa a instaurar un régimen islámico, si bien considera que el Islam debe ser fuente de derecho en áreas como el civil y familiar. En 2004, cuando integraba el consejo interino de gobierno designado por Estados Unidos, apoyó una reforma legal que habría instaurado la ley islámica en materia de derechos femeninos.
Pero en 2003 los familiares de los presos políticos y los desaparecidos de Dawa no contemplaban los acontecimientos con los lentes de la geopolítica, sino como reivindicación de sus seres queridos.
Durante el gobierno del psicópata Saddam Hussein, nos ocurrieron cosas terribles a los iraquíes, dijo Ali Mohammed. No agradezco a Estados Unidos por esto, porque Dios fue quien empujó a Estados Unidos a liberarnos de Saddam Hussein. Le agradecemos a Dios.
Sólo Dios nos liberó. Los estadounidenses son invasores. Sólo Dios sabe lo que deparará el futuro. Si los estadounidenses permanecen aquí, no creo que suceda nada bueno.
¿Por qué?, le pregunté. Somos musulmanes, respondió. No podemos permitir que personas que no son musulmanas vengan a gobernarnos. Nadie puede dejar que nos gobiernen los invasores. Lucharemos contra eso. No odiamos al pueblo estadounidense, pero no nos gustan las invasiones. Lucharemos.
Casi dos años después de la invasión, los partidos religiosos chiitas adoptaron un método no violento de resistencia. Los mismos a los que Estados Unidos había tratado de acabar en los años 80 usaron las elecciones organizadas por Washington para imponerse. Ahora serán la fuerza dominante en el gobierno. (