IRAQ: EEUU empantanado con o sin elecciones

Mientras la atención mundial se concentra en los efectos catastróficos del maremoto del 26 de diciembre en el océano Índico, la situación empeora en Iraq para las fuerzas de Estados Unidos y sus menguantes aliados.

Washington y sus socios en Iraq insisten en que las elecciones del 31 de este mes para una asamblea constituyente ayudarán a contrarrestar la insurgencia, pero figuras clave del gobierno interino iraquí y analistas externos dudan incluso de que los comicios deban realizarse, dado el deterioro de la seguridad.

Dos semanas después de un atentado suicida que mató a 18 soldados y contratistas estadounidenses y a tres guardias de seguridad iraquíes en una base militar de Mosul, el asesinato el martes del gobernador de Bagdad, Alí Haidary, aumentó las dudas de que sea posible proteger de manera adecuada a los altos funcionarios en vísperas de los comicios.

Haidary, un ferviente aliado de Estados Unidos, fue el funcionario de más alto cargo asesinado por insurgentes iraquíes desde mayo, cuando se produjo el homicidio de Abdel Zahraa Othman, entonces presidente del Consejo de Gobierno instalado por las fuerzas de ocupación que encabeza Estados Unidos.

El mismo día, cinco soldados estadounidenses murieron en distintos incidentes en varias partes de Iraq. La cantidad de militares de Estados Unidos muertos en Iraq desde su invasión en marzo de 2003 ya es más de 1.300, y la de heridos, más de 10.000, la mitad de los cuales no han podido retomar su actividad debido a la gravedad de sus lesiones.
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El presidente interino de Iraq, Ghazi Yawar, expuso el martes nuevas dudas sobre la conveniencia de celebrar elecciones, al manifestar a la agencia Reuters que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) debería "hacer frente a sus responsabilidades" y expedirse sobre si la celebración de elecciones "es o no posible".

Un día antes, el primer ministro iraquí Ayad Allawi había telefoneado al presidente estadounidense George W. Bush para hablar sobre la viabilidad de los comicios, en vista de la creciente inseguridad y la improbabilidad de que los musulmanes sunitas, que constituyen 20 por ciento de la población iraquí, participen de la elección.

Adnan Pachachi, uno de los políticos iraquíes favoritos de Estados Unidos, que tuvo un papel fundamental en la transición de la ocupación lisa y llana a la formación de un gobierno denominado interino, en junio, urgió expresamente a Washington a postergar las elecciones para aumentar las probabilidades de participación sunita y controlar la situación de seguridad.

"Esa situación se ha deteriorado significativamente", advirtió el veterano político sunita y ex canciller en una columna publicada en el diario The Washington Post.

Esta semana, el jefe de Inteligencia del gobierno interino, general Mohammed Shahwani, dijo a un diario saudita que la insurgencia iraquí cuenta con unos 40.000 "combatientes duros", o sea el doble de lo que había calculado antes Washington, y que a ellos se suman de 150.000 a 200.000 personas que se desempeñan como guerrilleros ocasionales, espías o responsables de apoyo logístico.

Según Shahwani, la insurgencia crece debido al "resurgimiento del Partido Baath" del depuesto Saddam Hussein, bajo la dirección de ex funcionarios de esa organización, algunos de ellos residentes en Siria, y ya supera en número a los 150.000 estadounidenses desplegados en Iraq.

Según ese cálculo, que funcionarios estadounidenses se apresuraron a poner en duda pero no rechazaron, la situación no se adecua para nada a la doctrina básica sobre contrainsurgencia, que postula la necesidad de una relación de diez a uno para controlar y eventualmente derrotar a grupos rebeldes.

Sea como fuere, casi nadie pone en duda que la resistencia crece.

"Hasta ahora, los mejores esfuerzos de Estados Unidos y el ejército iraquí en formación no han logrado evitar el crecimiento de la insurgencia", destacó el coronel retirado estadounidense y especialista en contrainsurgencia Robert Killebrew, en cuya opinión la resistencia puede alcanzar escala regional aunque se realicen elecciones.

Killebrew, cuyas teorías serán discutidas la semana próxima en el influyente y neoconservador Instituto Estadounidense de la Empresa, arguye que el único modo de mejorar la situación es aumentar la cantidad de soldados con que cuentan en Iraq Washington y el gobierno interino, cerrar las fronteras con Irán y Siria, y amenazar a los vecinos de Iraq con represalias si brindan apoyo o refugio a los insurgentes.

El experto también aboga por aumentar en forma sustancial el número total de soldados con que cuenta Estados Unidos, como signo de "voluntad nacional".

Pero otros especialistas en contrainsurgencia opinan que desplegar más tropas en Iraq sería contraproducente.

"El comienzo de la sabiduría es reconocer que la guerra en Iraq no es una que Estados Unidos pueda ganar", escribió en la prestigiosa revista especializada Foreign Affairs el analista James Dobbins, de la Corporación Rand, un grupo de expertos de ideología derechista que asesora desde 1946 al gobierno de Estados Unidos y en especial a sus Fuerzas Armadas.

Dobbins fue enviado especial estadounidense en gran cantidad de regiones conflictivas, desde los Balcanes hasta Afganistán.

"Debido a errores iniciales de cálculo, mala planificación e inadecuada preparación, Washington ha perdido la confianza y el consentimiento del pueblo iraquí, y es improbable que vuelva a ganarlos" según Dobbins, quien alegó que la situación puede ser salvada, "pero sólo por los iraquíes moderados, y sólo si concentran sus esfuerzos en ganar la cooperación de Estados vecinos, asegurar apoyo de la comunidad internacional y reducir rápidamente su dependencia de Estados Unidos".

Anthony Cordesman, prestigioso experto en asuntos militares de Medio Oriente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, también piensa que la única posibilidad de éxito es que el control de Iraq quede en manos de iraquíes, mediante "fuerzas mayores y más efectivas, lo antes posible" y un gobierno mucho más efectivo que el interino actualmente en funciones.

"La naturaleza de la insurgencia y la política en Iraq muestra claramente (…) que sólo fuerzas iraquíes pueden minimizar la rabia y el resentimiento contra las fuerzas estadounidenses, dar legitimidad al gobierno emergente y apoyar los esfuerzos para lograr que ese gobierno y el sistema político sean más incluyentes", sostuvo.

"También es claro que incluso los segmentos de la sociedad iraquí que toleran a las fuerzas de la coalición (ocupante), porque las consideran necesarias en la actualidad, quieren que se vayan apenas sea posible", agregó el especialista.

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