El crecimiento de la población urbana determina la expansión subterránea de las grandes ciudades y añade una nueva dimensión a su vulnerabilidad ante desastres naturales como inundaciones, terremotos y tsunamis.
Actualmente, cerca de la mitad de la población mundial es urbana, y se prevé que la proporción habrá aumentado a 65 por ciento en 2030.
Una de las vulnerabilidades ocultas de las ciudades a desastres naturales es la relacionada con la red subterránea de medios de transporte, centros comerciales, estacionamientos e instalaciones de servicios públicos, dijo a Tierramérica Srikantha Herath, de la Universidad de las Naciones Unidas, con sede en Tokio.
Casi todas las mayores ciudades del mundo, y entre ellas muchas de países en desarrollo, tienen amplias redes de ese tipo, ya que en áreas urbanas densamente pobladas, no hay otro espacio disponible, indicó.
Ese problema fue uno de los considerados por la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres Naturales, que se realizó la semana pasada en la sudoccidental ciudad japonesa de Kobe, 10 años después de un terremoto que la devastó y causó daños por valor de 100.000 millones de dólares, y sólo tres semanas después del maremoto en el océano Índico del 26 de diciembre, que provocó la muerte de más de 220.000 personas.
Las ciudades son las más vulnerables, y el cambio climático aumenta los riesgos, señaló Gordon McBean, del Instituto de Reducción de Pérdidas Catastróficas de la canadiense Universidad de Ontario Occidental.
El recalentamiento del planeta determina la elevación del nivel del mar, y aumenta la fuerza y frecuencia de huracanes, tornados y tormentas relacionadas con ellos, así como la intensidad de las lluvias en algunas regiones, sostuvo en una entrevista.
Ni siquiera en las ciudades más ricas de Estados Unidos y Europa se ha tomado seriamente en cuenta el peligro de que esas áreas subterráneas se inunden, destacó Herath.
La extensa red de espacios subterráneos de Tokio sufrió inundaciones 17 veces en un periodo de dos años, debido a tormentas e intensas lluvias, con pérdida de algunas vidas, comentó.
Algunas infraestructuras subterráneas cuentan con muy buenos sistemas de alarma y contención para incendios, pero no para inundaciones, subrayó.
Es muy frecuente que las entradas a áreas subterráneas sean las zonas más peligrosas durante una inundación, y otro problema habitual es que falten mapas de las zonas bajo tierra, con indicación de las conexiones por las que el agua puede llegar de una a otra, deploró.
Como muchas de las mayores ciudades del mundo, Tokio está por debajo del nivel del mar. Otras grandes urbes fueron construidas sobre llanuras anegadizas y son especialmente vulnerables a grandes tormentas, lluvias copiosas y tsunamis.
Muchos de los desarrollos urbanos de los últimos 50 años ignoraron u olvidaron la posibilidad de acontecimientos extremos que ocurren en forma tan infrecuente como una vez por siglo, señaló Herath.
Un ejemplo fue la serie de aludes de lodo cerca de Caracas que causó la muerte de 30.000 personas en 1999, destacó McBean.
Recuerdo que recorrí asentamientos en las laderas de la montaña, una semana antes de que intensas lluvias causaran los aludes, y pensé que un desastre esperaba ocurrir, dijo.
Esos asentamientos estaban sobre sedimentos depositados muchos años antes por otros aludes de lodo.
Los más pobres son siempre los más vulnerables a desastres, y los países en mayor riesgo son Honduras, Guatemala y Filipinas, propensos a terremotos y fuertes tormentas, y carentes de recursos para afrontar su impacto, según una investigación del Instituto de la Tierra de la estadounidense Universidad de Columbia.
México, Bogotá, Managua, Santiago, Lima, Quito, San José y Guatemala son las ciudades de América Latina más vulnerables, según el especialista en terremotos y reducción de riesgo Omar D. Cardona, de la colombiana Universidad Nacional de Manizales, ganador en 2004 del premio Sasakawa de Reducción de Desastres Naturales que otorga la ONU.
Según McBean, es importante desarrollar sistemas de alerta, pero sólo si hay vías eficientes para que sus avisos alcancen a la población y ésta sepa qué hacer.
La reducción de riesgos en grandes ciudades requiere esfuerzos económicos, sociales y educativos, entre otros, dijo Cardona a Tierramérica, desde Kobe, en una entrevista mediante correo electrónico.
El mayor auge de la construcción en la historia se desarrolla actualmente y bajo tierra, para incluir en las ciudades a 2.000 millones de personas más en los próximos 25 años, y tenemos una gran oportunidad de construir viviendas adecuadas para esa gente, afirmó Brian Tucker, presidente de Geohazards International, una organización sin fines de lucro dedicada a la mitigación del impacto de terremotos, sobre todo en Asia.
Los edificios de hormigón con muchas plantas se vuelven trampas mortales durante un terremoto, mientras que las viviendas rurales de madera, paja y barro son mucho menos peligrosas, explicó.
La mayoría de los países poseen normas de construcción adecuadas para reducir riesgos, pero no las hacen cumplir, por corrupción, porque los funcionarios no están capacitados o porque los bajos sueldos no permiten retener a los más aptos, opinó Tucker.
Es necesario algún tipo de estándar internacional para que las firmas transnacionales no inviertan en países que no cumplan buenas normas de construcción, así los gobiernos serían recompensados por hacer lo correcto, alegó.
* El autor es colaborador de Tierramérica. Publicado originalmente el 22 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.