MIGRACIONES-JAPÓN: Preparando el regreso a Filipinas

Llueva o truene, Mercy, una filipina de 29 años que trabaja como doméstica en Tokio, asiste a su clase semanal de computación para trabajadores migrantes. Pronto, dice, este programa la ayudará a encontrar un mejor empleo.

”Es difícil combinar el trabajo con las clases de computación”, dice la joven que dejó a su hija en Filipinas hace dos años, cuando llegó a Japón.

”Pero estoy determinada a continuar y agradecida por esta oportunidad de tener una vida mejor algún día”, dijo a IPS este viernes, en la víspera del Día Internacional del Migrante.

El domingo pasado fue el último día de clases para Mercy antes de las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Mercy y otros filipinos se reunieron en una iglesia de Meguro, en el centro de la capital japonesa, para celebrar Navidad por anticipado y recaudar fondos para un proyecto de alfabetización rural en su país de origen.

Mercy, vestida con pantalones vaqueros ajustados y con un moderno corte de cabello, estaba a cargo del popular bingo. Los trabajadores migrantes pagaban 500 yenes (unos 50 centavos de dólar) por cada tarjeta, y los ganadores recibían pequeños obsequios. La mayor parte de las ganancias de ese día se destinaron al proyecto de caridad.

”Kaya naman kasi ng Pinoy lang” (”Los filipinos pueden hacerlo”) es la consigna de un singular proyecto de capacitación de migrantes realizado en Tokio, Yokohama y Chiba. Fue fundado en 1998 por Antonina Binsol, una filipina empleada en un banco japonés.

”El programa fue lanzado para ayudar a los migrantes a capacitarse y a formar redes. Esto les brinda la seguridad necesaria para sobrevivir en un país extranjero, y ha funcionado muy bien”, explicó Binsol.

Mercy es una de decenas de miles de jóvenes filipinos y otros asiáticos que cada año llegan a Japón, la segunda economía del mundo, con la idea de hacer dinero rápidamente y regresar a su país.

Estos inmigrantes son una valiosa fuente de mano de obra barata para la construcción y las industrias manufactureras japonesas, que de esa forma mantienen su competitividad mundial.

Según la Administración Filipina para el Empleo de Ultramar, una agencia gubernamental a cargo del despliegue de trabajadores contratados en el extranjero, en 2001 había 240.548 filipinos trabajando en Japón.

Más de 100.000 de ellos son trabajadores documentados; 65.647 están casados con japoneses y adquirieron la residencia permanente, y 36.379, en su mayoría empleados en la industria del espectáculo, están indocumentados.

El gobierno japonés les prohíbe solicitar visas, por lo tanto tienen escasa protección frente a la explotación laboral o sexual.

La situación de esos trabajadores fue el motivo que decidió a Binsol a iniciar un proyecto de capacitación que permitiera a los migrantes contar con un lugar de estudio, intercambiar información, compartir ideas, apoyarse mutuamente y capacitarse para defender sus derechos.

El programa también ayuda a prevenir que los inmigrantes caigan en la delincuencia o sean víctimas de acoso o explotación.

”Este proyecto fue posible porque los trabajadores migrantes envían mucho dinero a sus hogares. Me di cuenta de que era necesario un programa que les permitiera autoayudarse, aun después de su regreso a Filipinas”, explicó Binsol.

Su movimiento Tulong Pinoy (Ayuda a los ”pinoy” o filipinos) lanzó varios programas de apoyo a los trabajadores migrantes, entre ellos un criadero de cangrejos en Filipinas. El criadero, establecido con las remesas de migrantes desde Japón, ahora vende los cangrejos y permite a los trabajadores que regresaron contar con un ingreso estable.

En Japón, además de las clases de computación, los inmigrantes asisten a clases de japonés gratuitas. Más de 20 filipinos y una empleada doméstica procedente de la India concurren a estas aulas.

”Les enseño conversación, y después a leer y escribir. El objetivo es ayudarlos a comunicarse mejor con la comunidad japonesa”, explicó la profesora, Sakura Suganuma.

Alberto, quien llegó a Japón desde la provincia filipina de Mindanao el año pasado, manifestó que estudia japonés porque quiere iniciar su propio negocio en este país.

”Si el acuerdo propuesto con Japón para aceptar trabajadores filipinos en el área de la salud es aceptado, entonces me dedicaré a reclutar trabajadores”, explicó a IPS.

Japón, un mercado laboral cerrado, anunció a principios de este mes a Manila que permitiría el ingreso de enfermeros y cuidadores filipinos una vez cumplidos los requisitos de documentación.

*/Atención editores: este despacho corrige el primer párrafo de la nota transmitida a la hora 02.11 GMT/

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