Nadie pone en duda que los sindicatos estadounidenses ejercieron todo su poder de convocatoria para impedir la reelección del presidente George W. Bush. Por eso, la victoria del mandatario fue, para sus dirigentes, difícil de tragar.
La principal central sindical del país, la Federación de Sindicatos de Estados Unidos (AFL-CIO), con 13 millones de afiliados, envió a 5.000 de sus empleados y a 225.000 voluntarios a apoyar la campaña del candidato del opositor Partido Republicano, John F. Kerry.
Más de 2.000 asociados al mayor sindicato del país, Empleados de Servicios (SEIU), dejaron sus puestos de trabajo para respaldar a Kerry en los estados donde la elección era más reñida. La organización asignó 65 millones de dólares a la campaña.
Para algunos de los dirigentes más progresistas, el triunfo de Bush no fue apenas una circunstancia amarga: también es una señal amenazante.
No tenemos más alternativa que resistir a todo nivel, dijo el director de organización de AFL-CIO, Stuart Acuff. Debemos anticiparnos a la represión de enemigos políticos. Todos tendremos que resistir.
Dolores Huerta, cofundadora de Trabajadores Agrarios Unidos, fue aun más lejos. Debemos comenzar a organizarnos ya si no queremos huir por refugio, advirtió.
Los sindicatos tienen razones para temer.
La primera administración de Bush (2001-2005) prohibió la sindicalización en los departamentos gubernamentales, solicitó y obtuvo mandatos judiciales contra huelgas, y redujo los beneficios por horas extras y las normas de protección de los trabajadores.
También se perdieron en el periodo más empleos que en ninguna presidencia desde la de Herbert Hoover (1929-1933), cuando se registró un gran quiebre bursátil y la peor depresión económica en la historia de Estados Unidos.
Los sindicalistas figuraron entre los primeros en llamar a la batalla para derrotar a Bush en las elecciones.
El vicepresidente de SEIU, Eliseo Medina, consideró que la movilización de miles y miles de afiliados no tuvo precedentes.
Eso da a los sindicatos una base de lucha contra los ataques gubernamentales previstos para el segundo periodo de Bush. Todavía tenemos una batalla por el seguro de salud, por salarios decentes y por los derechos de los trabajadores inmigrantes, dijo Medina.
Si pretendemos tener éxito, no solo en obtener cambios positivos sino en asegurarnos de que las cosas no empeoren, necesitaremos afiliados y comunidades comprometidas. Si no nos manifestamos nosotros, nadie más lo hará, agregó.
Como en todas las elecciones de alcance nacional, los sindicatos alentaron el voto por el Partido Demócrata más que por el gobernante Republicano.
Trece por ciento de los trabajadores estadounidenses están sindicalizados, pero sumando a los votantes de sus hogares representan 24 por ciento del electorado, es decir unos 27 millones de sufragios.
Una encuesta de la firma Peter Hart asignó a Kerry 65 por ciento de esos votos. En los estados donde las elecciones fueron más reñidas, y en que los sindicatos concentraron buena parte de sus recursos, esa proporción se elevó a 68 por ciento.
Kerry logró la mayoría de los votos en las comunidades étnicas minoritarias, pero perdió entre los blancos —por 18 puntos porcentuales—, excepto que estuvieran sindicalizados. En el caso de los hombres blancos afiliados a sindicatos, la ventaja del candidato demócrata fue de 21 puntos, que se elevó a 35 en el caso de las mujeres.
El presidente de AFL-CIO, John Sweeney, dijo en una conferencia de prensa posterior a las elecciones: Debemos trabajar más.
Pero Huerta consideró que a la que correspondía trabajar más fue a la campaña de Kerry, que pudo haber combatido el uso por parte del Partido Republicano de asuntos como el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo para atemorizar a los votantes. Eso significa que perdimos mucho entre las mujeres, sostuvo la sindicalista.
La gente queda muy confundida por la televisión y nunca escucha la verdad, a menos que haya alguien que les lleve el mensaje. De lo contrario, perderemos el tiempo, afirmó.
En los estados del Medio Oeste, durante muchos años hubo una alianza implícita entre los trabajadores, los sindicalistas y los católicos, recordó Acuff, de AFL-CIO. Esa alianza se rompió. Vimos mucha confusión y conflicto entre los trabajadores de Wisconsin, particularmente en torno del aborto, dijo.
Pero la división no solo se constató entre estamentos sociales y comunidades diversas, sino dentro mismo de los sindicatos.
Apenas 16 por ciento de los trabajadores sindicalizados mencionaron en las encuestas los valores morales como principal motivación del voto. Bush obtuvo 59 por ciento de esos sufragios.
Los sindicatos concentraron su prédica preelectoral en la economía, ubicada por 42 por ciento de sus afiliados como principal preocupación. Kerry cosechó 71 por ciento de esos votos.
Si bien la guerra en Iraq fue una presencia permanente en los medios de comunicación y el principal asunto de la campaña y de los debates, AFL-CIO dijo poco al respecto. Algunos sindicatos, como SEIU, sí se manifestaron contra la guerra.
La división fue evidente en las elecciones primarias, cuando los sindicatos del sector público respaldaron, en su mayoría, al precandidato Howard Dean. Kerry ganó, según analistas, por su posición más franca en contra de la invasión a Iraq.