El Congreso legislativo de Estados Unidos, dominado por el gobernante Partido Republicano, hizo gala de independencia y austeridad al negar los fondos requeridos por el gobierno de George W. Bush para el desarrollo de nuevas armas nucleares.
Quienes consideran que las nuevas bombas rompe-búnkers (bunker buster) borronean la frontera entre las armas convencionales y no convencionales aplaudieron la decisión del Congreso, cuyo factótum fue un legislador republicano.
A pesar de las objeciones de la Casa Blanca, miembros de la Cámara de Representantes y del Senado rechazaron la solicitud de 27,6 millones de dólares para el desarrollo del Arma Nuclear Robusta de Penetración en Tierra (Robust Nuclear Earth Penetrator, o rompe-búnkers).
Este artefacto está diseñado para destruir instalaciones de comando y control de sistemas de armamento o arsenales de destrucción masiva enterrados a gran profundidad.
Esta solicitud de financiamiento integraba un proyecto de gastos por 388.000 millones de dólares solicitado por el gobierno y aprobado parcialmente el sábado.
Los legisladores también recortaron una iniciativa por nueve millones de dólares para la investigación avanzada de nuevas armas, como las mini-bombas (mini-nukes) de bajo poder, destinadas a usar en el campo de batalla.
También negaron al gobierno los 30 millones de dólares que solicitó para reanudar las pruebas de armas nucleares en el sitio habitual del desierto de Nevada.
Esta es la mayor victoria de los defensores del control de armas en el Congreso desde 1992, cuando pudimos establecer límites a las pruebas con artefactos nucleares, dijo el representante Edward Markey, del opositor Partido Demócrata.
Si pretendemos convencer a otros países de olvidarse de desarrollar armas nucleares, no podemos prepararnos para construirlas durante otra generación entera aquí en Estados Unidos, advirtió Markey.
Estas decisiones también fueron aplaudidas por activistas por el desarme, que atribuyeron buena parte del crédito al representante del gobernante Partido Republicano David Hobson, presidente del Subcomité de Desarrollo de Energía y Aguas de la cámara baja legislativa.
Esto demuestra que una persona en una posición clave puede hacer una gran diferencia, y que la oposición a nuevas armas nucleares atraviesa las líneas partidarias, dijo el director de la organización no gubernamental Council for a Liveable World, John Isaacs.
El propio Hobson advirtió que el gobierno debería tomar nota de esta clara señal del Congreso, pues cualquier gestión para reavivar el financiamiento de nuevas armas nucleares en 2005 logrará la misma respuesta.
El gobierno de Bush hizo del desarrollo de armamentos una prioridad a comienzos de 2002, como parte integral de su estrategia preventiva contra el terrorismo y los estados renegados sospechosos de pretender la posesión o fabricación de armas de destrucción masiva.
Las armas nucleares, si apuntan al blanco con precisión y su impacto destructivo es limitado, pueden ser empleadas eficazmente con propósitos convencionales, en particular si se trata de la guerra contra el terrorismo declarada por Bush en 2001, afirman los defensores de las iniciativas gubernamentales en la materia.
Tales armas, agregan, ayudarían a desalentar ataques ordenados por líderes extranjeros o terroristas que creen estar seguros ante una eventual represalia en sus sólidos y herméticos refugios subterráneos.
El problema es que el público —tal como lo refleja el Congreso— no comprende la función de las armas nucleares en el mundo de la posguerra fría, dijo un defensor de la ampliación del arsenal estadounidense, David Smith.
Pero los opositores a las iniciativas del gobierno de Bush consideran que el desarrollo de nuevas armas nucleares desataría una carrera armamentista con otras potencias y alentaría por el mismo camino a países que aún no adquirieron la tecnología necesaria para ello.
Más de una década después del fin de la guerra fría, Estados Unidos y Rusia mantienen, cada uno, aproximadamente 10.000 armas nucleares tácticas estratégicas, lo que suma 95 por ciento del arsenal mundial de este carácter.
China les sigue con 400, Francia con 350, Israel con 200, Gran Bretaña con 185, India con al menos 60 y Pakistán con hasta 48, según el Centro para la Información de Defensa con sede en Washington.
La estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) calculó que Corea del Norte posee dos desde hace varios años.
El Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) firmado en 1968 no solo impide a los países que no las poseen adquirirlas o desarrollarlas, sino que también obliga a aquellos que sí las tienen a acabar con sus arsenales, según un dictamen de la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya.
En 2000, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), todos ellos poseedores de armas nucleares, ratificaron el fallo de la Corte Internacional de Justicia. Pero Bush aún no era presidente.
Washington ha hecho gala de ambigüedad desde 2001, cuando Bush asumió el poder, especialmente por su oposición al Tratado para la Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (TPC).
Mientras, Estados Unidos continúa desarrollando minibombas y rompebúnkers nucleares, armas que, según el gobierno, son más adecuadas para conflictos de pequeña escala o contra terroristas, y ocasionan menos daños por la potencia de las explosiones o por la radiación.
Esos programas contaron el año pasado con una dotación de 7,5 millones de dólares. (