La visita latinoamericana del presidente de China, Hu Jintao, iniciada este jueves en Brasil, pone a este gobierno sudamericano ante el dilema de reconocer o no al gigantesco país asiático como una economía de mercado.
Es casi imposible negarse al reclamo de un país que ofrece un mercado insaciable (con 1.300 millones de habitantes y una economía que crece 9,5 por ciento al año) y posibilidades de gran incremento de exportaciones, inversiones y cooperación.
El reconocimiento por parte Brasil ayudará a acelerar el desarrollo del comercio bilateral y de las inversiones y a profundizar la asociación estratégica entre los dos países, declaró Jintao en una entrevista al diario Folha de Sao Paulo publicada el miércoles.
China entró a la Organización Mundial del Comercio en 2001, pero como economía no de mercado, lo que deja a sus exportaciones más expuestas a restricciones y medidas antidumping en otros países.
Chile se dispone a apoyar la pretensión china, sumándose a más de 20 países que ya lo hicieron, pero Brasil tiende a retardar el reconocimiento. China aún no es una economía de mercado, vive una transición en la que el Estado aún interfiere mucho en los precios y el tipo de cambio, según Mario Vilalva, jefe del Departamento de Promoción Comercial de la cancillería brasileña.
El asunto es negociable. Brasil puede obtener en contrapartida una mayor apertura del mercado chino para carnes, frutas y otros productos que aún están bajo restricciones sanitarias, consideradas poco transparentes por los exportadores brasileños.
Este año varios cargamentos de soja fueron rechazados en China, por tener granos contaminados por fungicidas, en una cantidad aceptada en las normas internacionales, según autoridades brasileñas.
El comercio bilateral crece aceleradamente. Se triplicó de 2000 a 2003, cuando alcanzó 6.680 millones de dólares, según datos oficiales brasileños. Debería llegar a 10.000 millones de dólares este año, pero Brasil sólo provee uno por ciento de las importaciones chinas, según Vilalva.
El flujo comercial alcanzará 35.000 millones en 2010, vaticinó Li Minglin, director del Departamento de Electrónica y Mecánica del Ministerio de Comercio chino, al inaugurar este jueves en la meridional ciudad de Sao Paulo el Centro Comercial de China, que apoyará los negocios del país asiático en Brasil.
Pero la euforia es mala consejera ante esas perspectivas impresionantes.
Es necesario negociar con cuidado para evitar algunas trampas, como concentrar demasiado la exportación de productos primarios en China, lo que dejaría al país sudamericano dependiente de ese mercado, observó a IPS Mario Marconini, director ejecutivo del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales.
Además, se debe buscar la diversificación de las exportaciones, incluyendo productos de mayor valor agregado, y no mezclar las cuestiones comerciales con las geopolíticas, como tiende a hacer la actual política exterior brasileña en relación a los países emergentes como China e India, acotó Marconini, quien fue secretario de Comercio Exterior del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003).
China exporta a Estados Unidos 40 veces más que a Brasil, comparó para despejar posibles ilusiones sobre el peso brasileño en las decisiones chinas. En 2003, la soja en grano y el mineral de hierro constituyeron casi la mitad de las exportaciones brasileñas.
Pero Brasil también está logrando exportar manufacturas, como componentes automotores y de aviones, acero y jugo de naranja, matizó Vilalva.
El presidente Jintao, acompañado de una delegación de 230 personas, de las cuales 150 son empresarios, eligió Brasilia para iniciar una gira de 12 días por Brasil, Argentina, Chile y Cuba, y para anunciar la política de su gobierno para América Latina, durante la sesión del Congreso legislativo brasileño, que lo recibirá este viernes.
El hecho comprueba el gran interés de Beijing en profundizar las relaciones bilaterales, que se intensificaron mucho en los últimos años, pero cuyo apogeo empieza ahora, dijo a IPS Paul Liu, presidente de la Cámara Brasil-China de Desarrollo Económico, con sede en Sao Paulo.
La falta de infraestructura, la burocracia y las leyes que dificultan las inversiones extranjeras en Brasil traban la profundización de las relaciones económicas, y se suman al choque cultural y el modo de hacer negocios de los chinos, aun no asimilado por los empresarios brasileños, observó Liu.
Apenas comienza el conocimiento recíproco, al contrario de lo que ocurre con empresas estadounidenses instaladas en China desde hace 30 años, matizó.
Uno de los once acuerdos que se firmarán durante la visita de Jintao, convierte a Brasil en destino oficial de turistas chinos y contribuirá mucho en superar ese desconocimiento. Con ello se espera atraer a un millón de visitantes por año en un futuro cercano. Actualmente 20 millones de chinos viajan al exterior anualmente y sólo unos 10.000 lo hacen a destinos brasileños.
Otros acuerdos, en el área jurídica, sanitaria y científica, buscan ampliar el comercio, las inversiones y la cooperación. Uno de ellos establece la decisión de construir en conjunto otro satélite a ser lanzado en 2006 y reglas para la venta de imágenes satelitales a terceros, lo que permitirá a Brasil ganar 500 millones de dólares a partir de 2008.
En el comercio, el alcohol carburante aparece como un producto que incrementará mucho las exportaciones brasileñas, ya que China empezó a mezclarlo en la gasolina para reducir la contaminación ambiental de sus ciudades.
Varios proyectos brasileños, especialmente de ferrocarriles, minería y energía, podrán atraer hasta 8.500 millones de dólares en los próximos años, estimó el diplomático Vilalva.
China, cuyos recursos naturales escasean ante el rápido crecimiento económico y la enorme población, quiere asegurarse el suministro de alimentos y materias primas, por eso deberá invertir mucho en infraestructura de transporte, minería y agricultura, destacó Marconini.