La táctica de secuestradores en Iraq de difundir vídeos mostrando a sus víctimas les valió la atención internacional. La pregunta es si los medios de comunicación hacen bien en emitir esas grabaciones o sirven a fines criminales.
Esta pregunta golpea inevitablemente a las puertas de Al Jazeera, la emisora de televisión satelital con sede en Qatar llamada la CNN del mundo árabe, en referencia a Cable News Network, la popular cadena estadounidense de noticias para abonados.
Todos tratan de usar a los medios de comunicación, desde gobiernos hasta grupos empresariales e individuos, afirmó Jihad Ballout, portavoz de Al Jazeera, desde Qatar.
Decidimos qué emitir y qué bloquear desde una perspectiva periodística, considerando el valor periodístico del material. Lo que normalmente hacemos es someter la información a lo que llamamos una 'prueba de gusto y decencia', explicó Ballout a IPS en entrevista telefónica.
Según el gobierno de Estados Unidos, no toda la información difundida sobre grupos terroristas pasa esa prueba.
No es cuestión de noticias; es cuestión de propaganda, dijo en 2001 Condoleezza Rice, asesora de seguridad nacional del presidente George W. Bush, en referencia a la emisión de de vídeos del líder terrorista saudí Osama bin Laden por canales estadounidenses.
Sin embargo, la difusión de imágenes de ciudadanos occidentales implorando por su vida se ha vuelto común en canales árabes como Al-Jazeera y Al-Arabiya.
El pasado viernes, Al Jazeera mostró un vídeo en que la rehén británica-iraquí Margaret Hassan, presidenta de la organización humanitaria CARE, lloraba y rogaba al gobierno de Gran Bretaña que retirara a sus tropas de Iraq para salvar su vida.
La decisión del canal británico British Broadcasting Corporation (BBC) de exhibir en septiembre un vídeo de un grupo terrorista iraquí que mostraba al británico Ken Bigley implorando por su vida agregó más combustible a este acalorado debate. Bigley fue ejecutado posteriormente por sus captores.
Enzo Sisti, autor del libro Caccia a Bin Laden (A la caza de Bin Laden), opinó que la difusión de esos vídeos es necesaria para demostrar cuáles son las herramientas que utilizan hoy los terroristas y ayudar a comprender el barbarismo de esos grupos.
Sin embargo, en caso de imágenes chocantes, siempre es necesario un comentario crítico, agregó.
En el caso de las dos italianas secuestradas en Iraq y luego liberadas el mes pasado, Simona Pari y Simona Torretta, la cobertura periodística cumplió un papel importante y ayudó a encontrar un intermediario que permitió su liberación, señaló Sisti.
Los periodistas tienen la obligación de informar qué es importante para el público, sin importar la fuente, sostuvo Bill Kovach, director fundador del Comité de Periodistas Preocupados, en entrevista con IPS por correo electrónico desde Washington.
Pero el periodista debe verificar cuidadosamente esa información, advirtió, porque los terroristas la usan para fines de propaganda, y los periodistas deben dejar eso en claro.
Según Adam White, secretario general de la Federación Internacional de Periodistas, los periodistas deben hacer opciones éticas en relación con sus fuentes de información.
Las preguntas clave son: ¿Es la información auténtica y relevante? ¿Se trata de información que el público tiene derecho a conocer? ¿Es perjudicial para alguien?, dijo White.
El debate por la difusión de estos vídeos incluye también preguntas relacionadas con la represión de la prensa en nombre de la lucha contra el terrorismo.
Por ejemplo, el terrorismo sirvió como excusa al gobierno de Rusia para amenazar con la clausura a Radio Liberty, que realiza transmisiones en idioma checheno y otras lenguas locales desde abril de 2002.
Los funcionarios rusos afirmaron que la difusión radial en lengua chechena contribuye a propagar la ideología de los rebeldes separatistas, y advirtió sobre la posibilidad de emisión de mensajes codificados.
Mientras, el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, aprovechó la guerra contra el terrorismo para cerrar todos los medios periodísticos independientes del país. La medida le valió a ese país africano la tercera posición, después de Iraq y Cuba, en la lista de los peores países donde ser periodista, elaborada por el Comité para la Protección de los Periodistas.