El periodista que ha dejado de sentir no puede reflejar el dolor de otros y causará mucho daño con su tarea, advirtió la psicóloga Marta Chinchilla, la experta en estrés postraumático que atiende a reporteros del departamento colombiano de Araua, zona de guerra fronteriza con Venezuela.
Chinchilla tuvo su tercer encuentro personal con un grupo de periodistas del oriental departamento petrolero de Arauca, en la modalidad de talleres en los que les ha mostrado los problemas que padece una persona cuando se enfrenta, por oficio, a un evento dramático.
Casi todos los trabajadores de medios de comunicación que acudieron al taller de tres días finalizado el domingo en la capital departamental, también llamada Arauca, no pueden actualmente salir del casco urbano por razones de seguridad.
La mayoría de ellos se desempeñan como corresponsales para medios nacionales y también en el orden local, donde el único impreso que subsiste es El Cronista y consta de cuatro hojas fotocopiadas tamaño oficio, además de radioemisoras y un canal de televisión.
Con apoyo de la alemana Fundación Konrad Adenauer, el taller fue organizado por Medios para la Paz (MPP), una asociación de periodistas colombianos que busca una cobertura responsable del conflicto armado interno.
Chinchilla forma parte de Resiliencia, un grupo de apoyo emocional a periodistas creado a principios de 2003 por la privada universidad Sergio Arboleda, de Bogotá, que tiene una escuela de periodismo.
En ese marco, la especialista atiende de modo gratuito y por 12 horas a la semana en la capital colombiana a cualquier periodista que así lo solicite.
El teléfono y el correo electrónico es muchas veces la herramienta usada para contactarse con Chinchilla por parte de estos periodistas de Arauca, una relación profesional originada en abril de 2003, cuando 16 de ellos llegaron a Bogotá en busca de respaldo a su trabajo ante supuestas amenazas de muerte lanzadas por guerrilleros izquierdista y de paramilitares de derecha.
El éxodo dejó a Arauca sin prensa por varias semanas, a excepción de El Cronista, y su presencia en la capital de Colombia provocó un impacto que llevó incluso a que reaccionara la vicepresidencia del país.
La mayoría de los periodistas regresaron a Arauca y ahora comparten entre todos dos camionetas oficiales con blindaje y cuatro escoltas de la policía. Pero algunos de los manifestantes perdieron sus trabajos y otros no volvieron a cubrir hechos relacionados con la guerra civil.
Los demás se esfuerzan cotidianamente por mantener un equilibrio informativo, mientras su trabajo es estrechamente vigilado por todas las partes en combate.
Según expresara uno de estos reporteros, las fuentes oficiales quieren periodistas incondicionales pues, según el gobierno derechista de Alvaro Uribe, el conflicto armado que se arrastra desde hace más de cuatro décadas se trata en realidad de una guerra contra el terrorismo.
Por su parte, la guerrilla y los paramilitares con frecuencia les mandan advertencias a los periodistas, así como también muchas veces son llamados a rendir cuentas ante las autoridades por tener contacto con tal o cual fuente fuera de la ley.
Pero, para colmo, algunas veces esas fuentes cambian de bando, y el peligro para el periodista se torna aún mayor.
Cuatro periodistas han sido asesinados en los últimos 14 años en el departamento de Arauca, y sólo en uno de los casos la justicia llegó a condenar solamente a los autores materiales de la muerte, que fueron soldados del ejército.
Mientras quienes están matando a los periodistas sepan que no son castigados, están seguros de que pueden continuar con su tarea, dijo Patricia Gómez, subdirectora del noticioso NTC de la televisión nacional y también expositora en el taller.
No hay terreno menos propicio para los periodistas que el de la guerra, aseguró Gómez, miembro de Medios para la Paz.
La prensa permite magnificar hazañas, disminuir derrotas y camuflar atrocidades. Todos (los combatientes) nos quieren para pasar información, pero cuando cometen una atrocidad, nos quieren, pero lejos, agregó.
Precisamente, el alto riesgo que afrontan estos periodistas araucanos hizo que Chinchilla se dedicara al tema. La salud del periodista es la salud del país, expresó.
A pesar del conflicto de más de 40 años, Chinchilla no ha encontrado a ningún otro psicólogo que se preocupe o especialice en Colombia en atender a periodistas.
Ustedes son el grupo poblacional más susceptible de sufrir estrés postraumático, apuntó Chinchilla.
También es el grupo más desprotegido, desde el punto de vista psicológico, entre todos aquellos que, por oficio, están cerca del dolor humano, tales como bomberos, personal de los servicios de urgencias y los propios psicólogos, precisó Chinchilla a IPS.
La experta añadió que el estrés postraumático puede llegar a inhabilitar a la persona que ha vivido una experiencia demasiado fuerte. El impacto es similar para quien escucha la narración de lo ocurrido.
El trabajo de Chinchilla consiste en enseñar a identificar el impacto mental de la cobertura periodística de la guerra y su reflejo en el estado físico, pues es el mejor camino para tomar medidas a tiempo.
Algunos síntomas del estrés postraumático son los mismos de quien sufre una enfermedad terminal, como la sensación de amenaza mortal, de horror e impotencia, según Chinchilla.
La persona se siente abrumada e incluso no siente nada, como defensa psicológica para no enloquecer.
Esa anestesia emocional, explicó Chinchilla, puede durar minutos, días o meses. Surge en una situación de estrés muy alta, continua y crónica, como es el caso de los periodistas amenazados. La persona tiende a anestesiarse, como mecanismo de defensa.
Así, el periodista o la periodista que ha dejado de sentir, que es una persona enferma porque no puede reflejar el dolor de otros, puede hacer mucho daño con su trabajo. Cuando ustedes dejen de conmoverse por la gente con la que ustedes entran en contacto, tienen que saber que están anestesiados y pedir ayuda, advirtió la psicóloga.
Si tú no puedes conectarte con el dolor de la persona, la gente no va a aprender nada con tu nota periodística. La calidad de tu trabajo se pierde por completo. El trabajo principal del periodista en una guerra es mostrar a la humanidad el dolor que se está viviendo, precisó.
Los 16 hombres y cuatro mujeres siguieron con atención en este seminario de Arauca la descripción de aquello que probablemente les sucede, pero que no reconocen en público: disociación severa, evitación extrema, paranoia, encierro, ansiedad, debilidad, depresión, insomnio, cansancio físico y terror que paraliza, entre otras afecciones.
También pueden afrontar problemas de fatiga cardiovascular, alteraciones gastrointestinales, disminución de la libido, incapacidad para experimentar sentimientos, abuso de drogas, síntomas psicóticos, así como desesperanza, dificultad para confiar en otros y pensamientos suicidas.
Yo no puedo contribuir a la salud mental de la sociedad si yo mismo tengo dolor, resentimiento, rencor. Ustedes manejan la conciencia de una nación. Si ustedes están mal, proyectarán eso socialmente, explicó Chinchilla, para quien el que un periodista esté afectado, es una bomba de tiempo.
Una noticia dura solamente unos minutos, pero mal manejada deja un impacto que puede durar decenios, agregó.
El ideal es que se reaccione de inmediato cuando se ha sufrido una grave situación de estrés. También es importante que el periodista conozca sus propias limitaciones: dónde está mi límite, qué límite de dolor soy capaz de resistir sin enfermar, señaló.
Los periodistas colombianos todavía no son conscientes de su alta vulnerabilidad psíquica. Pero al finalizar la sesión de Chinchilla, sólo un periodista se atrevió a decir, en broma, que no está afectado por el estrés postraumático.
Al día siguiente, en los corrillos ya se hablaba abiertamente del tema: sí estamos afectados. Chinchilla ha observado que, en cada taller, los periodistas se le acercan con cierta timidez y le piden desesperadamente ayuda, pero quieren una cita individual.