El primer ministro de Australia, John Howard, fracasó en su intento de seducir a los ambientalistas, al revelarse que su gobierno prometió ayuda financiera a una compañía petrolera a cambio de que demandara a la organización Greenpeace.
Esta institución ambientalista internacional, considerada la más importante del mundo, se opone activamente a un proyecto de la compañía Southern Pacific Petroleum (SPP) en el nororiental estado de Queensland, pues sostiene que contribuirá a aumentar los gases invernadero.
Esos gases son derivados de la quema de combustibles fósiles, como el carbón y el petróleo. Causan el efecto invernadero, al que la mayoría de los científicos atribuyen el actual ciclo del recalentamiento del planeta y perjudiciales trastornos climáticos.
El proyecto de SPP también concitó gran resistencia de parte de la población y debió suspenderse por problemas técnicos y, sobre todo, económicos.
Pero en mayo del año pasado, la jefa del Departamento de Industria y Tecnología del gobierno, Marie Taylor, envió un mensaje electrónico a su subsecretario, John Ryan, y al jefe de su División de Recursos, John Hartell, sugiriendo la posibilidad de ofrecerle ayuda financiera a SPP.
La decisión del gobierno de lograr un acuerdo está sujeta a que SPP inicie una acción legal contra Greenpeace y con la condición de que la viabilidad del proyecto y su impacto ambiental sea informado en un periodo de 12 meses, indica el mensaje.
SPP nunca procedió con la demanda, pero el encargado de campañas sobre cambio climático de Greenpeace en Australia, Gareth Walton, expresó sorpresa por la disposición del gobierno a utilizar fondos públicos para incitar a una firma petrolera a iniciar una acción legal contra una organización ambientalista.
Greenpeace obtuvo copia del mensaje luego de ampararse en la Ley de Libertad de Información, que le permite a los ciudadanos acceder a ciertos documentos internos del gobierno bajo determinadas condiciones.
Kirsti Bozeman, portavoz del Ministerio de Industria, Tecnología y Recursos, no quiso hacer comentarios a IPS sobre el caso, pero dijo al periódico Sydney Morning Herald que nadie tenía obligación de hacer nada.
Esta polémica confirmó que los asuntos ambientales son uno de los puntos débiles de Howard de cara a las elecciones federales de este sábado, en los que se elegirán los miembros del parlamento.
El partido o la alianza de partidos con mayoría conformará el próximo gobierno, que tiene un mandato de tres años a partir de la primera sesión del órgano legislativo.
Howard, del gobernante y derechista Partido Liberal, está virtualmente empatado en las encuestas con el candidato del centroizquierdista Partido Laborista, Mark Latham.
Mientras, las últimas encuestas de opinión confirman un crecimiento del Partido Verde, que tiene 12 por ciento de las intenciones de voto.
Howard aspiraba a reducir las diferencias con los ambientalistas e incluso ganar el apoyo de algunos de ellos.
Pero el anuncio la semana pasada de que el gobierno de Rusia tiene la intención de ratificar el Protocolo de Kyoto sobre cambio climático, dejó a Howard aislado tanto en el ámbito local como internacional.
Aunque el Protocolo ya había sido ratificado por 120 países, muchos más que el mínimo de 55 exigido para que entrara en vigor, no se había cumplido que entre ellos sumaran 55 por ciento de la emisión mundial de gases invernadero en 1990, el otro requisito para su entrada en vigencia.
Howard insiste en que no reconsiderará su decisión de no ratificar el acuerdo.
No, no cambiaré de opinión porque dañaría a Australia ratificarlo en estas condiciones… Países como China, Brasil e Indonesia no serían sometidos a metas de reducción de emisiones como nosotros, afirmó el primer ministro a una radio el viernes.
El vicedirector del independiente Instituto de Australia, Richard Dennis, señaló que Howard se resiste a aceptar su responsabilidad en un problema al que ha contribuido.
El cambio climático que está comenzando a ocurrir ahora es causado por las emisiones de dióxido de carbono de los últimos 100 años. Son los países industrializados los que han puesto el dióxido de carbono en la atmósfera, dijo a IPS.
El Instituto de Australia calcula que cada australiano contribuye con unas 27 toneladas de gases invernadero al año. Es el nivel más alto de emisiones por habitante. Cada ciudadano indio, por ejemplo, es responsable por menos de una tonelada, y un ciudadano chino por menos de tres.
Por eso, es totalmente justo que a nosotros se nos exija primero que nos comprometamos a tomar acciones, no sólo porque somos un país rico, sino porque causamos el problema, añadió Dennis.
En la sesión final de negociaciones para el Protocolo de Kyoto, en 1997, Australia logró el mejor acuerdo para una nación industrializada. A último minuto, Canberra logró que se le permitiera incrementar sus emisiones hasta ocho por ciento para 2010 respecto de los niveles de 1990.
Mientras, los demás países industrializados aceptaron fijarse una meta de reducción de seis por ciento.
A pesar de estas concesiones, Howard se niega a ratificar el protocolo, y apoya plenamente la posición de Estados Unidos, que rechaza el acuerdo a pesar de que es el país productor de casi un cuarto de las emisiones.
Howard insiste en que su gobierno no ratificará el protocolo, pero asegura que cumplirá con las metas de emisión que le corresponden a Australia. Nuestra decisión de no ratificarlo tiene el objetivo de proteger los intereses de las compañías australianas, indicó.
Para Dennis, los argumentos de Howard no tienen sentido.
Si dice que va cumplir con las metas de todas formas, es una locura señalar que a Australia no le interesa ratificar (el protocolo). Entonces, o el primer ministro en el fondo no cree que se puedan cumplir y por eso no quiere atarse al acuerdo, o sencillamente no entiende el asunto, afirmó.
El Partido Laborista prometió firmar el protocolo y apoyar proyectos de energía renovable.