Carátulas de discos de Carlos Gardel, recortes de periódicos y fotos amarillentas tapizaban del piso al techo las paredes de aquel estrecho portal de la calle habanera de Neptuno, donde alguien había convertido su vivienda en la casa del tango.
Un día, a principios de los años 90 y en plena crisis económica, las carátulas desaparecieron y aquel ambiente encantado por el ronroneo del viejo tocadiscos cambió para llenarse del olor a pizza proveniente de un horno privado.
El tango se había mudado a unos pasos de allí, pero la memoria colectiva sigue buscando aún aquella imagen querida y esencial de la capital de Cuba. No importa que hoy haya una Casona del Tango, amplia y espléndida, la nostalgia trae siempre aquella casa de vuelta.
No hay nada que se parezca más al tango que un bolero, aseguró el crítico de cine Joel del Río durante el encuentro Señales Lejanas: aportes argentinos a la cultura cubana, uno de los varios encuentros bilaterales realizados en las últimas semanas.
Se ha dicho que el primer país donde se bailó tango fue en Cuba. Cierto o no, este género musical no ha tenido un gran arraigo como baile en el país, como sí lo tuvieron el cine, la música, el humor y hasta el psicoanálisis argentino.
La generación que hoy ronda los 40 años creció viendo películas rodadas en Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX. El cine argentino, mexicano y estadounidense de aquella época fue para muchas personas el único de su infancia.
Todos crecimos escuchando, porque así lo determinaron nuestros abuelos y padres, que Libertad Lamarque seguía siendo 'La novia de América' y que (Carlos) Gardel cantaba cada día mejor, contó del Río.
Para el especialista, las películas que se proyectaban a diario por la televisión estatal prepararon al público para la irrupción en los años 80 de las telenovelas brasileñas y de un nuevo cine argentino.
Eliseo Subiela, director de filmes como Ultimas imágenes del naufragio, cuenta en Cuba con una cohorte de admiradores improbable en cualquier otro país y su cine influyó en el de realizadores cubanos como Fernando Pérez (Suite Habana), ejemplificó del Río.
Además del cine, o antes del cine y junto con él, el tango se metió en la sangre de no pocas personas en la isla y se piensa que en las primeras décadas del siglo pasado era la música más escuchada en el país después de la nacional.
Pasados unos 50 años, llegó el rock argentino de Charly García, Juan Carlos Baglietto y Fito Páez, entre otros, para marcar a quienes por entonces se reunían en la Casa del Joven Creador de La Habana, hoy Museo del Ron.
En aquellos tiempos, tras años de dictadura en el país sudamericano, empezaban a llegar los primeros grupos de turistas argentinos.
Eran jóvenes de izquierda que venían a conocer, a hacer un escrutinio de los cubanos, y dispuestos a dejarlo todo al final. Volvían vacíos a Buenos Aires y entre lo que dejaban estaban los casetes que oían en sus walkman, cuenta el trovador Frank Delgado.
Baglietto fue el que le dio la patá a la lata (el que logró mayor éxito) en Cuba, comentó Delgado a IPS.
Y así empezaron a circular copias clandestinas del denominado rock argentino, un movimiento que estaba diciendo cosas que el tango no decía y que encontró más de un apasionado seguidor en la segunda generación de la Nueva Trova cubana.
No soy quién para sacarle a nadie sus fantasmas, pero Santiago Feliú no fue el mismo antes y después de su primera visita a Buenos Aires, sostuvo Delgado sobre el autor de canciones como Vida.
La influencia del rock argentino fue evidente también en Delgado, Carlos Varela, Donato y Roberto Poveda, o en Polito Ibáñez. Incluso, empezó a salir un programa de radio con el nombre de Giros, el mismo de un disco de Fito Páez.
Los años 80 también trajeron a Cuba el humor del grupo argentino Les Luthiers y la circulación de mano en mano, sobre todo en medios universitarios e intelectuales, de los libros de Mafalda, el personaje publicado de 1964 a 1973 por el notable dibujante argentino Joaquín Lavado, Quino.
Las copias piratas de las dos presentaciones de Les Luthiers en 1984 se convirtieron entonces en un verdadero tesoro y aún lo son para muchas personas, aunque ahora puedan bajarse de Internet, según el humorista y guionista de cine Eduardo del Llano.
El inteligente discurso de ese grupo tuvo una influencia definitiva en el movimiento humorístico cubano, que vivió por aquellos años una época de oro, con grupos como La Seña del Humor y Nos y Otros.
Humor, cine y música se sumaron para que la actual generación cubana se acercara a una Argentina diferente a la que conocieron sus padres, pero heredera de aquel tango que siempre vuelve. La lejanía, aunque sea política, no importa, porque hemos compartido películas y tristezas, dijo del Río. (