Cuando un ciclón devastó Bangladesh poco después de la guerra del Golfo de 1991, el entonces presidente estadounidense George Bush, padre del actual mandatario, envió allí 8.000 soldados, 30 helicópteros y cuatro barcos con miles de toneladas de alimentos y medicinas.
Esta y otras operaciones humanitarias que han incluido el envío de tropas luego de desastres naturales, como el huracán Mitch en Honduras y Nicaragua en 1998, no solo salvaron vidas y ayudaron a restaurar la infraestructura de los países afectados. También le dieron puntos a Washington ante la comunidad internacional.
Por eso, la mayoría de los analistas de América Latina y el Caribe se muestran desolados por el fracaso total del gobierno de George W. Bush en responder a la serie de calamitosos huracanes que se sucedieron en los últimos dos meses en países como Haití, Granada, Jamaica y Bahamas.
Los huracanes demolieron 90 por ciento de los edificios de Granada, causaron pérdidas por cientos de millones de dólares en Jamaica y en Bahamas, y en Haití, el país más golpeado, dejó unos 2.000 muertos y 300.000 personas sin techo.
Algunos analistas creen que la respuesta estadounidense alimentará la impresión de que el gobierno de Bush es indiferente ante sus vecinos americanos, y, con eso, el creciente sentimiento contra Washington que cunde en la región.
En ese sentido, un funcionario del Congreso legislativo estadounidense calificó la actitud del gobierno hacia América como ausente sin aviso.
La palabra más empleada por los defensores de los intereses latinoamericanos en Washington para ilustrar la actitud de Bush hacia América Latina y el Caribe es vergonzosa, en particular hacia de Haití, donde soldados estadounidenses intervinieron en febrero para, según muchos, forzar el exilio del presidente Jean-Bertrand Aristide.
Creo que es vergonzoso que nuestro gobierno supuestamente apoye a las autoridades interinas de Haití pero haya hecho tan poco para ayudarlas en épocas de tan gran necesidad, dijo la experta en asuntos haitianos Rachel Farley, de la no gubernamental Oficina de Washington en América Latina (WOLA).
Haití sufre una crisis extrema, y hemos gastado 1.000 millones de dólares por semana para Iraq , sostuvo Farley, cuya organización presiona al Congreso para que asigne al menos 500 millones de dólares de asistencia al Caribe.
El gobierno afirma que sólo puede ayudar con 50 millones de dólares para todo el Caribe. Eso es vergonzoso, dadas las dimensiones de la devastación, afirmó.
Es bastante vergonzoso, dijo a IPS el vicepresidente del instituto académico Diálogo Interamericano, Michael Shafter. Después de todo, en el Caribe, y en especial en Haití, Estados Unidos tiene muchísimo en juego. Y cuando el país está completamente devastado, nuestra respuesta, en el mejor de los casos, es mínima.
La Agencia para el Desarrollo Internacional del gobierno estadounidense (Usaid) insiste en que ha mostrado generosidad al aportar casi cuatro millones de dólares en asistencia para toda la región, con ocho millones más en camino. La mayoría de la ayuda se canaliza a través de organizaciones privadas.
Además, el gobierno de Bush pidió al Congreso 50 millones de dólares en ayuda, como parte de una ley de emergencia por un total de 10.000 millones de dólares concentrada casi exclusivamente en varios estados afectados por una serie sin precedentes de cuatro huracanes, entre ellos Florida, en el sudeste.
Pero la mayoría de los analistas consideran muy exiguas las cantidades desembolsadas, frente a la magnitud de los daños, que en el caso de Haití y Granada no han sido evaluados aún y que en Jamaica y Bahamas se calculan en 350 y en 250 millones de dólares respectivamente.
Hablar de un paquete total de 50 millones de dólares no es realista, según Lawrence Birns, director del no gubernamental Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA). Debemos hablar en términos de 500 millones para tener un impacto significativo. Estos países no solo perdieron infraestructura: en algunos casos, perdieron hasta su capacidad exportadora.
Granada, por ejemplo, perdió virtualmente casi todos sus árboles de nuez moscada, cuyo crecimiento insume 15 años. La gran mayoría de los 100.000 habitantes de la isla perdieron sus hogares. Este país fue invadido en 1983 por Estados Unidos con la supuesta intención de frenar un golpe de Estado planificado por elementos radicales del partido gobernante.
A pesar de sus históricos vínculos con Granada, Estados Unidos ofreció inicialmente apenas 50.000 dólares en ayuda de asistencia, y aun con el millón de dólares aportado por el presidente venezolano Hugo Chávez. La invasión había costado muchísimo más.
El director de los programas caribeños de Alianza Interamericana, Daniel Erikson, recordó en declaraciones a IPS que Venezuela ya asignaba 80.000 barriles diarios de petróleo al Caribe anglófono.
Erikson advirtió que Estados Unidos debería suministrar mucha más ayuda, no sólo por razones humanitarias sino para impedir que el Caribe se arroje aun más a los brazos de Cuba y de Venezuela.
La situación en Haití es mucho más dramática. La misión militar de paz liderada por Brasil cuenta con sólo 3.000 efectivos, y la policía está diezmada.
Antes de que el huracán Jeanne destruyera buena parte de la ciudad de Gonaives, la tercera del país, la mitad de su territorio estaba bajo control de pandillas armadas, muchos de ellos encabezadas por ex militares destituidos por Aristide.
Birns y Farley coincidieron en que el despliegue de soldados estadounidenses era un asunto delicado, dado el rol de Washington en la caída de Aristide, pero no dudan en que la potencia podría haber hecho mucho más.
Enviar soldados armados podría ser provocativo, pero enviar batallones de ingenieros y a los uniformados de la Guardia Nacional especializados en acciones cívicas podría haber sido un acto iluminado, consideró Birns. (