Dos camionetas amarillas de alquiler palestinas forman fila cerca del puesto de control entre Israel y Cisjordania el miércoles 1, un día después del atentado contra dos ómnibus que dejó 16 muertos en la ciudad israelí de Beer Sheva.
El gobierno de Ariel Sharon ordenó entonces el cierre del ingreso a la ciudad a los palestinos.
Normalmente, los choferes se ganan la vida transportando personas entre los poblados palestinos cercanos y el puesto de control. Algunos evitan la guardia e ingresan a Israel ilegalmente. La longitud de la frontera sin marcar dificulta su vigilancia efectiva.
Sharon también ordenó acelerar la construcción del sector meridional del muro de separación entre Cisjordania y el territorio palestino como respuesta al atentado. Líderes comunitarios de la meridional región desértica de Négev pidieron el jueves 2 al gobierno que actuara sin demora.
El atentado en Beer Sheva sirvió para que el gobierno israelí aplaudiera la eficacia de la barrera, que ha sido parcialmente completada en el norte de Cisjordania. Restan construir menos de 200 kilómetros de los 694 del trazado, a un costo de 2,25 millones de dólares por kilómetro.
Donde hay muro, no hay terror, y donde no lo hay el terror tiene posibilidades, dijo el ministro de Seguridad Pública, Tzahi Hanegbi, al visitar la ciudad conmocionada por las detonaciones.
La barrera tiene 50 metros de ancho. De cada lado tiene dos hileras de alambre de púas, y sólo del lado cisjordano, un foso para detener a los palestinos que pretendan inmolarse a bordo de coches-bomba dirigidos contra la muralla.
También hay a lo largo de la valla un sendero de patrullaje militar y una franja de tierra blanda para registrar huellas de calzado. El muro principal cuenta con sensores electrónicos conectados con cuartos de control. También se están construyendo atalayas e instalando cámaras de vídeo en áreas delicadas.
La Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya y la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indicaron que la fortificación —que combina vallas electrónicas, cunetas y muros de cemento— es ilegal y que debe demolerse, así como compensarse a los palestinos afectados por su construcción.
Los autores del atentado en Beer Sheva procedían de Hebrón, la principal ciudad del sur cisjordano. El ejército israelí bloqueó la localidad y demolió sus viviendas.
El puesto de control de Tarqumia, entre Israel y Cisjordania, es el más cercano a Hebrón. Ibrahim Ghreib, vestido con ropa de trabajo, vacila al costado del camino. Se gana la vida llevando cargas de un camión a otro, de acuerdo con las normas impuestas por la ocupación israelí.
Los camioneros que transporten carga por territorio palestino y hacia o desde Israel, aunque sean productos de primera necesidad, deben detenerse en el confín de cada ciudad por la que pasen, bajar toda su carga para que los soldados la inspeccionen y volver a cargarla en otro camión.
Ghreib, de 27 años, no está seguro de si debe esperar para comenzar su trabajo o regresar a casa, porque hay muy poco tráfico después del ataque a Beer Sheva.
El joven, que está casado y tiene un hijo, viaja regular e ilegalmente a Israel. En Tarqumia no hay trabajo. Ni siquiera lo hay en Hebrón, y difícilmente me pagan lo suficiente. En Israel me pagan bien, explicó.
Hay muchos modos de cruzar la denominada línea verde hacia Israel, según Ghreib. Pero el periplo es riesgoso: hay un atalaya en una colina cerca del puesto del control, y jeeps militares recorren el área.
Hace dos semanas, una patrulla del ejército israelí lo detuvo en su camino a través de las colinas. Los soldados lo detuvieron dos horas y lo golpearon, aseguró. Aún me duelen las costillas.
Ghreib sabe que la construcción del muro se acelerará tras el atentado. Pero aun cuando lo complete, continuaré yendo a Israel para trabajar. Hallaré un camino. No tengo otra opción, sostuvo.
Pero son las fallas de inteligencia más que la falta de amurallamiento lo que hizo posible el ataque a Beer Sheva, según algunos analistas. El ejército israelí ha intentado ubicar la célula del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) de Hebrón que reivindicó la acción.
Comandantes israelíes admiten que tienen enormes dificultades para reprimir el aparato de Hamas en esa ciudad palestina.
El periodista palestino Jalid Amayreh ha observado los acontecimientos en Hebrón desde la vecina localidad de Dorra. Los israelíes, afirma, nunca pudieron acabar con el movimiento a nivel local. La célula de Hamas responsable del ataque es muy pequeña: dos, tres, a lo sumo cinco personas, aseguró.
Amayreh, que simpatiza con el movimiento, se opone a los ataques suicidas porque hicieron mucho daño a la imagen internacional de los palestinos. Sin embargo, cree que el comportamiento nazi de los israelíes, sus acciones genocidas y sus tácticas de Gestapo dieron origen a los atentados.
Es obvio que la consolidación del muro en el norte llevó a Hamas a trasladar sus operaciones al sur. Pero los palestinos siempre encontrarán medios para atacar a Israel, aun a través del muro, pronosticó el periodista.
Las autoridades israelíes informaron aun antes del atentado al alcalde de Surif, una localidad algo más al norte, Mohammed Adwan, que el muro pasaría a través del poblado.
En algunos lugares, la edificación avanzará unos 300 metros dentro de los límites de la ciudad. Algunos pequeños agricultores perderán la mayoría de sus tierras y, con ellas, sus ingresos.
No me importa si construyen un muro mientras les permitan mantener sus propias tierras. Esto no tiene nada que ver con la seguridad: están confiscando nuestros predios, dijo Adwan.
Pero aun si la barrera estuviera del lado israelí de la línea verde ocasionaría grandes dificultades a Surif, reconoció el alcalde. Unas 1.000 personas del poblado trabajan con regularidad en Israel, si bien apenas 150 tienen permiso para ingresar en su territorio.
Si no se les permite el paso, eso traerá un terrible desempleo, sostuvo.
Pero Adwan también confía en que los palestinos continuarán pasando a Israel a pesar de la barrera. Para demostrarlo, muestra la portada del diario Al-Quds que muestra jóvenes palestinos trepando el alto muro de cemento construido en el área jerosolimitana de Abu-Dis.
Ya lo ve. Siempre encontramos un camino, afirma. (