El nombramiento de Shaukat Aziz como nuevo primer ministro de Pakistán es celebrado en al menos tres capitales además de Islamabad: Nueva Delhi, Washington y Kabul.
Aziz, hombre de confianza del presidente Pervez Musharraf, es bien visto por la mayoría de los altos funcionarios de Estados Unidos.
India, rival histórico de Pakistán, de seguro recibirá con agrado a Aziz. Se trata de una figura alejada de los choques históricos entre los dos países y que trabajó la mayor parte de su vida en bancos estadounidenses.
A su vez, sus vínculos con Washington le permitirán, sin duda, tener importante influencia en Afganistán.
Aziz fue elegido por Musharraf en junio, pero debió esperar la confirmación formal de la Asamblea Nacional el mes pasado.
El entonces primer ministro Zafarullah Khan Jamali presentó su renuncia ante los legisladores para permitir el nombramiento de Aziz.
El nuevo primer ministro es un tecnócrata, al igual que su par indio Manmohan Singh. Aziz fue banquero y se desempeñó como ministro de Finanzas durante los últimos cinco años.
Todavía hay especulaciones sobre los motivos que llevaron a Musharraf a elegir a Aziz y dejar a un lado a Jamali, pero algunas cosas están más que claras.
Las diferencias entre el jefe de Estado y Jamali se habían profundizado en los últimos meses, principalmente sobre la estrategia adoptada para combatir a las células de la red terrorista Al Qaeda y a los remanentes del movimiento radical islámico Talibán en la frontera con Afganistán.
A Musharraf le habría disgustado la actitud negociadora de Jamali con grupos radicales de la fronteriza provincia de Balochistán, su lugar de origen.
Aziz cuenta con la gran ventaja de tener estrechos contactos con los círculos políticos y financieros de Washington. Fue un hombre clave cuando Pakistán negoció con Estados Unidos su participación en la campaña mundial contra el terrorismo.
Su nombramiento como primer ministro confirma la disposición de Islamabad de mantener su alianza con el gobierno del presidente George W. Bush.
Sin embargo, en Estados Unidos hay opiniones diversas sobre la importancia de esta alianza para Washington, a pesar de que Bush reconoce el papel clave jugado por Pakistán en la guerra de Afganistán en 2001.
Sin el apoyo logístico pakistaní, Estados Unidos no habría desalojado tan rápido de Kabul al movimiento Talibán.
Washington tiene cuatro bases militares activas en Pakistán, que son vitales para todas las operaciones en el territorio afgano.
Sin embargo, algunos funcionarios de Kabul y la propia embajada estadounidense en Afganistán se quejan de que Musharraf no está haciendo todo lo suficiente, quizás en forma deliberada, para desalojar a los remanentes de Talibán en su frontera.
La sede diplomática estadounidense señaló que Pakistán no se ocupa tanto de Talibán como de los combatientes de Al Qaeda.
Se sospecha que Islamabad tendría intenciones de aprovechar a los miembros de Talibán para que reanuden la insurgencia en la provincia de Cachemira, objeto de duras disputas con India. El gobierno de Musharraf siempre ha negado esta acusación.
Mientras, las relaciones de Pakistán con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Asiático para el Desarrollo son excelentes, gracias en especial a Aziz.
Es seguro que Pakistán continuará con las reformas económicas emprendidas en los últimos años.
El nombramiento de Aziz también le da la tranquilidad a India de que avanzarán las negociaciones por Cachemira.
Es muy posible que la razón principal del nombramiento de Aziz haya sido justamente lograr un mayor acercamiento con Nueva Delhi, atendiendo a las crecientes presiones de parte de la comunidad internacional.
La personalidad de Aziz, un hombre alejado de las disputas políticas históricas, de seguro facilitará las delicadas negociaciones por la provincia.
El nombramiento también confirma que Musharraf y el Ejército están decididos a perfeccionar y consolidar este sistema político que están construyendo y al que llaman democracia real, que consiste en establecer todas las instituciones de una democracia pero controladas por el ejército..
Musharraf ocupó el poder mediante un golpe de Estado en 1999. En 2002 convocó a un referendo con el que logró que se le reconociera al frente de las jefaturas del Estado y de las fuerzas armadas por cinco años más.
Asimismo, el mandatario hizo aprobar 29 enmiendas constitucionales que no podrán ser revisadas ni derogadas por el parlamento.
Las enmiendas otorgan a los militares mayor influencia en la política mediante la creación de un Consejo de Seguridad Nacional supraparlamentario, que el propio Musharraf encabeza, y a través de la facultad presidencial de disolver la Asamblea Nacional, entre otros poderes.
Los altos mandos militares están convencidos de que Musharraf ganará toda la legitimidad popular que necesita si logra éxitos económicos, y por eso cifran sus esperanzas en el nuevo primer ministro.
Aziz es reconocido en el mundo, y sobretodo por los donantes de Pakistán, como el hombre que, como ministro de Finanzas, logró estabilizar y aun mejorar los indicadores económicos este país de 149 millones de habitantes.
El ahora primer ministro fue, sin duda, la mejor apuesta de Musharraf para atraer inversiones extranjeras directas.
Mientras, Musharraf libra una lucha desesperada contra el extremismo islámico. El presidente sobrevivió ya a tres intentos de asesinato organizados por grupos musulmanes radicales.
El jefe de Estado parece convencido de que si hay alguien que puede darle una nueva imagen al gobierno, logrando un acercamiento con los grupos islámicos, pero sin suspender la guerra contra Al Qaeda, ese es Aziz.