VENEZUELA: Elogio del cimarrón

Cuando Berta era niña conoció a Micaela, ”una negra vieja, con las espaldas totalmente marcadas”, y al preguntar por qué aquella mujer estaba tan maltratada, recibió la respuesta: ”fueron los látigos y los hierros candentes, porque ella fue esclava”.

Este es uno de los testimonios en textos, fotografías, grabados, pinturas y también instrumentos musicales, herramientas, armas, máscaras, tallas y afiches que conforman la exposición ”Oscuridad, silencio y ruptura. 150 años de la abolición de la esclavitud en Venezuela”, que muestra el Museo de Bellas Artes de Caracas.

La esclavitud fue oficialmente abolida en Venezuela el 24 de marzo de 1854 —cuando afectaba a unas 25.000 personas, tres por ciento de la población de la época—, y el sesquicentenario es conmemorado este año por la Red de Organizaciones Afrovenezolanas, a favor de más reconocimiento social y constitucional del aporte de la negritud al país.

La Red ”impulsa una reconceptualización de los aportes y de las luchas de los descendientes de africanos en Venezuela”, dijo a IPS su coordinador y uno de los organizadores de la muestra, Jesús García.

”En esta oportunidad hacemos énfasis en el valor político de nuestro aporte, concretamente del cimarronaje”, como se conoce en América Latina la rebelión de esclavos negros que huían a zonas deshabitadas en las que podían vivir libres, durante la dominación española y hasta que las nuevas repúblicas abolieron la esclavitud.

El énfasis se debe a que ”para mostrar la presencia de las culturas africanas en Venezuela se ha privilegiado lo accesorio u ornamental, como la música, la vestimenta o la participación en el culto católico, sin replantearse lo más profundo, que fue su sometimiento a la esclavitud y la rebelión destacada por los cimarrones”, dijo García.

Durante siglos, desde la famosa rebelión en 1552 del negro Miguel, quien se proclamó rey de una comunidad de esclavos sublevados en las minas de Buria, 200 kilómetros al oeste de Caracas, miles de cimarrones huyeron de casas y plantaciones de sus amos blancos y crearon decenas de comunidades libres o ”cumbes”, base de poblaciones de mayoría negra que se desarrollaron en costas y llanuras.

Fenómenos similares se registraron en otros lugares de concentración de esclavos, como Cuba, Haití o Brasil.

”Desde niño trabajé en los trapiches (moliendas de caña), atravesé la serranía del Turimiquire (este del país) y me iba cimarroneando, trabajando en la sierra y en el mar. Llevé mucho látigo, porque lo que hacía era huir, igual me quedaba en los sitios de sacar perlas que en los de sacar sal o en las rancherías de pescadores, o vendía leña o leche de cabra”, narra el anciano Juan Jiménez en otro de los relatos mostrados.

La muestra ”recoge esos testimonios de hombres y mujeres que trabajaron, lucharon, padecieron y cantaron y bailaron, pero han sido víctimas, desde los tiempos de la Guerra de Independencia (1810-1824) de una suerte de hipocresía, según la cual no había racismo en Venezuela”, comentó a IPS Marizabel Blanco, organizadora de la muestra.

Escolares que desfilan ante la muestra se detienen curiosos ante el cartel que agranda un aviso en la Gaceta de Caracas, del 17 de enero de 1812 —cuando los independentistas dominaban la ciudad— que ofrece recompensa a quien devuelva a sus propietarios a la esclava Azú, ”de la nación congo, fuerte de cuerpo y pecho plano, de 28 a 30 años, que no habla más que su idioma natural y se fugó la noche del pasado día 9à”.

”Yo me asombro con esa gente que sufría tanto y en sus ratos libres hacía la música, los tambores y la comida como los buñuelos de ocumo que preparaba mi abuela”, comentó Gerardo Castro, de 11 años y en quinto grado de educación básica.

Una degustación de platillos típicos del oriente venezolano acompañó actividades de la exposición. ”La influencia de los afrodescendientes destaca al cabo de varias generaciones en la gastronomía rural y urbana, por ejemplo en el uso del cacao como ingrediente”, observó Tamara Rodríguez, a cargo de una jornada de gastronomía.

Las plantaciones de cacao fueron las explotaciones que más intensamente utilizaron mano de obra esclava durante la colonia española y primeras décadas de la vida republicana, y desde allí se producían las fugas hacia los cumbes, primero, y las migraciones a poblaciones costeras y ciudades como Caracas, a lo largo del siglo XX.

En la exposición resaltan la variedad de tambores, con nombres como cumaco, mina, chimbangle y quimbángano, empleados en las festividades de las comunidades libres y esclavizadas, pero también ”como vehículo de comunicación en tiempos de persecuciones y rebeliones”, destaca García.

”Queremos que se reconozca el cimarronaje como aporte a las luchas de Venezuela por su libertad, con expresiones de punta como la rebelión de Miguel, la del zambo Andresote en Yaracuy (centro del país) en 1732 y la del precursor de la independencia José Leonardo Chirinos”, quien se alzó contra el poder español en 1795 en la sierra de Coro (noroeste) y, hecho preso, al año siguiente fue decapitado.

La Red Afrovenezolana quiere que se modifique la Constitución de 1999, que destacó el aporte a la nación de Simón Bolívar, otros próceres de la independencia y la resistencia de los pueblos indígenas, ”para que recoja el aporte de la negritud, porque éramos 400.000 en el millón de habitantes que ganó la independencia”, dijo García.

”Sin perder de vista esos objetivos de largo aliento, con actividades como la exposición impulsamos que se revalorice el aporte de los descendientes de africanos a la vida venezolana, que ha sido sencillamente omitido”, dijo Blanco.

Junto con la muestra hay recitales y conciertos, talleres de percusión, de peinados de estilo afro y de autorreconocimiento, y en las próximas semanas se agregará un ciclo de conferencias y encuentros en distintas ciudades del interior sobre la historia de la trata de esclavos, el cimarronaje y la herencia cultural e identidad venezolanas, agregó.

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