La popularidad del presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, se duplicó con creces desde 1999, reveló una encuesta independiente, en un hecho que muchos analistas atribuyen al control monopólico de los medios de prensa por el gobierno.
Según el sondeo, realizado por el Instituto para la Democracia en Sudáfrica, el Centro de Ghana para el Desarrollo Democrático y la Universidad del Estado de Michigan, Estados Unidos, 46 por ciento de los ciudadanos de Zimbabwe confían ahora en Mugabe, frente a 20 por ciento en 1999, año del estudio anterior.
El activista Brian Raftopoulos explicó este incremento por la expulsión de todos los periodistas extranjeros de Zimbabwe por criticar al gobierno, y por el cierre de casi todos los medios nacionales independientes.
Esto ha tenido un impacto muy negativo en el público. Todos los días, la prensa oficial demoniza a la oposición y a sus líderes. Morgan Tsvangirai (jefe del opositor Movimiento por el Cambio Democrático) y sus seguidores no tienen acceso a los medios para responder a las críticas, explicó Raftopoulos en el lanzamiento de la encuesta, en la ciudad sudafricana de Johannesburgo.
Sólo 18 por ciento de los ciudadanos dijeron confiar en Tsvangirai, según la encuesta, publicada el viernes con el título El poder de la propaganda: Opinión pública en Zimbabwe. El sondeo se realizó del 26 de abril al 17 de mayo y forma parte del proyecto AfroBarómetro, que estudia tendencias políticas, sociales y económicas en 16 países africanos.
Algunos analistas señalaron que el aumento de la popularidad de Mugabe no sólo se debe a su férreo control de los medios de comunicación masiva, sino también a que muchos se han beneficiado del patronazgo del partido de gobierno, el ZANU-PF.
Robert Mattes, del Instituto Sudafricano de Asuntos Internacionales, destacó que los militares y los campesinos reubicados bajo el controvertido programa de reforma agraria lanzado en 2000 por Mugabe obtuvieron beneficios de su gobierno.
No sólo creen que la economía mejoró el año pasado, sino que atribuyen al presidente la mejora de sus propias condiciones económicas, señaló Mattes en el lanzamiento del estudio.
Mientras, otras personas, en especial los más jóvenes y los habitantes rurales, temen expresar sus verdaderas preferencias políticas. Cuatro de cada cinco ciudadanos creen que deben ser cuidadosos al hablar sobre política, agregó.
Aunque nos esforzamos por convencer a los encuestados de que éramos una organización investigadora neutral, 46 por ciento nos dijeron al final de la entrevista que creían que éramos del gobierno, dijo Mattes.
Los investigadores se habían propuesto encuestar a 1.200 personas, pero debieron conformarse con 1.104 debido a interferencias de la policía secreta de Zimbabwe, la Organización Central de Inteligencia.
El sondeo también reveló que los ciudadanos están perdiendo la fe en la democracia. Sólo 48 por ciento de los entrevistados expresaron confianza en esa forma de gobierno, frente a 71 por ciento en 1999.
Además, cada vez más ciudadanos aceptan la idea del régimen de partido único: sólo 58 por ciento la rechazan, en comparación con 74 por ciento hace cinco años. Setenta y cinco por ciento opinaron que la competencia entre partidos políticos causa conflictos, lo cual explicaría por qué 51 por ciento de los encuestados no se alinearon con el partido de gobierno ni con la oposición.
El Instituto de la Prensa de Africa Austral (MISA) acusó en un informe a los medios controlados por el gobierno, prácticamente los únicos existentes, de publicar mensajes de odio contra opositores políticos.
La violencia parece ser estimulada por mensajes de odio publicados en los medios oficialistas, en particular Zimbabwe Broadcasting Corporation (ZBC) y el principal periódico del país, The Herald, dice el documento, resultado de un estudio para describir el estado de la prensa en Zimbabwe, en la cuenta regresiva para las elecciones parlamentarias de marzo de 2005.
Según MISA, la prensa oficial raramente menciona actividades de la oposición, y cuando lo hace, es en términos despectivos, presentando a los líderes opositores y sus seguidores como elementos antipatrióticos y subversivos, que instigan a la violencia y quieren derrocar al gobierno.
Un ejemplo citado fue la demonización del arzobispo católico de Bulawayo, la segunda ciudad del país. El clérigo, Pius Ncube, es blanco de una campaña de satanización y ridículo debido a sus opiniones sobre la violencia política.
La violencia e intimidación se extienden a los periodistas y abogados. A los periodistas independientes no se les permite cubrir ciertos acontecimientos, mientras los abogados tienen cada vez más dificultades para reunirse con sus clientes arrestados por cargos fraguados, sostiene el informe.
Según MISA, Zimbabwe registró 102 ataques a la prensa en 2003, el mayor número dentro de la Comunidad de Desarrollo de Africa Austral. Los ataques incluyeron violencia física, prisión y amenazas legales.
Esto ha creado un clima de desconfianza en los periodistas y entre ellos. Los de los medios oficialistas se han habituado a reproducir sin cuestionamientos los dichos de las autoridades y la posición del ZANU-PF, a veces tomando partido por alguna de las facciones del partido gobernante.
En una lista de 166 países elaborada por la organización Reporteros Sin Fronteras según el grado de respeto a la libertad de prensa, Zimbabwe ocupa el lugar número 141. El grupo también describió a Mugabe, quien está en el poder desde 1980, como un depredador de la libertad de prensa.
Organizaciones de derechos humanos afirman que al menos 300 personas, la mayoría opositores, murieron en Zimbabwe desde 2000. Miles de personas han sido, según esas acusaciones, torturadas, y numerosas mujeres violadas por fuerzas de seguridad y milicias oficialistas. Harare rechaza esas acusaciones.
Otra fuente de conflicto es la reforma agraria lanzada en 2000, por la cual las autoridades requisaron haciendas de 4.500 productores comerciales, la mayoría blancos, para redistribuirlas entre campesinos negros sin tierra.
La reforma agraria se implementó mediante la ocupación (jambanja), a menudo violenta, de haciendas de agricultores blancos y su entrega a integrantes de la mayoría negra, en particular a los veteranos de guerra de la independencia contra Gran Bretaña, concluida en 1980.
La población blanca —menos de uno por ciento de la población— poseía hasta antes de ponerse en marcha la reforma agraria más de 70 por ciento de las mejores tierras agrícolas. Mugabe se propuso corregir esa situación, pero buena parte de las tierras confiscadas fueron a parar a manos de funcionarios del gobierno o de personas vinculadas con éste, según insistentes denuncias. Al mismo tiempo, la producción agrícola cayó.