La sombra del dopaje que cubre los Juegos Olímpicos a inaugurarse este viernes en Atenas reflota la polémica sobre la supervivencia del deporte amateur en tiempos de profesionalismo extremo y da pie a planteamientos de despenalización del uso de sustancias estimulantes.
El director de la Escuela de Medicina Deportiva de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Tobal, señaló, en este marco, que el propio deporte de alta competición no es sano en sí mismo, más allá de que haya o no dopaje, pues pone al cuerpo humano al límite de su capacidad..
La lista de ausentes a esta edición olímpica por dopaje es larga. Uno de ellos es uno de los grandes atletas de España, sexto en los Juegos Olímpicos Sidney-2000, el piragüista Jovino González, quien no fue a Grecia porque un análisis que la practicaron por sorpresa dio resultado positivo.
Para no asumir el problema, el presidente del Comité Olímpico Español (COE), José María Echevarría, remitió el viernes pasado una carta a la organización de los juegos de Atenas informando de que González no asistiría por estar lesionado y que no habría sustituto.
Desde Suiza, el Comité Olímpico informó que por haber dado positivo un control de uso de sustancias prohibidas tampoco viajó a Atenas el ciclista Oscar Camenzind, campeón del mundo en ruta en 1998. Por otro lado, el Tribunal de Arbitraje Deportivo ratificó la exclusión por idénticos motivos del colega australiano Jobie Dajka.
Igual suerte corrió el irlandés Cathal Lombard, corredor de 10.000 metros, quien declaró al diario Irish Examiner de su país que consumió el conocido estimulante Eritropoyetina, más divulgado como EPO, razón por la cual quedó fuera de los Juegos Olímpicos.
El caso del piragüista González sirvió para poner en evidencia las distintas opiniones respecto del asunto, comenzando por la del propio dopado quien, tras conocer el resultado positivo del análisis, afirmó no haber tomado nada que no le recetara el médico Manuel Rodríguez, de la Federación Española de Atletismo.
Pero Rodríguez negó cualquier implicación en el asunto y puso su cargo a disposición de la Federación, tras subrayar que él no tiene nada que ocultar.
Emilio Merchán, otro integrante del equipo nacional de España, también apuntó contra el facultativo, al señalar que, cuando te ponía algo, Rodríguez te decía 'tú tranquilo', que son recuperadores y defensas y que le avisaba una semana antes de la cita para un control de dopaje para que el análisis no diera positivo.
En estos días volvió a relucir la denuncia efectuada a mediados de abril por otro ciclista español de trascendencia internacional, como es Jesús Manzano, quien presentó recetas de sustancias estimulantes escritas de puño y letra y firmadas por los médicos durante varios años seguidos e, incluso, dosis de varias de las drogas indicadas que no alcanzó a consumir.
Ante esta situación hay quienes que, condenando el dopaje, dividen sus acusaciones, señalando unos como culpables a los deportistas, otros a los médicos y algunos a los propios dirigentes. En tanto, existen aquellos especialistas que reclaman la legalización de esa práctica.
El gran problema consiste en que las drogas que se utilizan son generalmente medicinas que se recetan para enfermedades específicas y, en ese sentido, todo es medicina y todo es veneno, según Pedro Manonelles, secretario general de la Federación Española de Medicina del Deporte.
El facultativo pone como ejemplo el uso de la EPO, que clínicamente se utiliza para disminuir la anemia severa o la hormona del crecimiento, aplicada para aumentar la talla de los niños con retrasos en su desarrollo.
Pero el uso no originado en necesidades médicas, como las indicadas, perjudica de manera considerable al hígado y los riñones, encargados de metabolizar, filtrar y eliminar esas sustancias que son innecesarias en un organismo sano.
Por eso, concluye Manonelles, forzar la máquina (humana) a esos niveles no es gratis y el dopaje pasa su factura
Sin embargo, es muy difícil evitar el uso de esas drogas si no se aplica un riguroso y severo sistema de prevención y castigo, porque hay mucho dinero y poder en juego y sólo se valora el éxito en función de los resultados, sentenció Tobal.
En contraposición se pronuncia Lincoln Allison, fundador del Centro para el Estudio del Deporte en la Sociedad, dependiente de la británica Universidad de Warwick.
Allison, en un artículo publicado el miércoles por el madrileño diario El Mundo, afirma que, en términos generales, los daños del empleo de drogas para el incremento del rendimiento deportivo son considerablemente menores que los que se derivan del consumo de tabaco o alcohol.
Además, sostiene que muchos deportistas conocen perfectamente los riesgos que corren y están debidamente preparados para el consumo de esa clase de sustancias.
Para este sociólogo, los deportes más distinguibles son los que requieren habilidad, táctica, buen criterio y valentía y ninguna de estas cualidades pueden ser aumentada con drogas. Pero si para destacarse en un deporte es necesario incrementar la fortaleza física, el deportista se encuentra en la alternativa de que si no las tomas (las drogas), no podrás hacerlo.
Por eso, además de criticar el sistema actual, anticipa que la ingeniería genética se encuentra a punto de fabricar sustancias que dejarán a las drogas actuales como algo muy trivial en relación al impacto que habrán de causar sobre nuestras ideas a propósito del juego limpio y el rendimiento físico.
En ese sentido, el especialista en terapia genética de la estadounidense Universidad de Pensilvania Lee Weeney informó de que ya ha recibido pedidos de deportistas para que les modifique genéticamente sus cuerpos para convertirse en superhumanos, con una fuerza fuera de lo común..