Cuántas cosas pueden cambiar en pocos meses. En noviembre de 2003, las señales de la ocupación de Iraq por Estados Unidos y sus aliados eran visibles en Bagdad y en todo el país. Hoy la apariencia es otra, pero la esencia es la misma.
Viajar desde Amán hasta Bagdad en Royal Jordanian, la única ruta comercial disponible para llegar a Iraq, era toda una experiencia el año pasado. Esa aerolínea jordana sigue siendo la única autorizada para volar a Iraq.
En ese entonces, el viaje era en aviones pequeños e incómodos, de dos motores. Una vez que aterrizaban en Bagdad, los aviones carreteaban hasta un hangar, para evitar los atentados de grupos insurgentes con granadas lanzadas por cohetes.
Una vez fuera del avión, los pasajeros debían caminar hasta lo que parecía un galpón vacío y luego hasta una oficina que recibía a los pasajeros salientes y entrantes. Funcionarios militares estadounidenses e iraquíes ingresaban los datos de los pasajeros en una computadora, les solicitaban que mirasen a una videocámara y sellaban sus pasaportes.
No había ninguna exigencia de visa. En general, las autoridades suponían que si alguien decidía viajar a Bagdad en tiempos de guerra, debía tener una buena razón para hacerlo.
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Ahora, en cambio, Royal Jordanian ofrece aviones más cómodos y modernos y vuela a Iraq dos veces al día, mientras en noviembre lo hacía algunas veces por semana.
El aspecto del Aeropuerto Internacional de Bagdad también ha cambiado. Los iraquíes están a cargo del control del tráfico aéreo. Existe una oficina de inmigración, y policías iraquíes equipados con radios vigilan las instalaciones.
Además, las autoridades comenzaron a rechazar este mes a las personas que intentan ingresar sin visa, incluso estadounidenses, a menos que sean diplomáticos o contratistas de una agencia gubernamental de Estados Unidos. El gobierno interino iraquí sostiene que esta política es una forma de fortalecer su soberanía e independencia.
Pero ahí se terminan las diferencias en el aeropuerto. El ejército estadounidense todavía ocupa un puesto de control y vigila quién entra y sale del enorme edificio, y a las terminales sólo pueden entrar vehículos militares y oficiales. Los pasajeros y otros deben parar a kilómetros de distancia, en un puesto de control estadounidense, y tomar un autobús que sale cada hora, con suerte, hasta las 4 p.m.
El camino del aeropuerto a la ciudad es claramente menos difícil que antes. Antes temido por los ataques diarios contra caravanas estadounidenses, ahora casi no tiene puestos de control ni registra atentados, en gran medida porque hay menos vehículos estadounidenses circulando por las calles de Bagdad.
La presencia de las fuerzas estadounidenses en las ciudades iraquíes también ha disminuido, como parte del acuerdo por el que Estados Unidos supuestamente traspasó la soberanía a un gobierno interino iraquí el pasado 28 de junio.
La policía iraquí tiene ahora una presencia abundante en Bagdad, y se desplaza en vehículos recién pintados con estrepitosas sirenas, nuevos equipos de comunicación y chalecos antibalas, todo destinado a mostrar a la población que son los iraquíes, y no los estadounidenses, quienes están a cargo.
Pero los estadounidenses no se han ido. Estados Unidos mantiene al menos 138.000 soldados en Iraq, a los que se suman 20.000 de otros países, en el futuro previsible. Estas fuerzas gozan de completa inmunidad ante la ley y los tribunales iraquíes, por decisión de quien fuera hasta el 28 de junio el jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición ocupante, el embajador estadounidense Paul Bremer.
Además, el gobierno interino no tiene facultades para reformar la constitución transitoria ni las leyes administrativas patrocinadas por Estados Unidos.
Antes de traspasar la soberanía, Bremer también designó una comisión electoral que puede prohibir partidos políticos, otorgó un periodo de cinco años al nuevo consejero de seguridad nacional y al jefe de la inteligencia y designó un inspector general también por cinco años por cada uno de los 26 ministerios.
Durante la última Conferencia Nacional Iraquí para elegir miembros de una asamblea interina consultiva, helicópteros Apache de Estados Unidos sobrevolaban el sitio de la reunión para impedir atentados.
Fuerzas estadounidenses asumieron la represión de la insurgencia en áreas problemáticas de Iraq, como Faluya y Nayaf. Según el gobierno interino iraquí, así lo desea, porque las fuerzas de seguridad iraquíes todavía no están en condiciones de proteger al país.
Aparte, hay miles de civiles estadounidenses que todavía trabajan en Iraq como asesores de ministros y funcionarios iraquíes, como guardaespaldas de altos funcionarios iraquíes, o en numerosos proyectos de reconstrucción.
La presencia de los estadounidenses aún enfurece a muchos iraquíes, que la consideran una prueba de las intenciones colonialistas de Estados Unidos y de que éste es el verdadero poder detrás del trono.
Para los iraquíes comunes, la vida cotidiana es igual que hace unos meses, o peor.
Hace ocho meses —pocos meses después de la caída del régimen de Saddam Hussein—, muchos eran optimistas acerca del futuro del país y su seguridad, pero ahora la mayoría son pesimistas.
La situación de la seguridad ha empeorado, la economía no se ha recuperado y los estadounidenses todavía están allí, porque no existe el gobierno representativo que prometieron.