Mientras seis millones de niños y niñas se aprestan en Iraq a comenzar su segundo año lectivo fuera de la sombra ominosa de Saddam Hussein, las autoridades educativas se preparan para afrontar grandes desafíos.
El año pasado, acababa de concluir la invasión encabezada por Estados Unidos que había puesto fin al régimen de Saddam Hussein. Las fuerzas ocupantes estaban en el país desde hacía seis meses. Muchas escuelas sufrieron los daños de la guerra o de los saqueos que le sucedieron.
Las familias no sabían si era seguro enviar a sus hijos a clase. Muchos de los que asistieron carecieron de libros, pues las autoridades civiles de la ocupación estadounidense no imprimieron manuales libres de la fotografía del antiguo dictador.
Por eso, muchos alumnos usaban textos a los que se les arrancaba el retrato de Saddam Hussein. Unos pocos fueron reimpresos con ayuda de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sin referencias al depuesto régimen.
Las autoridades de la enseñanza del flamante gobierno interino iraquí prometen para este año nuevos manuales. Estamos haciendo libros para todos, dijo a IPS Saad Ibrahim, el funcionario a cargo de las impresiones.
Hemos recibido 40 millones de dólares en aportes del Banco Mundial y de países donantes, y firmamos muchos contratos con imprentas de Iraq y de países cercanos como Jordania y Emiratos Arabes Unidos, agregó.
El Ministerio de Educación también debe ocuparse de los edificios escolares. Ochenta por ciento de las 18.000 escuelas de Iraq deben ser sometidas a algún tipo de reparación, dijo a IPS el viceministro Hassanein Mualla.
Las refacciones requeridas por 40 por ciento de los locales son parciales, pero 30 por ciento deben pasar por una reparación completa, mientras más de 1.000 han de ser reconstruidas. Además, el Ministerio planea construir 4.500 nuevas escuelas para 2007.
En algunos de los locales deteriorados se desarrollan hoy cursos en tres turnos, lo cual dificultará la tarea.
Aún no está claro cuánto dinero insumirá esa labor ni si el Ministerio dispondrá de esos fondos. Las autoridades civiles de la ocupación encabezada por Estados Unidos indicó el año pasado que había gastado ya 70 millones de dólares en los centros educativos.
Mualla afirmó que el trabajo será dirigido por el Ministerio. No queremos que haya muchas partes haciendo la misma tarea, y queremos que haya constructores iraquíes involucrados desde el comienzo, añadió.
En una obvia alusión a la tarea cumplida por la ocupación estadounidense, sostuvo: En lugar de pintar un poco aquí y cambiar una ventana allá, es mejor hacer las cosas bien.
Pero la principal labor va más allá de la reparación de edificios y la reimpresión de libros.
Nuestro gran desafío es cambiar los programas de educación. El año pasado se constituyó un comité nacional a cargo del trabajo, y creo que eso insumirá muchos años. La filosofía educativa debe cambiar, indicó.
Cambiar la filosofía educativa equivale, según muchos, a eliminar de todos los libros y programas cualquier referencia a Saddam Hussein y a su partído Baath, que se mantuvo más de tres decenios en el poder.
Para algunos que lucharon durante décadas contra Saddam Hussein, la ideología del Baath debe ser arrancada de la memoria del país. Para otros no menos opositores al antiguo régimen, la historia debe ser conocida por las futuras generaciones.
Hasta que los propios iraquíes decidan eso, es difícil que ellos mismos comiencen a rescribir sus libros. Hasta entonces, se limitarán a reimprimir los viejos, dijo un funcionario occidental que solicitó reserva sobre su identidad.
El problema de la filosofía educativa debe ir más allá de la desbaathificación de los libros y debe resolverse alentando a los estudiantes a pensar y a deducir, no sólo a memorizar hechos, cifras y fechas.
Los funcionarios del sector también procuran una redistribución de los recurso. Bajo el gobierno de Saddam Hussein, la mayoría de las escuelas, de los profesores y del dinero se asignaba a Bagdad y a las grandes ciudades.
La distribución debe ser más pareja y justa, añadieron.
Sea cual sea el estado de los libros y de los edificios, los educadores parecen más felices. No es para menos: sus salarios se han triplicado desde la caída de Saddam Hussein. (