La pena de muerte parece destinada a desaparecer en breve en India, tras la ejecución de Dhananjoy Chatterjee, condenado por la violación y asesinato de una niña de 14 años.
Chatterjee murió 14 años después de dictada la sentencia. En ese lapso se agotaron todas las posibilidades de apelación, e incluso se presentó una solicitud de clemencia presidencial.
Y durante estos 14 años, la opinión pública parece haber virado, lenta pero constantemente, en favor de la abolición de la pena capital.
Nos guste o no, tendremos que acatar pronto el reclamo mundial por la abolición de la pena de muerte, dijo uno de los principales juristas del país, Fali Nariman.
Mientras Chatterjee se dirigía hacia el cadalso, en el atardecer del sábado, cientos de manifestantes estaban concentrados en una vigilia con candelas fuera de la cárcel de la oriental ciudad de Kolkata (ex Calcuta).
Se trata de un gesto sin precedentes, tratándose de un condenado por un crimen tan atroz.
Chatterjee era ascensorista del edificio donde vivía su víctima, a la que violó y luego estranguló cuando se encontraba sola en su casa.
La sentencia de muerte es una condena rara en India, pero las autoridades del país están bajo fuerte presión para abolirla, tanto de organizaciones no gubernamentales de derechos humanos como de organismos multilaterales influyentes como la Unión Europea (UE).
El 23 de junio, mientras Chatterjee esperaba el resultado de su última petición de clemencia, la UE envió al presidente de India una consulta sobre su posición respecto de la pena capital.
Frente a los muros de la cárcel de Kolkata, el portavoz del Foro de Protección de los Derechos Humanos, Kiriti Roy, dijo a la prensa después de la ejecución que se trató de un asesinato a manos del Estado.
La idea de que las autoridades públicas no tienen derecho a quitar la vida a nadie se remonta a los tiempos de Asoka, el primer gobernante indio que se convirtió al budismo.
Hasta hace poco, los indios se mostraban menos inclinados hacia la compasión. Pero resultó desagradable para la mayoría de los telespectadores la imagen del verdugo Nata Mallick jugando con la soga y midiendo su resistencia frente a las cámaras de televisión.
El gobierno cree que la muerte en la horca es más humana que otras modalidades de ejecución, porque los sistemas respiratorio, circulatorio y nervioso dejan de funcionar al mismo tiempo.
¿Por qué no lo hacen sin someter a los espectadores, incluidos los niños, a esta perversión?, dijo la ama de casa Kajal Dutta.
Cualquiera sea la opinión del público, resulta claro que hay pocos partidarios de la horca entre los jueces de India. Aquellos que sellaron el destino de Chatterjee consideraban que se trataba de un caso excepcional y que merecía un castigo excepcional.
La democracia no debería admitir el linchamiento, sostuvo la jueza retirada Leila Seth, hoy integrante de la Iniciativa de Derechos Humanos de la Comunidad Británica de Naciones para quien la pena capital contradice los principios del comportamiento civilizado.
Otro juez retirado, V.R. Krishna Iyer, encabeza un movimiento contra la pena de muerte. El código penal prevé la pena capital contra varios delitos, pero tal castigo nunca redujo la comisión de esos crímenes, dijo Iyer a IPS.
Muchas activistas por los derechos femeninos cambiaron de idea sobre el valor disuasivo de la pena capital, dijo, por su parte, la dirigente Flavia Agnes, quien llamó la atención sobre la marginalidad y pobreza de los delincuentes hoy condenados en India.
En cambio, aseguró, los ricos que cometen iguales delitos suelen librarse del castigo.
Ochenta países han abolido hasta ahora la pena de muerte en las últimas dos décadas, entre ellos Alemania, Australia, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Mauricio, Nepal y Sudáfrica, según el registro de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional.
Entre las naciones que, como India, mantienen la pena capital figuran Afganistán, Arabia Saudita, Bangladesh, Cuba, Egipto, Estados Unidos y Pakistán. (