Quisiéramos estar aquí poniendo la cara para que por nuestra voz sepan lo que nos sucede. Pero tenemos miedo de hablar públicamente, que nuestro rostro se vea, dice una declaración leída en el calor del municipio de Murindó, a orillas del caudaloso río Atrato, zona de guerra del noroeste de Colombia.
Por eso hablamos a través del comité, que representa a toda la población murindoseña sufrida, leyó un campesino ante los habitantes congregados en la escuela del pueblo, durante el Primer foro por la vida y la paz en Murindó, celebrado el viernes 16.
La declaración fue el corazón del foro, organizado por el Comité todos unidos por Murindó y convocado por la Asociación Campesina Integral del Atrato (ACIA), los cabildos indígenas, la diócesis de la Iglesia Católica de Quibdó (capital del departamento del Chocó), entidades comunitarias y autoridades municipales encabezadas por el alcalde.
IPS fue el único medio de comunicación presente en el encuentro, en plena selva del noroccidental Chocó.
Desde hace más de siete años estamos viviendo un permanente desplazamiento y redesplazamiento por causa de la violencia, prosiguió el campesino, en nombre de cinco comunidades de los ríos Murindó y Jiguamiandó.
[related_articles]
Desde que la policía se asentó en el municipio de Murindó (cinco meses atrás), padecemos un intenso bloqueo alimentario. No nos permiten entrar alimentos suficientes para el número de pobladores que vivimos en el campo, en total 3.630 personas, continuó.
Los bloqueos abarcan incluso leche y otros alimentos enviados por programas estatales contra la desnutrición infantil.
Y para una comunidad con hambre no es justo que se le impida el ingreso de los alimentos con la mentira de que son para la guerrilla, afirmó el campesino.
De acuerdo con la denuncia, la fuerza pública desconoce que estas comunidades tienen un reglamento interno que expresa su autonomía frente a todos los actores armados en el conflicto colombiano de cuatro décadas.
El río Atrato es disputado a sangre y fuego a las izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), presentes desde 1970 en esta zona que no supo de fuerza pública durante 33 años. Los desafiantes son paramilitares derechistas que llegaron a principios de los años 90.
Este bloque paramilitar no participa de las negociaciones pactadas en mayo con el gobierno para desmovilizar a ejércitos irregulares liderados frecuentemente por narcotraficantes.
Según la diócesis de Quibdó, ACIA y Orewá, organización regional de los indígenas emberá y wounaan, las provisiones de los paramilitares no sufren obstrucción de la fuerza pública.
En cambio, se controla el abastecimiento de gasolina que necesitamos para aserrar la madera, el funcionamiento de la planta eléctrica y el transporte, afectando el traslado de los enfermos o la movilización de las personas por los ríos, prosiguió leyendo el campesino.
El combustible es estratégico en esta región sin carreteras, de transporte fluvial y selva enmarañada.
Cuando venimos al casco urbano, (los efectivos policiales) nos detienen, nos interrogan, siempre nos dicen que somos guerrilleros o colaboradores, o nos hacen regresar, tras varias horas a pie o por río, continuó el líder campesino.
Han dicho abiertamente que esta tierra es de ellos y que si no salimos por las buenas, saldremos por las malas, con los paramilitares, afirma la declaración.
La policía y el ejército han llevado a varios operativos a una persona que abiertamente dice que es paramilitar (…) a señalar campesinos en las veredas, caseríos.
En marzo, el ejército efectuó un operativo de varios días en tres veredas, allanando viviendas sin orden ni supervisión judiciales. Detuvieron campesinos poniéndolos al sol durante muchas horas para mostrarlos a los informantes que los acompañaban, afirma el texto.
Los niños también están siendo utilizados. Los presionan psicológicamente y les exigen que informen sobre la guerrilla, añade.
Las hijas del campesino, de tres, cinco, nueve, 13 y 14 años, y otros 300 niños llevan casi un año sin escuela, porque los maestros temen trabajar en una zona de combates.
Los medicamentos tampoco pasan el bloqueo. Sólo en ocasiones llegan brigadas de (la organización internacional) Médicos del Mundo, continúa el texto.
Para hacer pública la declaración, una delegación internacional escoltada por dos lanchas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y una de Médicos del Mundo, con sede en Francia, remontó el río Murindó en una panga, gran embarcación del Atrato.
El cortejo recogió en Murindó Viejo a las 6:30 de la mañana a poco más de un centenar de personas, inclusive mujeres, niñas y niños, que portaban banderitas blancas de hojas de cuaderno escolar, llevándolas hasta la cabecera municipal, sede del foro.
Para encontrarse con la panga, durante cuatro horas bajaron por este río de agua verde indígenas emberá en sus embarcaciones de balso.
El hombre que leyó la proclama afirma ser uno de los golpeados por el mayor José María Losada Bocanegra, comandante de la policía local, quien también le ha prohibido acercarse al casco urbano.
Sí, me da miedo haber hablado aquí hoy, respondió a una pregunta de IPS.
El oficial lo llamó a su casa y allí le aplicó varios golpes. Ahora que salga de aquí, vaya y ponga la denuncia, que yo ya tengo ubicada a su familia. De aquí se me va, perro 'hijueputa'. Así me decía, relató.
Creo que al Estado nunca le gusta la persona que haga evoluciones por nuestra comunidad y por nuestra gente, agregó el campesino, reelegido desde hace ocho años líder de su comunidad y promotor voluntario de salud.
¿Por qué un amenazado por la fuerza pública es quien lee el comunicado de los campesinos?
Sus vecinos, casi 40 por ciento de ellos analfabetos, lo eligieron porque soy estudiado, explicó con un fugaz gesto de orgullo a IPS. Hice año y medio de primaria, pero me gustó mucho la lectura. Aprendí a leer viendo periódicos, juntando las letras, precisó.
Junto con su familia ha sido desplazado tres veces, la penúltima, de Curbaradó, un río al norte de Murindó.
Eramos 14 comunidades en la cuenca del Curbaradó y hoy en ellas no queda ninguno de nosotros., dijo. Los paramilitares apresaban a una persona y la mataban con motosierra o con hacha, le cortaban la cabeza, le rajaban la barriga, le sacaban las tripas y le metían la cabeza dentro de la barriga, relató.
¿Por qué los mataban? Entendimos que el terror era para todos, no solamente para la guerrilla, sino para nosotros, como población civil, añadió.
El mensaje a los sobrevivientes era: Sálganse, porque esta tierra es de nosotros.
Pese a la advertencia de los organizadores, ni a la ida ni al regreso del foro, los viajeros fueron molestados por el retén policial sobre el río.
Durante el encuentro apareció repentinamente el oficial Losada, armado, y habló a los reunidos.
Me tocó hacer la parte más odiosa, que fue montar la policía, venir a hablar con ustedes y trabajar en medio del temor, que todavía existe, por todas esas amenazas que hubo, dijo. La policía no está comprometida con ningún grupo armado ilegal, aseveró.
Cualquier cosa que haya pasado, que pase o que crean ustedes que se debe mejorar, lo hacemos, prometió y se manifestó consciente de que las personas merecen buen trato.
Les vamos a demostrar que la guerra se gana con el trabajo. Con la razón es que se gana la guerra, y no con las armas, y aquí todos somos personas razonables, concluyó.
Pese a que varios delegados de instituciones y comunidades hablaron en el foro, la gente común no se atrevió a tomar el micrófono.
Lástima, la gente no se atrevió a hablar. No dijeron todo lo que había que decir, pero fue un paso. Que vean que estamos unidos fue importante. Habrá que hacer más foros, dijo a IPS un miembro del Comité todos unidos por Murindó.
El lunes 19 llegaron al pueblo en una pequeña lancha seis extraños, uno de ellos reconocido por habitantes como el paramilitar de alias Moña. Se quedaron dos horas, bebieron, dijeron estar interesados en comprar tierras en Murindó Viejo y a las 15:30 se marcharon.
La policía no reaccionó. Actuó como si nada estuviera sucediendo, dijo una fuente cuya identidad se reserva IPS.