Cuando Nepal comenzó a sufrir con gran intensidad las lluvias monzónicas hace tres años, los habitantes de la aldea de Kharang, en el oriental distrito de Sankhuwasava, decidieron plantar bambú en las laderas para detener aludes de lodo.
Ahora, las colinas se han vuelto verdes, y los derrumbes de tierra se detuvieron. Además, los habitantes de la aldea aprovechan la madera.
Los árboles crecen y nosotros estamos felices, dijo Lila Bahadur Dahal, del Grupo de la Comunidad Kalila para el Uso de los Bosques, formado en 2000.
Cada vez más grupos como éstos se forman en Nepal con el fin de plantar bosques avalados por el gobierno y luego aprovechar su madera para el sustento de las comunidades pobres.
Y todo esto a pesar de los devastadores efectos en la sociedad y en medio del conflicto entre el gobierno y los insurgentes maoístas.
Más de 1.500 personas han muerto y otras 250 están desaparecidas desde que hace ocho meses colapsó el cese del fuego acordado entre las autoridades y el insurgente Partido Comunista Maoísta, inspirado en el grupo guerrillero peruano Sendero Luminoso.
El conflicto en este pobre reino del Himalaya, de 26 millones de habitantes, ha devastado los recursos naturales y se ha convertido desde agosto pasado en uno de los más letales de Asia.
Los 70 miembros del grupo de Kalika se inspiraron en el Grupo de la Comunidad de Hokse para el Uso de Bosques, en la cercana aldea del mismo nombre, que vende madera saal por millones de rupias todos los años.
En un país donde casi 90 por ciento de la población depende de la agricultura para subsistir, los productos del bosque como el bambú son cruciales. Los aldeanos lo usan para construir sus casas, adornar sus jardines y fabricar sus establos.
Las nuevas leyes de Nepal conceden más derechos de administración de los bosques a las comunidades locales.
El dinero de la venta de la madera se invierte en programas de desarrollo comunitario, infraestructura, en la educación de los habitantes de las aldeas y en campañas de reforestación.
Pero las comunidades están preocupadas por la actitud del gobierno, que cada vez pide una parte más grande de la torta.
Hace cuatro años, el gobierno decidió exigirle a las comunidades un impuesto de 40 por ciento a sus ventas de madera saal, khayer y chanp, y 10 por ciento del resto.
Esta medida se sigue aplicando a pesar de que la Corte Suprema de Justicia la consideró ilegal.
La Corte Suprema también ordenó al gobierno que conceda la administración del resto de los bosques a las comunidades, pero éste calificó la resolución de injusta, según dijo el vicepresidente de la Federación de Grupos Comunitarios para el Uso de Bosques, Apsara Chapagain.
Las comunidades trabajaron duro para plantar nuevos bosques, y merecen gozar de los frutos. El gobierno sólo quiere tomar una rebanada de nuestras ganancias, añadió.
Chapagain también es miembro del Grupo de la Comunidad de Kyalachiti para el Uso de los Bosques, en la municipalidad de Panauti.
La política del gobierno dice que los grupos son independientes y autónomos, pero esto no es real, señaló.
Chandi Prasad Shrestha, del Ministerio de Bosques y Conservación de la Tierra, aseguró que el gobierno ya corrigió el error y que no hay discriminación contra las comunidades.
Es que el gobierno también procura defender sus propios derechos. Sólo los grupos que venden la madera más cara tienen que pagar más. Después de todo, los bosques son propiedad del gobierno, afirmó.
Muchos en Katmandú temen que las políticas del gobierno puedan echar por tierra los avances hechos con los programas de forestación de las comunidades, que son un modelo de desarrollo sustentable para el resto del Sur.
Lo que hemos logrado ahora es resultado del trabajo duro y la dedicación de las comunidades, de los granjeros pobres, sostuvo el periodista Subodh Gautam, del diario Kantipur.
El gobierno debe hacer más para corregir su decisión, y debe continuar con el proceso de entrega de los bosques a las comunidades, añadió.
La forestación comunitaria nació como un proyecto piloto a mediados de los 80, y ahora ya existen 13.000 grupos, en los que participan más de ocho millones de agricultores.
Cerca de 18 por ciento de los bosques del país están administrados por las comunidades. Al mismo tiempo, cada vez se forman más grupos, según fuentes del gobierno.
Expertos señalan que el plan de forestación comunitaria está salvando a los bosques de Nepal, que se redujeron en forma drástica en los años 80.
Los habitantes de la aldea de Kharang tienen un sueño: luego del bambú, plantarán también árboles de saal, amla y harra en toda la montaña para luego vender la madera.
Para Hima Devi Chauhan, plantar y cuidar los árboles es una tarea muy especial.
Es erróneo pensar que uno planta un árbol y éste crece así como así. Hay que asegurar que crezcan de la mejor manera. Es como criar hijos, sostuvo. (