INFORME ESPECIAL: La propaganda en guerra

”No es una cuestión de noticias; es una cuestión de propaganda”, dijo Condoleeza Rice, asesora de seguridad nacional del presidente de Estados Unidos, al explicar al canal de noticias árabe Al-Jazeera por qué no quería que la televisión estadounidense difundiera vídeos del líder extremista islámico Osama bin Laden, en 2001.

¿Acaso el gobierno de Estados Unidos está por encima de la propaganda?

No, no lo está. Como dijo a IPS el ex líder guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, para ganar guerras es necesario conquistar la mente de las personas.

A través de la historia, la propaganda ha sido utilizada en la guerra para lograr precisamente ese fin. Estados Unidos practicó esa misma estrategia, pero con características propias: la de una democracia que tiene una prensa libre y por tanto debe disimular mejor la propaganda gubernamental.

En 1916, el presidente estadounidense Woodrow Wilson fue reelegido como un candidato de paz, pero poco después, introdujo al país voluntariamente en la primera guerra mundial. Esto fue posible gracias a la propaganda.
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Dos libros de reciente publicación sugieren que la propaganda de Washington en la actualidad es más intensa y engañosa que en épocas pasadas, contrariamente a lo que sugirió Rice.

Se trata de una propaganda incorporada, de la era de Internet, que aprovecha la credibilidad de las marcas. En otras palabras, transmisión en tiempo real y engaño en tiempo real.

Esto significa que si el gobierno de Estados Unidos utiliza a la cadena de noticias Cable News Network (CNN) o al diario The New York Times para presentar selectivamente fragmentos de la realidad, la eficacia de la propaganda se potencia por la difusión de esas marcas.

En su libro ”Weapons of mass deception” (Armas de engaño masivo), lanzado en 2003, Sheldon Rampton y John Stauber afirman que Washington aprovechó la conmoción pública de los atentados del 11 de septiembre de 2001 para justificar la invasión de Iraq.

Richard Clarke, ex coordinador de políticas antiterroristas de la Casa Blanca, acusó al presidente estadounidense George W. Bush de utilizar esos atentados como pretexto para la guerra en su libro ”Against all enemies” (Contra todos los enemigos), publicado el pasado marzo.

Según la experta en propaganda gubernamental Nancy Snow, ”pocas cosas han cambiado” desde los tiempos de Wilson en cuanto al propósito de esa práctica.

”La propaganda se usa más como antecedente de la guerra. En otras palabras, si la guerra es la pintura, la propaganda es el enduido. Es lo que hace posible la devoción total del público a la justa causa del gobierno en tiempos de guerra”, señaló a IPS en una entrevista por correo electrónico.

Una vez que las masas han elegido de qué lado están, ”la propaganda se usa para fortalecer las posiciones existentes, más que para cambiar posiciones”, explicó Snow, profesora adjunta de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad del Estado de California.

”El cambio principal ocurrió en la tecnología, no en el método”, observó Randall Bytwerk, especialista en propaganda y profesor de comunicaciones de Calvin College, en la Universidad de Grand Rapids, Michigan. ”Ahora es posible propagar más información con más rapidez”.

Un segundo cambio es que la masividad de la información hace más difícil al público percibir lo que realmente sucede, dijo Bytwerk a IPS en entrevista por correo electrónico.

”El resultado es que, quizá más que en el pasado, buscamos atajos para entender todo”, agregó.

En su libro, Rampton y Stauber sugieren que muchos medios independientes cooperaron en el engaño.

El periodismo incorporado mostró una imagen parcial y patriótica de la ”guerra contra el terrorismo” durante la invasión de Iraq, en marzo y abril de 2003.

Casi 600 periodistas estaban ”empotrados” en las fuerzas estadounidenses y británicas que llegaron a Iraq para derrocar a Saddam Hussein, y bajo su amparo informaban lo que veían.

La ”guerra contra el terrorismo” fue el puntapié inicial para la estandarización de términos acuñados como ”armas de destrucción masiva”, ”eje del mal”, ”conmoción y pavor” y ”guerra de liberación”. Simples, repetitivos y emotivos, para que el concepto de la propaganda no se pierda en la bruma.

Para forjar el mensaje, el Pentágono (Departamento de Defensa de Estados Unidos) contrató a Rendon Group, una firma de relaciones públicas de Washington. Rendon fue el proveedor de banderas estadounidenses a miles de kuwaitíes para que las ondearan cuando las tropas de Estados Unidos entraron en Ciudad Kuwait en la primera guerra del Golfo, recordaron Rampton y Stauber.

Un artículo publicado el pasado agosto en la revista In These Times, bajo el título ”Cómo vender una guerra”, sugiere que algunas de las imágenes de la guerra en Iraq fueron preparadas por especialistas en relaciones públicas y ”empresarios de la percepción”.

Es posible que eso sea verdad, pero ”tal estrategia en general no es necesaria, además de ser una mala idea”, opinó Bytwerk.

”No es necesaria porque en general hay tanta información que siempre se puede encontrar alguna imagen conveniente. Y es una mala idea porque, si se descubre el montaje, como suele suceder, afecta la credibilidad general”, señaló.

La estrategia de Washington en la guerra de Iraq consistió más bien en ocultar imágenes, afirmó Snow. ”Los estadounidenses no vieron la misma guerra que el público del exterior o que los televidentes de Al Jazeera”, observó la experta.

Cuando el 9 de abril de 2003 fuerzas estadounidenses derribaron una gigantesca estatua de Saddam Hussein en la plaza Firdos de Bagdad, comentadores de la prensa estadounidense se apresuraron a comparar el hecho con la caída del muro de Berlín.

”Iraquíes jubilosos colman las calles de la capital iraquí”, tituló The New York Times, citado por Rampton y Stauber. Los principales diarios y canales de televisión estadounidenses publicaron comentarios similares.

Pero una secuencia de fotografías de la cadena de noticias britiánica BBC revela que la ”multitud” agolpada en la plaza no tenía más de 200 personas, mientras una foto de Reuters tomada a la distancia muestra a la plaza Firdos casi vacía, acordonada por tanques estadounidenses.

The New York Times admitió en una nota editorial el pasado 26 de mayo, tras revisar su cobertura de la guerra de Iraq, que ”algunas instancias de cobertura no fueron tan rigurosas como debieron”.

”En algunos casos, no se cuestionó ni se fundamentó lo suficiente informaciones que entonces eran controvertidas, y ahora también”, reconoció el diario, uno de los más influyentes de Estados Unidos.

Según Snow, las herramientas de contrapropaganda más eficaces son los documentales del tipo ”Fahrenheit 9/11”, de Michael Moore, que denuncia la manipulación de la información en la ”guerra contra el terrorismo” de Bush.

”Moore y otros cineastas se han percatado de que, para derrotar (a los estrategas de la propaganda gubernamental), deben usar el mismo juego. Todos los críticos de derecha del último filme de Moore sostienen que distorsiona los hechos, como si el gobierno no hiciera lo mismo siempre que le resulta conveniente”, concluyó Snow.

*Miren Gutiérrez es la editora jefa de IPS.

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