La reforma electoral que promueve el presidente de Chile, Ricardo Lagos, para cambiar radicalmente el sistema de votación heredado de la dictadura (1973-1990), genera por igual expectativas y polémicas.
Los partidos políticos y aspirantes a cargos de representación popular comienzan a diseñar estrategias para conquistar el voto de los jóvenes, ya que con la reforma se incorporarían al padrón electoral 2,4 millones de chilenos entre 18 y 29 años.
Reemplazar la inscripción voluntaria en el padrón, impuesta por el dictador Augusto Pinochet en 1987, por un sistema automático es uno de los vectores fundamentales de la enmienda propuesta por Lagos.
El otro es sustituir el actual voto obligatorio para los inscritos por el libre ejercicio del sufragio.
En esta vuelta total de la tortilla, suscita consenso la inscripción automática, como mecanismo informatizado, acorde con la imagen de modernidad que persigue este país. Ya existe un sistema de este tipo para las convocatorias anuales al servicio militar.
La polémica aparece ante el voto voluntario, cuya eliminación requiere reformar la Constitución que la dictadura de Pinochet hizo aprobar mediante referendo en marzo de 1980.
El gobierno quiere que el Congreso legislativo apruebe primero la inscripción automática, pero la oposición derechista amenaza con bloquear una ley al respecto si previamente no se tramita una enmienda al artículo 15 de la carta constitucional sobre la obligatoriedad del voto.
Al mismo tiempo, desde la propia coalición gobernante de centroizquierda se plantean reparos de fondo al carácter voluntario del sufragio por el peligro de que se convierta en potencial incentivo a la abstención, con el consiguiente deterioro de la ya desacreditada actividad política.
Entre oposiciones y apoyos, el interés por dilucidar este asunto es grande, acorde con la impronta electoral que marcará la política local en este año y en 2005.
En octubre se celebrarán comicios municipales, considerados como un ensayo previo a las elecciones presidenciales y legislativas de diciembre de 2005, en las que la oposición derechista, organizada en la Alianza por Chile, apostará a desplazar a la Concertación por la Democracia del poder que ejerce desde 1990.
Chile tiene más de 15 millones de habitantes. Las anteriores legislativas, de diciembre de 2001, se realizaron con un universo de votantes de ocho millones de mujeres y hombres mayores de 18 años.
Con la inscripción automática, el padrón de ciudadanos aumentará en 30 por ciento, y podría alterar sustantivamente las tendencias electorales, siempre y cuando la concurrencia a las urnas sea masiva, punto no garantizado si el voto es voluntario.
En las parlamentarias de 2001 hubo una abstención de casi 14 por ciento, considerada alta a la luz de las multas en dinero a que se exponen los inscritos que no votan en el sistema de voto obligatorio.
La abstención es un síntoma de la crisis de representación política, según el politólogo Carlos Huneeus, director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea, ex embajador en Alemania y miembro del cogobernante Partido Demócrata Cristiano.
”Los datos del (sondeo de opinión pública regional) Latinobarómetro muestran el bajo apoyo a la democracia entre los chilenos, inferior incluso al de Argentina en el peor momento de su crisis con el presidente (Fernando) de la Rúa”, escribió Huneeus en el sitio electrónico de análisis político Asuntos Públicos.
En la encuesta regional 2003 del Latinobarómetro, 62 por ciento de los consultados chilenos se manifestó de acuerdo o muy de acuerdo con que la democracia es el único sistema con que su país puede llegar a desarrollarse, y 67 por ciento opinó que la democracia es el mejor sistema de gobierno.
Sin embargo, 52 por ciento sostuvo que no le importaría que llegara al poder un gobierno no democrático, si pudiera resolver los problemas económicos. En Argentina las tres opciones recibieron la adhesión de 68, 78 y 46 por ciento de los consultados, respectivamente.
”Los partidos, el Congreso, los políticos y los parlamentarios tienen una bajísima confianza entre los ciudadanos y no hacen nada por cambiar esta lamentable situación”, apuntó el experto.
En este escenario, el chileno se ha vuelto cada vez más individualista y desinteresado en las instancias de participación cívica y en organizaciones de la sociedad civil, rasgos presentes particularmente en los jóvenes, que se agravarían con el voto voluntario, alegó Huneeus.
En su opinión, la democracia chilena debe fortalecerse también con deberes y obligaciones, no solo con libertades y derechos.
”En la actualidad en ningún país se está promoviendo el reemplazo del voto obligatorio por el voluntario”, insistió el ex embajador.
La eliminación del sufragio obligatorio en Venezuela en 1994 hizo disminuir la participación electoral de 90 a 60 por ciento, agravó los problemas de legitimidad de los partidos históricos y condujo a la elección de Hugo Chávez, ”un ex militar golpista que ha conducido el país al borde del abismo”, según Huneeus.
La mirada pesimista del politólogo es contrarrestada por la aceptación que encuentra el voto voluntario en jóvenes universitarios entrevistados por IPS.
”Me voy a inscribir (en los registros electorales) porque recién cumplí los 18 años. Pero más allá de mi decisión, creo que la inscripción automática aumentaría la participación en política”, dijo Fernanda Urra, dirigente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.
Gonzalo Ramírez, de 24 años y alumno de periodismo, señaló que no se ha inscrito ”porque me da lata (fastidio)”, pero ”claro que votaría si la inscripción fuera automática y el voto voluntario”.
Daniel Zúñiga, estudiante de ingeniería en recursos naturales, de 20 años, dijo que se inscribirá y votará para contribuir a derrotar a Joaquín Lavín, único precandidato presidencial de la derecha. Consideró positiva la inscripción automática, aunque admitió que puede haber abstención si no se castiga a quienes no acuden a votar.
”Estoy absolutamente de acuerdo con la inscripción automática y el voto voluntario, porque en una democracia la voluntariedad del voto es fundamental”, remarcó Eleonora Nun, de 18 años, consejera estudiantil de un programa de bachillerato.