AFGANISTAN: Todo menos paz

El vuelo de Dubai a Kabul despeja algunas dudas sobre el país de destino: junto a las indicaciones de seguridad habituales en cualquier aerolínea, una hoja del Centro de Acción contra las Minas de las Naciones Unidas instruye sobre cómo evitar estos explosivos (y la muerte o invalidez) en suelo afgano.

El avión llega a Kabul, construida y destruida en un valle de 1.800 metros de altura, rodeado por montañas que tocan los 4.000 metros y que evocan un paisaje andino.

A los lados de la pista aún yacen carcasas de aeronaves destripadas en octubre de 2001, cuando los cazas de Estados Unidos bombardearon el aeropuerto a fines de inutilizarlo para el régimen fundamentalista islámico Talibán, que controlaba buena parte del país.

”Desistimos de estimar la cantidad de minas. El dato cierto es que están diseminadas en todo el país, incluso en terrenos cultivables, y que cada mes matan a más de 100 personas”, dijo días después a IPS el director del Centro de Acción contra las Minas en Afganistán, Dan Kelly.

Kelly dirige a 8.000 afganos empeñados en desactivarlas.

Kabul es una ciudad febril. Camiones, autobuses, automóviles, bicicletas, vendedores ambulantes, soldados y guardias con kalashinikov, carros a tracción humana, burros, ovejas y hasta camellos se desafían para superar sucesivos embotellamientos y levantan una insalubre polvareda.

La reconstrucción es evidente, aunque Kabul sigue siendo un muestrario de edificios bombardeados y casas atravesadas por misiles.

Para las compañías de seguros, éste es un país en guerra, pese a que se habla de paz y en septiembre próximo deberían realizarse las primeras elecciones presidenciales después de 25 años de guerra.

Esos comicios serían un par de meses antes de que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, ponga en juego la renovación de su mandato.

Son las elecciones generales estadounidenses de noviembre las que hacen creíbles las afganas, pues se estima que Bush querrá anunciar a su electorado que pacificó y democratizó este país de Asia central, invadido poco después de los ataques terroristas de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington.

Estados Unidos buscaba en Afganistán al autor intelectual de esos ataques (el saudita Osama bin Laden) y, en el camino, liquidar al régimen Talibán y capturar a su líder, el mulá Omar. Ambos permanecen prófugos.

Por ahora, la guerra se intensifica. Hay 20.000 soldados estadounidenses, contra 13.500 dos meses atrás.

Y también regresaron los canales de televisión de Estados Unidos, que se habían marchado ni bien acabó el trabajo de los bombarderos B-52, el gobierno Talibán fue derrotado y el débil Hamid Karzai fue traído desde su exilio en Estados Unidos para ocupar interinamente la presidencia del país..

Karzai también quiere prolongar su mandato, y para ello aún cuenta con apoyo de Bush.

”Si las elecciones son en septiembre (Karzai) logrará su objetivo, porque no habrán madurado alternativas capaces de negociar con Estados Unidos”, dijo a IPS Shahir Zahine, un ex mujaidín que combatió la invasión soviética, en 1979, y ahora está al frente de una organización no gubernamental que edita tres revistas semanales, dos de las cuales ostentan la mayor circulación nacional.

¿Qué podría postergar los comicios? ”Que la inseguridad crezca y que la ONU (Organización de las Naciones Unidas) no logre completar el padrón electoral”, explica Zahine, quien dirige también una de las dos radios más importantes de Kabul.

En mayo alguien mató a tres trabajadores encargados de censar a los electores. Y el padrón no alcanza siquiera a la mitad de los potenciales votantes, estimados en 10 millones.

El aumento de tropas sirve para impedir una guerra civil y combatir a los talibanes en el sur, donde son fuertes.

Además, la Fuerza Internacional de Asistencia en Seguridad, con mandato de la OTAN, custodia Kabul, pero es incapaz de asegurar la ley y el orden en el resto del territorio, donde dominan los señores de la guerra.

¿Por qué regresaron los medios de comunicación de Estados Unidos? ”No sé por qué, pero creen que están por agarrar a Osama bin Laden”, responde el portavoz de la ONU, el brasileño Manoel de Almeyda.

El otro asunto que quita el sueño a Bush es capturar, antes de noviembre, al culpable de hacer volar las torres gemelas del World Trade Center.

El tercer sueño ”occidental” es quitar a las afganas la burkha, el traje que las cubre de cabeza a pies y no permite ver siquiera sus ojos. Se ven montones de ellos por las calles, en un color predominantemente celeste y en satén plisado.

Al atravesar la ciudad en automóvil, se ven muchísimas mujeres así ataviadas. Es inquietante ver esos cuerpos sin rostro. ¿Qué respondería alguna de ellas a la pregunta de por qué visten la burkha?

”Es mi ropa islámica. La llevo desde joven y sigo usándola ahora que soy vieja”, contesta una mujer.

”Los estadounidenses tienen prisa”, dice Homa Sabri, del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).

”Quieren que (las afganas) se quiten la burkha ya mismo para anunciar que nos han devuelto la dignidad y la libertad. Pero esto no puede imponerse, es un camino lento hasta que las mujeres se sientan seguras y pierdan el miedo”, asegura.

El ministro de Información y Cultura, Sayed Raheen, explica a IPS algo similar: ”La comunidad internacional resulta fundamentalista cuando pretende prisa en un país que está dando sus primeros pasos”.

Son más radicales los comentarios de un consultor europeo que pide anonimato.

”Estamos aquí para promover los intereses estadounidenses, no afganos”, afirma con amargura tras renunciar al puesto de asesor del Banco Central, donde unos 40 asesores llegados de Washington organizan el nuevo sistema bancario afgano.

”Los invasores imponen su estilo de economía capitalista en un país con casi 2.000 años de cultura islámica, que rechaza el concepto de interés monetario”, explica.

A la espera de Bin Laden, las cadenas de televisión estadounidenses se entretienen compitiendo por primicias sobre las torturas infligidas por la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y los ”marines” a los afganos presos en la septentrional base de Bagram.

La práctica de tormentos fue denunciada desde principios de 2002, pero es atendida apenas ahora, por actos similares cometidos por las tropas de ocupación en Iraq.

En Bagram, lugar estratégico a los pies del macizo del Hindu Kush, se hicieron fuertes el persa Ciro el Grande 500 años antes de Cristo, dándole el nombre de Kapish-Kanish, Alejandro Magno, que la bautizó la Alejandría del Cáucaso, y los soviéticos, que construyeron allí su base principal en los años 80, antes de retirarse en 1989.

Ahora se hacen presentes Estados Unidos y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en esta zona vital para el control de la extracción y el transporte de petróleo en la región del mar Caspio, que también interesa a Rusia y a China.

La población afgana integra la lista de las más pobres del mundo, con un analfabetismo que supera 80 por ciento y trepa hasta 92 entre las mujeres. Todas son estimaciones, porque tampoco se sabe cuántos son los afganos: entre 20 y 28 millones de personas.

En Bagram, como en Iraq, se fotografiaron prisioneros desnudos, según testimonian algunas víctimas. Antes o después, alguien las pondrá en las manos de un medio de comunicación.

Mientras, crecen juntas la incertidumbre acerca de si los afganos lograrán construir un Estado único y fuerte y la plantación ilícita de adormidera (amapola), frenada durante el dominio Talibán.

Afganistán es responsable de entre 70 y 75 por ciento de la producción mundial de heroína, un negocio de 30.000 millones de dólares anuales.

/*ATENCIÓN EDITORES: Prohibida su publicación en Chile/

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