Timor Oriental, la más joven república del planeta que este jueves celebra el segundo aniversario de su nacimiento oficial, sigue todavía luchando por la independencia, el gran norte que marca su violenta historia desde que los galeones portugueses de Don Afonso de Albuquerque atracaron en 1520 en esta pequeña isla del Archipiélago de Java.
Este año la amenaza no surge de la vecina y ahora democrática Indonesia, que en 1975 cuando era gobernada por la férrea dictadura del general Ali Suharto invadió Timor, ni por apetitos neocolonialistas de Portugal, sino por la sed de petróleo de la poderosa Australia.
Así lo sostiene la organización no gubernamental Oxfam, con sede en Londres, en un extenso informe el que pone sobre aviso a la comunidad internacional sobre el peligro real de que Australia convierta a Timor Oriental en un Estado fracasado sin culpa propia.
Oxfam reconoce que Australia fue un donante generoso con Timor Oriental, pero entiende que este país ya retribuyó 10 veces la ayuda recibida desde 1999, cuando una fuerza multinacional coordinada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) obligó a retirarse a Indonesia, cuyo ejército realizó una retirada de tierra quemada destruyendo todas sus infraestructuras.
La ONU se hizo cargo entonces de 2000 a 2001, aunque Timor Oriental formalmente continuaba siendo territorio bajo administración portuguesa hasta acabar el proceso de descolonización, que concluyó con la declaración formal de la independencia el 20 de mayo de 2002.
Dos años después de la independencia, la postura del gobierno australiano sobre las negociaciones de la frontera marítima con Timor Oriental, está limitando las capacidades de este país para planificar y financiar su futuro desarrollo, acusa Oxfam en el material que divulgó el miércoles en Londres.
La novel república exige que la frontera marítima sea marcada a 200 millas de su costa, según lo estipulado por el derecho internacional, garantizándole así el control sobre los ricos recursos de petróleo y gas natural, una exigencia que no es aceptada por Australia.
Por su parte, Australia sostiene que los límites territoriales marítimos deben respetar el acuerdo que su gobierno firmara en 1989 con la dictadura indonesia de Suharto, considerado en la época la recompensa de Yakarta a Camberra por haber sido el único país que reconoció la soberanía indonesia sobre la ex colonia portuguesa que ocupaba entonces.
La postura inflexible de Camberra ha sido reiterada en varios foros de debate. Allí se indica que, aunque se pruebe que las reservas —calculadas en unos 30 millones de barriles de petróleo y 175 millones de barriles de gas natural con un valor de 21.300 millones de dólares— estén más cerca de Timor Oriental que de Australia, este último país hará valer el acuerdo de 1989.
A pesar de que no se cuenta con números oficiales ni exactos sobre la capacidad del mar de Timor, el diario londinense Financial Times estimó en un artículo publicado la semana pasada que las existencias de petróleo y Gas natural podrán durar por los menos los próximos 50 años.
Otro aspecto crucial lo constituyen las fuertes presiones, tanto sobre el gobierno australiano como sobre la misión de la ONU para la Administración Transitoria en Timor Oriental (Untaet), de parte de la empresa Phillips Petroleum, de Estados Unidos, y de la australiana Woodside Petroleum.
Ambas compañías transnacionales han puntualizado que podrán cancelar o atrasar planes si la disputa entre los dos países no es resuelta antes de mediados de este año
Oficialmente, estas compañías se mantienen al margen de la polémica, pero entre bastidores juegan por Australia, que obliga al pago de 30 por ciento del lucro, cifra que sube a 40 por ciento en Timor Oriental, el país más pobre del mundo y cuya única posibilidad de desarrollo proviene de un mar que no aceptan ceder.
El presidente de Timor Oriental, José Alexandre Xanana Gusmão, que el miércoles recibió la totalidad de la autonomía de su país, al entregarle la Untaet el control del ejército y de la policía, se mostró confiando en la total seguridad del país. Lo que desvela ahora al mítico ex guerrillero, que resistió por 20 años en las montañas al ejército indonesio, es la extrema pobreza.
Es que las cifras son dramáticas: 41 por ciento de sus 760.000 habitantes viven en la pobreza extrema, 50,8 por ciento de ellos son analfabetos, uno de cada 10 niños muere antes de completar cinco años de edad y la desocupación afecta a más de la mitad de la población económicamente activa.
En el aspecto cultural, así como todos los países de origen colonial, Timor Oriental también enfrenta problemas de difícil solución, ya que la mayoría de ellos acabó por aceptar las fronteras trazadas por las metrópolis de los imperios, las que no siempre correspondían a realidades étnicas.
El historiador José Mattoso, en un trabajo divulgado este jueves por la Fundación Mario Soares, las marcas de límites territoriales en los llamados países del Tercer Mundo, resultaron de acuerdos y compromisos políticos definidos por los intereses europeos.
Este deslinde de los colonizadores, añadió, se concretó sobretodo en la lengua y los hábitos administrativos, que permanecieron, y la mayoría de las fronteras coloniales se perpetuaron, inclusive si eran arbitrarias.
De esta política de conveniencias europeas, muchas veces apadrinadas por Estados Unidos resultaron frecuentes conflictos étnicos que todavía hoy manchan de sangre varios países africanos y asiáticos enfatizó el investigador y catedrático de la Universidad de Lisboa.
Timor Oriental no escapa a esa problemática y tiene un trazado fronterizo impuesto por el arbitrio de las vicisitudes coloniales, de Portugal y de Holanda, que administró la parte occidental de la isla hasta la independencia de Indonesia, que se produjo gradualmente entre 1954 y 1963.
Para este país que cumple dos años de vida independiente oficial, sustentar una cultura propia enfrentada a las hegemónicas de Indonesia y Australia no es tarea fácil y, según Mattoso, pese a que en el mundo de hoy ya no hay colonias, el colonialismo cultural y económico puede convertir una independencia en una farsa.