Pueden pasar meses antes de que se determinen responsabilidades por el maltrato de prisioneros iraquíes a manos de soldados estadounidenses, pero no sorprendería que se descubriera que el subsecretario de Defensa para Políticas de Estados Unidos, Douglas Feith, tuvo un papel importante.
Feith, que responde directamente al secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld y a su segundo, Paul Wolfowitz, ha estado en el centro de casi todo lo que ha salido mal en Iraq. En su nuevo libro Plan de ataque, el periodista Bob Woodward cuenta que el general Tommy Franks, comandante de la invasión a Iraq el año pasado, llamó a Feith el tipo más estúpido sobre la faz de la Tierra.
La hoy disuelta Oficina de Planes Especiales, creada por él, apeló a informes frecuentemente aportados por el iraquí favorito de los neoconservadores, Ahmed Chalabi, para preparar alarmistas informes de inteligencia que reforzaron los argumentos a favor de la invasión a Iraq.
Esos datos luego llegaban a la Casa Blanca a través de Rumsfeld o del vicepresidente Dick Cheney, sin pasar por organismos de espionaje establecidos como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o las agencias militares.
Fue con esos informes a la vista que el presidente George W. Bush aseguró que el régimen del hoy depuesto presidente iraquí Saddam Hussein poseía un programa de armas nucleares, biológicas y químicas, y que estaba vinculado con la red terrorista Al Qaeda, de Osama bin Laden.
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Feith fue también encargado de la planificación de la posguerra en Iraq, y en ese carácter rechazó toda previsión de resistencias en el país árabe, como aseguraban tras meses de trabajo iraquíes exiliados y expertos en Medio Oriente del Departamento de Estado (cancillería) y de la CIA.
Además, impidió que expertos del Departamento de Estado participaran de cualquier modo en la Autoridad Provisional de la Coalición, principal órgano civil de la ocupación estadounidense en Iraq.
Por último, fue Feith quien recomendó, junto con la Autoridad Provisional, grandes contratos para la reconstrucción del país árabe que, en la percepción de quienes han criticado la invasión y la ocupación, tienen el lucro como principal objetivo.
Entre las compañías que aprovecharon esos contratos figuran varias con empleados o asesores que han integrado la Junta de Políticas de Defensa del Pentágono, cuyos miembros son elegidos por Feith.
De hecho, su ex socio en el bufete de abogados Feith & Zell, L. Marc Zell, instaló una oficina en Bagdad con un sobrino de Chalabi para ayudar a empresas interesadas en contratos para la reconstrucción de Iraq.
Y fue la oficina de Feith la que albergó a quien sería el subsecretario de Inteligencia, Stephen Cambone.
Cambone facilitó la transferencia del general Geoffrey Miller, comandante de la prisión de Guantánamo —donde permanecen detenidos supuestos miembros de Al Qaeda y Talibán sin juicio ni acceso a abogado—, a la infame prisión iraquí de Abu Ghraib, para extraer a los prisioneros más datos sobre la creciente insurgencia en Iraq.
Tanto Cambone como Miller, que llevó de Guantánamo a Iraq tácticas de interrogación prohibidas por las convenciones de Ginebra, son objeto de las investigaciones del Congreso legislativo sobre el escándalo de las torturas a prisioneros en Abu Ghraib, plasmadas en fotografías que circularon por todo el mundo.
El anuncio el martes de la Comisión de Servicios Armados del Senado, John Warner, de que pedirá el testimonio de Feith en las próximas semanas, podría arrojar luz sobre las razones por las que el secretario de Estado (canciller) Colin Powell se habría referido a la oficina de Feith como la Gestapo, según Woodward.
Las publicaciones Newsweek, The New York Times y Los Angeles Times afirmaron que, incluso antes de la guerra contra Iraq, altos funcionarios del Pentágono, por recomendación de abogados civiles, autorizaron una reinterpretación de las convenciones de Ginebra para permitir métodos más duros de interrogación de prisioneros de guerra.
El esfuerzo de reinterpretación fue resistido por Powell y por el cuerpo de fiscales del ejército, conocido por sus siglas en inglés JAG. Ese cuerpo argumentaba que técnicas como la privación del sueño y no sólo producirían datos de inteligencia dudosos, sino que servirían como precedente a usar en contra de soldados estadounidenses que caigan eventualmente en manos enemigas.
Según el semanario Newsweek, las nuevas técnicas fueron aprobadas formalmente en abril de 2003, aunque el superior inmediato de Feith, el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, testificó la semana pasada que no estaba al tanto de esa decisión.
Scott Horton, ex miembro del JAG y presidente de la Comisión de Derechos Humanos Internacionales de la Asociación de Abogados de Nueva York, declaró a Los Angeles Times que oficiales del JAG le manifestaron su preocupación porque habían sido excluidos del proceso, y porque abogados civiles, no militares, estaban reescribiendo las normas.
Según Horton, los oficiales del JAG identificaron a Feith y al consejero general del Pentágono, William Haynes, como los principales impulsores de la flexibilización de las normas.
Feith, entrevistado por el canal ABCNews, negó cualquier desacuerdo del JAG respecto de las prácticas autorizadas por su oficina, pero es improbable que el asunto se cierre sólo en base a sus declaraciones.
De hecho, las afirmaciones de integrantes del JAG están de acuerdo con los antecedentes políticos de Feith, un protegido del ex presidente de la Junta de Políticas de Defensa del Pentágono, Richard Perle.
A lo largo de su dilatada trayectoria política, Feith ha manifestado posturas de línea dura en materia de política exterior y de control de armas, al igual que Perle.
En la década de 1970, se opuso a tratados internacionales contra la proliferación de misiles antibalísticos y de armas químicas y biológicas, a los que consideró ineficaces y perjudiciales para los intereses estadounidenses.
Su bufete de abogados ha representado, entre otros clientes, a las firmas fabricantes de armas Lockheed-Martin y Northrop Grunman.
Feith se ha destacado como defensor de los intereses y de la seguridad de Israel, y se ha opuesto, por ejemplo, a la posibilidad de que Israel ceda territorios a Palestina a cambio de paz.
Este funcionario neoconservador ha sido un extravertido enemigo del diálogo de paz entre palestinos e israelíes iniciado en Oslo en 1993, e incluso del proceso de Camp David, que condujo en los años 70 a la paz entre Egipto e Israel y en el que participó el entonces primer ministro derechista israelí Menajem Beguin.
Sus contactos profesionales cercanos son muy significativos. Su ex socio Zell es portavoz del movimiento de colonos judíos en Cisjordania.
Feith ingresó en el gobierno en 1981 como experto en Medio Oriente del Consejo de Seguridad Nacional, durante la presidencia de Ronald Reagan. Fue despedido abruptamente al año siguiente. Pero Perle, entonces secretario de Defensa Adjunto para Seguridad Internacional, lo contrató como su segundo.
En 1986, Feith dejó ese cargo para fundar el bufete Feith & Zell. Tres años más tarde, el gobierno turco lo contrató para representarlo en Washington. En ese carácter, participó en la consolidación de vínculos militares entre Turquía e Israel.
La revista Commentary publicó en 1997 un extenso artículo suyo titulado Una estrategia para Israel, en la que proponía dejar sin efecto los acuerdos de paz de Oslo y reocupar las áreas de Cisjordania y Gaza ya transferidas a la Autoridad Nacional Palestina.
Dos años más tarde, Feith y Perle firmaron una carta abierta al entonces presidente Bill Clinton para proponerle que trabajara en conjunto con Ahmed Chalabi a fin de derrocar a Saddam Hussein. Y en 2000, participó en la elaboración de un informe que sugería a Washington estar preparado para atacar a Siria.