Los verdes europeos, surgidos hace más de 20 años como movimientos políticos alternativos, decidieron construir un partido unificado, pero padecen una crisis de crecimiento y de influencia, combinada con fuertes interrogantes sobre los valores sociales y económicos que representan.
El Partido Verde Europeo, creado en febrero, reúne a las 32 organizaciones de la Federación Europea de Partidos Verdes y destaca que hay movimientos ambientalistas en casi todos los países del continente, a excepción de Belarús, Irlanda del Norte, Islandia, Lituania, Moldavia, Polonia y las repúblicas surgidas del desmembramiento de Yugoslavia.
Sin embargo, la influencia política de esos grupos es marginal.
Sólo dos forman parte de coaliciones gobernantes: Die Gruenen (Los Verdes) de Alemania es socio menor del Partido Social Demócrata desde 1998, con tres ministerios, y el partido verde de Letonia designó al ministro del Ambiente en 2002. En Francia, el partido Les Verts (también Los Verdes) gobernó en alianza con los partidos Socialista y Comunista de 1997 a 2002.
Aun en esos tres países, se trata de fuerzas minoritarias. Die Gruenen, que en 1983 fue el primer partido ecologista europeo en obtener bancas en un parlamento nacional, cuenta según encuestas con adhesión de ocho a 10 por ciento de los votantes. Les Verts apenas pasa el cinco por ciento de la intención de voto, y los ambientalistas letones tuvieron 2,8 por ciento de los votos en 2002.
En todos los otros países europeos, a excepción de Austria, Bélgica, y Suiza, los partidos ecologistas son aun menores.
Sin embargo, la italiana Monica Frassoni, diputada verde del Parlamento Europeo, dijo a Tierramérica que la unificación de los ecologistas busca ganar las elecciones parlamentarias europeas de junio y consolidar una presencia política de la familia de los verdes como sujeto político que pueda actuar en el ámbito continental.
En la actualidad, hay 44 diputados verdes en el Parlamento Europeo, de 626 integrantes.
Los partidos tradicionales, tanto de izquierda como de derecha, han incorporado los conceptos ecologistas más consensuales en sus propios programas, minando el crecimiento de los nuevos movimientos ambientalistas, dijo a Tierramérica la profesora de ciencias políticas Hélène Miard-Delacroix, de la Escuela Normal Superior de Lyon.
Por otro lado, las sociedades europeas, sobre todo las latinas, son mayoritariamente reticentes a incorporar en su comportamiento cotidiano exigentes prácticas de protección del ambiente, como demandan los movimientos ambientalistas más ortodoxos, señaló.
Cuando Les Verts integró el gobierno, trató de restringir los periodos de caza y de sancionar las prácticas más brutales de persecución contra especies migratorias, y eso enfureció a los cazadores, con gran capacidad de presión en las zonas rurales.
Del mismo modo, Dominique Voynet intentó impulsar la agricultura orgánica en Francia cuando fue ministra de Ambiente, y fue blanco de violentas críticas de los agricultores tradicionales.
De todos modos, los partidos verdes descongelaron las opciones políticas, al imponer temas nuevos, en materia ecologista y de sensibilidad ambiental, en el corazón de la industria de la vieja Europa, dijo a Tierramérica el profesor de ciencias políticas Michele Prospero, de la universidad La Sapienza, de Roma:
Prospero admite, sin embargo, que los verdes europeos se institucionalizaron y asemejaron su cultura política a la del resto de los partidos, perdiendo su sentido de innovación, lucha y radicalidad.
La dominación del mercado sobre la política es tan marcada, que los avances ambientalistas son casi invisibles. Así ocurre con el uso de fuentes energéticas renovables en Francia, donde 80 por ciento de la electricidad es producida por centrales nucleares.
Los partidos verdes, como todos los de izquierda de Europa desde la caída del llamado socialismo real, afrontan también una crisis de identidad ideológica, y algunos de sus líderes se han alineado con la economía de mercado.
Die Gruenen alega, igual que los partidos de derecha más conservadores, que el Estado de bienestar necesita una reforma radical para sobrevivir, y es el principal defensor de la privatización parcial del sistema de pensiones y de la reducción de prestaciones sociales a desempleados de largo plazo, indicó Rabbitz.
El líder más representativo de los verdes alemanes es el ministro de Relaciones Exteriores Joschka Fischer, al frente del vuelco hacia el neoliberalismo y del abandono del pacifismo de izquierda para acomodarse a la doctrina militar de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte, con fuerte influencia estadounidense.
Presionado por el gobierno de Estados Unidos, Fischer aprobó la participación alemana en la guerra contra Serbia en 1999 a causa de la provincia separatista de Kosovo, argumentando que Alemania no podía tolerar un nuevo genocidio en Europa, apuntó Rabbitz.
El año pasado, Fischer se alineó a regañadientes con la posición del jefe de gobierno Gerhard Schroeder contra la invasión de Iraq liderada por Washington.
* Con aporte de Francesca Colombo (Italia). (