Veinte libros publicados son un récord para un autor en Cuba, cuya industria editorial es insuficiente para la producción literaria nacional, y es aún más insólito para un autor de provincias como Roberto Méndez, que ha logrado eso y mucho más.
Méndez, poeta, novelista y ensayista, acaba de obtener en México el primer premio en el Concurso Internacional de Ensayo sobre la Vida y Obra de José María Heredia (1803-1839), considerado el primer gran poeta cubano, que vivió buena parte de su corta vida en México y allí murió.
Es un tributo a ese poeta, el fundador de nuestra literatura, tan mal conocido y peor leído, dijo a IPS Méndez, cuyo ensayo premiado se titula Eros y paisaje en la poesía de José María Heredia.
Méndez ha hecho una revisión de la poesía del autor de la oda Niágara, quizá la pieza más importante de la poética cubana, en busca de algo que otros no vieron: Una utopía personal, la de fundar toda una literatura cuando aún no se había fundado la patria y poner en ella todo lo que a su juicio hacía falta, desde la raíz latina hasta el homenaje a las civilizaciones indígenas.
Méndez, nacido el 7 de septiembre de 1958 en la oriental provincia de Camagüey, cursó sus estudios universitarios en La Habana, pero a diferencia de muchos intelectuales y artistas, no se quedó luego en la capital, sino que regresó a su ciudad natal.
En Cuba hay una tendencia bastante generalizada a pensar que para llegar a ser alguien es necesario evitar hundirse en vida lejos de los círculos intelectuales habaneros.
Méndez destacó que, como su caso demuestra, es posible ser escritor en provincias y publicar aquí y allá, ganar premios, ser invitado a jurados y eventos, y hasta viajar más allá del Morro, como se conoce al faro que está en la entrada de la bahía de La Habana.
Pero hace falta el triple de esfuerzo, hay que tener mucha fe en lo que se hace, saber soportar la soledad y no dejarse abatir por el lado más atroz del provincianismo, acotó.
No hay mejor prueba para demostrar que se es escritor que serlo en provincias. Si a los 50 años no eres un loco o un amargado, entonces puedes decir que llegasteàaún me faltan cinco años, comentó.
Este año, Méndez presentó tres libros en la Feria Internacional del Libro de La Habana, realizada en febrero, y fue jurado de poesía del Premio Casa, galardón que entrega la institución cultural cubana Casa de las Américas.
Heredia es sólo una de las obsesiones del escritor, que ha estudiado en forma profunda la obra de varios importantes representantes de la narrativa cubana.
En el bachillerato, ya estaba convencido de ser poeta, con todos sus disfrutes y angustias. Lo demás lo han hecho una sucesión de experiencias: los amigos que transitaban un camino como el mío por los tiempos de la Universidad, los premios, las ediciones, los rechazos, contó el escritor.
Ganó el Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén en 2001, y el Premio Anual de la Crítica en 2002, por su libro de poemas Viendo acabado tanto reino fuerte. Otras obras suyas son los poemarios Carta de relación (1988), Desayuno sobre la hierba con máscaras (1991), la novela Variaciones de Jeremías Sullivan (1999) y los ensayos El fuego en el festín de la sabiduría (1992) y Elogio de la noche (2002).
Méndez es además un colaborador asiduo de revistas y publicaciones especializadas cubanas sobre arte y cultura.
En mi labor como escritor hay un porcentaje importante de voluntad y trabajo. Mientras más años pasan, más tiempo dedico a escribir. Quizá la poesía es el género más elusivo, ella llega cuando quiere, pero después hay que hacer una fuerte labor de edificación, afirmó.
El autor dijo no creer en la improvisación y señaló que en su poesía hay mucha técnica, desde la asunción de ciertas formas musicales hasta el diálogo intertextual con las artes plásticas. En tanto, en sus ensayos la fabulación y el lenguaje poético tienen un papel central.
De qué se hace sino de memoria, ¡ay!, la poesía?, puede leerse en Cuaderno de Aliosha, publicado por Méndez en 2000.
