El presidente de Argentina, Néstor Kirchner, pidió perdón en nombre del Estado por su silencio ante las atrocidades de la última dictadura militar (1976-1983). Lo hizo frente a la mayor cárcel clandestina de aquel régimen.
Al conmemorarse 28 años del golpe de Estado de 1976, Kirchner cumplió este miércoles dos promesas que había formulado meses atrás a organizaciones de derechos humanos.
En primer lugar, ordenó retirar este miércoles los retratos de los ex dictadores Jorge Videla y Reynaldo Bignone del recinto del Colegio Militar, y luego entregó las 17 hectáreas de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) a las organizaciones humanitarias.
Emocionado tras escuchar a jóvenes nacidos durante el cautiverio de sus madres en la Esma, donde funcionó la peor cárcel clandestina del régimen, Kirchner dijo: Vengo como presidente a pedir perdón en nombre del Estado nacional argentino por haber callado durante 20 años de democracia ante tantas atrocidades.
No es rencor ni es odio, pero tampoco queremos impunidad sino justicia, aclaró el mandatario, quien se refirió a los desaparecidos como compañeros.
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Y declaró que quienes cometieron hechos tan macabros y tenebrosos en sitios como la Esma tienen un solo nombre: son asesinos repudiados por todo el pueblo argentino.
Esas palabras fueron recibidas con un aplauso de pie de las integrantes de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, asociaciones que han luchado por conocer el destino de los desaparecidos y por la recuperación de la identidad de sus hijos secuestrados.
Los dirigentes políticos no estuvimos a la altura de la Historia, pero seguimos peleando como podemos, admitió Kirchner, quien agregó: No nos van a quebrar.
Luego del acto, una multitud calculada por los organizadores entre 50.000 y 60.000 personas marcharon entre la sede del Congreso y la plaza de Mayo, el paseo público donde madres de las víctimas de la represión comenzaron a exigir en los años 70 la aparición de sus seres queridos.
Algunas de las consignas entonadas en la manifestación fueron anular el indulto —el perdón otorgado en 1990 a numerosos represores por el entonces presidente Carlos Menem— y cárcel a los genocidas.
La jornada estuvo precedida por una polémica, dada la negativa de las organizaciones de derechos humanos a que los gobernadores provinciales participaran del acto,
La presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, había anunciado el lunes que no asistiría al acto en la Esma si concurrían los gobernadores, en especial el de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá.
Bonafini advirtió que la policía bonaerense, al mando del gobernador Solá, está haciendo en las cárceles y en las comisarías y en los institutos de menores lo mismo que la dictadura en la Esma.
Los cuestionamientos también se referían a otros gobernadores que convalidaron el indulto a numerosos violadores de derechos humanos en 1990 por el entonces presidente Carlos Menem (1989-1999).
Pero la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, estableció matices respecto de las declaraciones de Bonafini. Hay que priorizar con mucha grandeza el momento histórico que vamos a vivir, no perturbarlo ni condicionarlo, sostuvo.
Cinco gobernadores del gobernante Partido Justicialista, entre ellos Solá, publicaron este miércoles un comunicado en que se solidarizaron con las víctimas de los abusos de la dictadura. Pero ninguno de nosotros debe rendir examen en materia de derechos humanos, agregaron.
Kirchner y jóvenes nacidos durante el cautiverio de sus padres en la Esma hablaron desde un escenario instalado en una calle lateral al viejo centro de detención.
Allí también se dio lectura a poemas de Ana Ponce, estudiante de Derecho que fue compañera de Kirchner y que escribió esos textos en esta prisión clandestina.
Los poemas llegaron a Kirchner hace pocos días, de la mano de una sobreviviente de la Esma, Graciela Daleo. El propio presidente llamó a su hijo para decirle que quería la publicación de esos poemas en un libro y que fueran leídos en el acto.
La conmemoración se cerró con tres canciones interpretadas por los artistas populares argentinos León Gieco y Víctor Heredia y el español Joan Manuel Serrat: La Memoria, de Gieco, Todavía cantamos, de Heredia, y Para la libertad, de Serrat.
Poco antes de subir al escenario, Emiliano Hueravillo, nacido en la Esma, contó a IPS que su madre desaparecida, Mirta Alonso, estaba embarazada de siete meses cuando la detuvieron. Hueravillo fue dejado a los cuatro meses en el hospital Pedro de Elizalde con una carta en que constaba su nombre y el de sus padres.
Cerca de él, Karina Castro apenas podía hablar por la emoción. Su madre, Graciela Campolongo, fue secuestrada en 1976 de la casa de su abuela. Ella estaba allí, pero no lo recuerda porque tenía apenas tres años.
No sé si ella estuvo en la Esma porque nunca supimos nada de ella, pero vengo porque este lugar es un símbolo para todos nosotros, dijo Castro a IPS.
Juan Cabandié, también nacido en la Esma hace 26 años, recordó que hace sólo dos meses recuperó su identidad gracias a la acción de Abuelas de Plaza de Mayo.
Siempre supe que me llamaba Juan, dijo. Ese fue el nombre con que su madre lo llamaba cuando lo tuvo en prisión y el que ahora usa.
Dos horas antes del acto oficial, las organizaciones de derechos humanos habían colocado fotografías de los desaparecidos sobre las rejas de la Esma.
Mabel Gutiérrez, de la asociación Familiares de Desaparecidos y Detenidos Políticos, leyó un documento en nombre de todas las organizaciones en el que se celebra que la Esma se haya convertido en patrimonio de todos los argentinos.
La decisión política del presidente y la lucha de 28 años de los organismos de derechos humanos para preservar la memoria lo hicieron posible, sostuvo.
Al final del acto en la Esma, unos pocos jóvenes ocuparon el edificio principal de la antigua prisión clandestina y rompieron muebles, forzaron armarios, revolvieron papeles y tiraron objetos al suelo.
Algunos escribieron en las paredes homenajes personales a desaparecidos e insultos dirigidos a los represores.
Mientras, otros visitantes recorrían la Esma con tranquilidad, como si ya se tratara de un museo, y otros revisaban papeles como si buscaran algo.
El ex prisionero de la Esma Mario Villani participó de todos los actos de este miércoles y también en la recorrida que hizo el presidente el viernes último por los edificios de ese centro de la armada, junto con una treintena de otros sobrevivientes.
Villani estuvo en cinco centros de detención durante la dictadura. El último fue la Esma, de donde salió sólo en 1981.
Creo que me salvé porque soy físico y tengo conocimientos de electrónica. Entonces me usaban para arreglar televisores y otros electrodomésticos que robaban, dijo Villani a IPS. Las pertenencias de las víctimas solían ser robadas por los represores y depositadas también en la Esma.
Villani recuerda que al volver al mundo de los vivos —se niega a decir que fue liberado porque la armada seguía vigilándolo— creyó que iba a querer matar con sus manos a alguno de sus torturadores. Pero ese odio se transformó en ansias de luchar para que esos crímenes no queden impunes, explicó.
Ahora, junto a otros sobrevivientes y familiares de desaparecidos participó de esta jornada en la que hubo emoción, lágrimas y abrazos.
La jornada también estuvo marcada por una mezcla de sentimientos. Alegría por la reivindicación de su testimonio de estos años y por la entrega de la emblemática Esma, y tristeza por los que ya no están.