No haremos nuestra vida todavía más difícil pagando por algo que no tenemos, advierte Edita Mallorca, residente de un barrio precario de las afueras de Manila, en referencia al propuesto aumento de las tarifas de los servicios de agua potable para financiar el rescate de una empresa privada.
Mientras los políticos filipinos, con las miras puestas en los comicios presidenciales del 10 de mayo, discuten sobre ese rescate impulsado por el gobierno de Gloria Macapagal Arroyo, Mallorca dice que todo ese debate no implica ninguna diferencia para su familia.
Mallorca, su esposo y sus tres hijos pequeños deben hacer fila todos los días frente a una bomba de agua, porque en el distrito de Tondo, donde viven, sólo hay agua corriente desde las 5 p.m. hasta la medianoche.
El insuficiente suministro de agua fue señalado como la causa de un brote de cólera a fines del año pasado, que afectó a 827 residentes de Tondo.
Uno de esos pacientes enviados al hospital con vómitos, dolor abdominal y diarrea severa fue una sobrina de Mallorca. Sus familiares creen que la niña contrajo la enfermedad luego de beber refrescos preparados por un vendedor callejero.
Las autoridades de salud encontraron bacterias en el agua de consumo y atribuyeron el brote a la falta de higiene y las prácticas de disposición de residuos de la población. En consecuencia, lanzaron una masiva campaña de educación, al igual que en otros dos distritos de Manila metropolitana que habían sufrido brotes de diarrea anteriormente.
El Centro Nacional de Epidemiología informó que las muestras de agua de la zona revelaron la presencia de Escherichia coli o coliformes, una bacteria presente en la materia fecal humana que suele contaminar el agua.
Los brotes de este tipo pueden controlarse rápidamente, sostiene el informe. De particular importancia es la información sobre medidas sencillas que pueden prevenir estas enfermedades: tomar sólo agua potable, cuidar la higiene personal y preparar los alimentos de manera segura, agrega.
Los médicos de salud pública suelen venir aquí para investigar. Nosotros entendemos el problema, pero ¿qué podemos hacer si hay tan poca agua?, preguntó Mallorca.
Su realidad aparece muy distante del debate en que están enfrascados los políticos, en especial desde que la presidenta Arroyo fue acusada de procurar beneficios políticos mediante el rescate de Maynilad Water Services.
Mientras el Estado rescata a Maynilad, que debe a los consumidores unos 114,3 millones de dólares por haber realizado cobros indebidos en los últimos años, los opositores del gobierno sostienen que la compañía debe ser penalizada por fraude.
El plan de Arroyo fue cuestionado porque la accionista mayoritaria de Maynilad es la empresa Benpres Holdings, perteneciente a la poderosa familia López, propietaria de la mayor red de televisión nacional. La cobertura de esta red favoreció la campaña de la presidenta para obtener un mandato de seis años.
El gobierno habría acordado asumir la parte de Benpres Holdings en Maynilad y cancelar una deuda de 142 millones de dólares en derechos de concesión impagos, convirtiéndolos en acciones de la estatal Metropolitan Waterworks and Sewerage System.
En total, la reguladora estatal se haría cargo del 61 por ciento de Maynilad, y a los consumidores se los recargaría con aumentos de tarifas.
Raúl Roco, un candidato presidencial opositor, consideró que el plan gubernamental de rescate constituye un acuerdo escandaloso.
Por otra parte, el portavoz presidencial Ignacio Bunye afirmó que el acuerdo se realizaría en interés de los consumidores.
No podemos sentarnos a esperar una crisis inminente en los servicios de agua en grandes zonas de la metrópolis. La oposición insiste en que debemos dejar de ofrecer agua potable a aquellos que no la tienen, declaró.
Maynilad fue privatizada en 1997 para ofrecer servicios de agua potable y saneamiento en la zona occidental de Manila metropolitana.
En 2002, rescindió anticipadamente su concesión de 25 años porque no obtuvo aprobación para aumentar las tarifas. Mientras, se volvía cada vez más dudoso que la privatización hubiera aumentado el acceso y la calidad del agua.
La situación de la familia de Mallorca es común en la capital filipina, una megaciudad de más de 12 millones de habitantes, 30 por ciento de los cuales viven en asentamientos informales.
Una de numerosas puertas en fila abre paso a la vivienda familiar, que consiste en una sala de estar, una cocina y un dormitorio. Los caños fueron reparados recientemente, pero algunos gotean todavía. Algunos están sumergidos en canales, cerca de las alcantarillas.
Debido a sus enormes dimensiones y a la degradación ambiental, la capital sigue siendo especialmente vulnerable a enfermedades transmisibles por el agua, 10 años después de que una epidemia nacional de cólera matara a 200 personas y afectara a más de 3.000, advirtieron funcionarios de salud pública.
Aunque el número de viviendas con acceso al agua corriente aumentó, la metrópolis no cuenta con un sistema sustentable de disposición de residuos, padece frecuentes inundaciones y pierde 50 por ciento de su suministro de agua a través de roturas de caños.
Más de la mitad de los filipinos carecen de acceso al agua potable, aunque este país del sudeste asiático cuenta con numerosos reservorios hídricos superficiales y subterráneos.
Cerca de 18 millones de filipinos no tienen cuarto de baño. En las afueras de Manila, 40 por ciento carecen de saneamiento.
El Banco Mundial advirtió en su informe mundial de 2003 sobre calidad del agua que hasta 58 por ciento de los recursos hídricos subterráneos deben ser descontaminados, y que casi un tercio de todas las enfermedades tienen origen en el consumo de agua contaminada.
Las aguas residuales sin tratar afectan la salud porque propagan bacterias y virus…, amenazan la biodiversidad y deterioran la calidad de vida en general, advirtió el Banco.
La propuesta Ley de Agua Limpia fortalecería la protección ambiental y otras medidas para mejorar la calidad del suministro nacional de agua.
Por ahora, sin embargo, Mallorca continúa haciendo cola frente a la bomba. Ella se ríe de los candidatos que visitan su barrio y reparten camisetas y gorras, pero nada de agua.